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miércoles, 24 abril, 2024

Biografías Autorizadas: La tarde mágica del Chefre de los milagros

Segunda entrega del ciclo de Biografías Autorizadas de La Sartén por el Mango, el programa radial con el que Damián Martínez y Mario Gómez hacer levitar en sus camas a los oyentes de FM ACTUALIDAD, de lunes a viernes, de 7 a 8 horas.

Un retrato fiel de cómo alguna vez los condenados al rol de antihéroes escapan de su destino y se calzan el traje del muchachito de la película. Ese día que se alinean los planetas y todo puede suceder. La tarde mágica del Chefre de los milagros. Pasen y lean…

«Campeonato de 1959. Arranquemos por la anteúltima fecha. Crucial. Podía ser definitiva. No lo fue.

El Club Atlético Villegas con tres puntos de ventaja sobre Fútbol Club Bunge viaja hacia allí. Recordemos que en esa época partido ganado daba dos puntos.

Atlético con el empate era campeón, daba la vuelta olímpica y quedaba libre en la última fecha.

Arbitro de la Capital Federal: Américo Sanrestituto. Petiso, morocho, de pocas pulgas. Massa y Brignone, sus compañeros de agrupación, le habían marcado quienes lo podían complicar. Entre ellos el goleador de Atlético, su número 9, Roberto López. Díscolo, rebelde y con todas las mañas jamás imaginadas.

Sabia decisión del planillero villeguense, que algo presumió y le dio la 7 a Roberto y la 9 a uno de los puntos flojos del equipo: un rubio ferroviario, calladito, tímido, que vivía en la pensión de la Gorda Ambrosini: La Pájara Giménez.

Tremendo partido, durísimo, una final anticipada. A los 15 minutos Cambours, de Bunge, va abajo sobre el 11 de Atlético, Venier: fractura de peroné.

A los 20 el visitante va por la vendetta. Tumulto donde pegan todos. No duda Sanrestituto. afuera el 9 de Atlético y cualquiera de Bunge.

El partido no termina. Ganaba Bunge 4 a 2 cuando el árbitro dijo no va más. Recordemos que por entonces no había alambre olímpico. Solo una cadena.

Queda Atlético un punto arriba, pero la próxima tiene fecha libre.

Domingo 15 de noviembre de 1959. Tenue llovizna sobre la región. La fiesta estaba preparada. Esa molesta garúa no la iba a empañar.

El Negro Leporatti había aleccionado a los asadores para que llevaran despacio los costillares porque la fiesta en la sede iba a durar toda la noche.

Las damas del club habían preparado una mesa servida coronada por un lechón, para ser rifada. El producido se prorrotearía entre los campeones.

¿Cómo llegaba Santa Rita a ese último partido? 13 jugados, 13 perdidos. 7 goles a favor y 42 en contra.

Una propuesta coherente de los directivos de Bunge a sus pares de Santa Rita fue no jugar el partido. Santa Rita no pasaría más vergüenza, el tiempo estaba muy feo, comerían un suculento asado y Bunge se haría cargo de la multa por no presentación.

Conciliábulos entre los visitantes, donde priman las ganas de jugar que tenían. El Lobo salía a la cancha. Bunge lo esperaba con Apaolaza; Cambours y Zárate; Mina, Garrido y Cacho Alvarez; Scazzariello, Torres, Roigé, Avila y Zurita. Santa Rita con «Mono» Del Nero; «Quito» Urdangarín, Alfredo Ramos, Oscar Rivero y «Canuto» Eberbach; Antonio «Vitrola» Penacino, Roberto «Caneto» Obligado y «Zorro» Rodríguez; Felipe Baigorria, «Fatiga» Ponzi y Alfredo «Chefre» Penacino.

Me quiero detener en el wing izquierdo de Santa Rita: Alfredo Penacino, el Chefre. Dos características salientes: 1) era habitualmente suplente en la segunda. escasísimos recursos. raro en un zurdo, no sabía hacer nada. 2) Hablando en criollo, tenía el «cogote torcido», cuando en un humano corriente el ángulo cuello-hombros es de 90º, por un capricho de la naturaleza en el Chefre era de 45º.

Pero por primera vez en su carrera, ante un cúmulo de ausencias, salía como titular en el Lobo.

20 minutos. Zurdazo de Zurita. Vuela el Mono Del Nero pero la pelota sacude las mallas ante el delirio tambero. Se empieza a dar la lógica. Seguía lloviznando en Bunge.

39 minutos. Vitrola Penacino elude a cacho Alvarez, se interna en el área, Fatiga Ponzi le grita, a él va la redonda y, cuando quedaba solo ante «Carletti» Apaolaza Cambours le toca el pie de apoyo. ¡Penal!, no duda Brignone.

Tampoco duda Oscar Rivero, «Riverito». Sí, el villeguense, el del Hotel Americano, seco, abajo. Gol de Santa Rita. Estaban 1 a 1.

El segundo tiempo fue un monólogo. un peloteo pocas veces visto. Nueve del Lobo en su campo. Solo el Chefre adelante, exhausto y acalambrado.

43 minutos. Horacio Lovagnini envía un largo pelotazo a la punta izquierda para el Negro Penacino, se cae en el barro Zárate, su marcador… mete el centro bajo y el Chefre, con el último aliento, se la lleva por delante, descoloca a Carletti y gol, gol, gooooool de Santa Rita. El Lobo conseguía sus primeros puntos, por primera vez marcaba dos goles en una jornada… y el Chefre hizo el gol de su vida.

Solo dos hinchas de Atlético había en Bunge esa tarde. Teddy Molinari y un joven Juan Carlos Lombardo, con 15 años de edad. Volaba la estanciera del Teddy por La Catalina, en medio del barro.

Entraron tocando bocina y derecho al bar Colón. Ahí estaban Eusebio y el Maita Castaños, Virola González, Eugenio Cañibano y el taxista Bracciale. Antonio Chiquine estaba abriendo el kiosco.

¡Atlético campeón! ¡Somos campeones! ¡Ganó Santa Rita! A buscar el camión de Gerardo Nihany, la bandera, y armar caravana que terminó con una cena en el Grand Hotel de Fontaine y Pedro Maine.

¡Salud Pedrini, Lamberto, Areco, «Coco» Piaggio, «Tito» Piaggio, «Huevo» Altuna, «Pájara» Giménez, Latorre, Roberto López, Delarca  y Venier!, el equipo que salió campeón mientras dormía la siesta dominguera.

En el desfile de los milagros del siglo XX irían los uruguayos Canessa y Parrado. Al lado de ellos el Chefre Penacino. Ah, me olvidaba. ¿Saben quién sacó la mesa servida con el lechón? Adivinaron… el Chefre.»