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General Villegas
miércoles, 24 abril, 2024

El Chueco Cabrera: Un cañadense en Malvinas

Su nombre es Jorge Cabrera, pero en Cañada Seca para todos es conocido como “El Chueco”. Nacido en Rufino, paso muchos años en la zona rural de nuestro pueblo, ya que sus padres eran tamberos. Varios años después también trabajó en la Municipalidad local, y actualmente reside en Rufino.
El año 82 lo encontró haciendo la “colimba” como infante de marina en la Base de Puerto Belgrano, y como a tantos otros compatriotas le tocó cumplir su juramento y marchar a la guerra. Una experiencia que marco su vida para siempre.
Recientemente en Rufino, a iniciativa de la concejal Menghini, se dio cumplimiento a una ley Provincial que establece que las escuelas que hayan tenido como alumnos a ex combatientes, los honrarán dándole su nombre a una o más dependencias. Es por eso que en un acto muy emotivo, el “Chueco” recibió la distinción de la que Escuela N°172 le pusiera su nombre a uno de los patios. Y en base a ello se disparó la posibilidad de hacer una nota para compartir sus vivencias como ex combatiente.
Lo recibimos en Cañada, acompañado de su hija Maira Mai Cabrera (ella fue una de las últimas nacidas en Cañada, en el Centro de Salud, atendida por el Dr.Dorín, así que se jacta de ser más Cañadense que nosotros).
TL: ¿El tema de que la escuela tenga un lugar con tu nombre es por ser alumno?
JC: Si, fui alumno de esa escuela hasta que me vine a Cañada. La ley que establece esto, se cumplió ahora en distintos actos, somos once en total incluyendo a Almeyda (de Castellanos) y Manavella (de Leguizamón). Estos dos combatientes aún no tienen su espacio en sus colegios.
TL: Y como fue lo de Malvinas, ¿Vos estaban en la Marina?
JC: Si, yo estaba en la Base de Puerto Belgrano, como Artillero en la FAPA, batería Bravo. Mi función era cronometrista, nuestra batería era de obuses de 105 mm., y mi trabajo era manejar un goniómetro. El recupero de Malvinas fue el 2 de Abril y el 13 nos movilizaron a Comodoro. Pensábamos que a cuidar la costa, pero terminamos en Malvinas. Nosotros, nuestra Compañía en una competencia de baterías, habíamos hecho el mejor desempeño de tiro, así que por ser los mejorcitos ¡A Malvinas!
TL: ¿En buque?
JC: ¡En avión! De Comodoro a Malvinas en un Hércules, con cañones y todo. Vos viste lo que es el Hércules, no hay cinturones ni nada: dos chatas Dodge, los cañones, y nosotros armados hasta los dientes con todo el equipo, mochila, fusil… ¡agarrate como puedas! (se ríe)
Nuestra posición era a unos kilómetros de Puerto Argentino, en el Monte Tumbledown (NR: Fue uno de los lugares donde más ferozmente se combatió, y donde la Infantería de Marina, sobre todo el BIM 5 a las órdenes del Capitán Rovacio, dio muestras increíbles de valor combatiendo contra la Guardia Escocesa, los Guardias Galeses y los Gurkas)
Nosotros también quedamos integrados a las órdenes de Rovacio, nos integraron al BIM 5 como artilleros, también había antiaéreos y morteros.
TL: ¿Se combatió feo?
JC: Si, creo que fue la zona en que más se combatió, y nosotros quedamos como última línea hasta terminar el repliegue…
TL: ¿Y contra quienes les tocó enfrentarse?
JC: Nunca vimos a los famosos gurkas, siempre el contacto era con la guardia escocesa y los Royal Marines (NR: la guardia escocesa es una unidad de élite de las fuerzas británicas)
TL: ¿Y qué instrucción tenías?
JC: Yo era clase 62, hacía 10 meses que estaba incorporado así que tenía bastante instrucción, había chicos de clase 63 que eran más nuevos. El tema es que en Infantería siempre es más exigente, nosotros éramos muy exigidos y acompañados por los jefes. Comparamos por videos los tiros de artillería de Ejército y los nuestros, nuestros jefes estaban al lado nuestro, “Al pie del cañón” verdaderamente y eso nos daba mucho ánimo, a pesar de la situación terrible.

TL: ¿Y los ataques a Uds. Eran de infantería?
JC: Nos atacaba la infantería de ellos y su artillería, al igual que nosotros a ellos, nosotros tirábamos a una distancia de 11 km. y nos respondían también con hostigamiento desde tierra y mar, hubo momentos muy muy duros…en uno de esos bombardeos muere un compañero mío…
Recuerdo que el 1° de mayo, el primer ataque yo estaba de guardia en el refugio del Teniente, esperábamos un ataque pero no sabíamos mucho, solo lo que nos informaban los oficiales. A partir de ahí fue cosa de todos los días. Dos meses estuve en Malvinas, imagínate.
TL: ¿Y cómo era la vida diaria, tenían refugios, pozo de zorro?
JC: Como llegamos el 20 de abril, días antes de que empezaran los combates, habíamos cavado pozos, pero eran tanta la humedad que no se podía estar, allá el suelo es de turba, es un pasto como una esponja, estas siempre mojado. Nosotros la turba la usábamos para quemar, para calentarnos (primero le quemamos toda la leña a los kelpers), y terminamos armando unos refugios como pudimos con lonas y carpas, entre las piedras y camufladas con pasto, para no estar tan mojados y congelados. Por suerte la marina tenía buen calzado, a diferencia de Ejército que la pasaron mal. Cuando podíamos hacíamos fuego en un tacho…éramos un grupo de 5 o 6 que hacíamos guardia, yo que estaba con el goniómetro cada vez que se hundía un cañón tenía que salir corriendo a ponerlo en posición de nuevo. ¡Si hoy tuviera que usar ese instrumento de nuevo no tendría ni idea! Mi función era mantener la nivelación, sino el tiro a los 11 km sale para cualquier lado. Éramos seis por cañón en una batería de seis cañones, en total, todos con distintas funciones (armadores, cargadores, apuntadores, comunicaciones…)
Tirábamos a esa distancia…seguramente habremos matado, por suerte no tuve que ver si lo hice…
Ellos desembarcaron, hicieron cabecera de playa y bajaron artillería también. Desde el 1 de mayo al 20 más o menos tardaron en desembarcar, y entonces fue fuego constante. No tenían bien nuestra posición por suerte, porque hasta los últimos días veníamos bien, ellos tenían aviones de observación que operaban por encima de los 7000 metros que era el límite de nuestros antiaéreos. Y unos diez días antes de la rendición nos atacaron con todo, una vez que te ubican te tiran con todo. Tuvimos pocas bajas y heridos y tuvimos que replegarnos, nos quedaba un solo cañón… Recuerdo un día con un compañero íbamos a buscar la comida, la cocina estaba en un matadero de los kelpers. Y en ese momento vemos que un avión venia desde la bahía. Después supimos que podía ser un Harrier, no nos tiró a nosotros, sino a otra posición, pero recuerdo que nos zambullimos en una zanja del matadero como veníamos. Te juro que sentía el corazón bombear dentro del pecho, fue la vez que más miedo tuve…

Ronda de mates

TL: Esa experiencia tan traumática a muchos ex combatientes les costó años superarlas y algunos no pudieron, ¿cómo es en tu caso?
JC: De mi grupo, varios compañeros han fallecido, pero de causas naturales, no suicidios. Pero si, fue algo muy difícil y nos “largaron” sin nada, ningún tratamiento psicológico ni nada parecido, imagínate lo que es siendo tan jóvenes, ver morir gente, compañeros…estar en esa situación. Yo creo que en mi caso como era un chico de campo, acostumbrado a estar lejos de la familia (a los 14 ya me iba a trabajar solo a los tractores) me ayudó mucho, pero otros la sufrían mucho más.
TL: ¿Y cómo fue la rendición y el regreso?
JC: Nosotros nos rendimos el 14, y vinimos en el Rompehielos Irizar a Ushuaia, de ahí a Bahía Blanca y luego a Puerto Belgrano en camiones.
TL: ¿Te dieron la baja de inmediato?
JC: No, vinimos bastante “delgados” de Malvinas, calcula que comíamos una sola vez por día. Así que nos tuvieron como un mes antes de licenciarnos. No dieron 45 días, recuerdo que Cuando llegue acá recién ahí mis viejos supieron que estaba bien, no habíamos podido comunicarnos. Mi mamá después nos contaba lo que pasó, pobre, nunca lloraba delante de nadie pero en su interior la pasaba muy mal.

TL: ¿Cambiaste después de eso?
JC: Creo que sí, es imposible que no haya cambiado después de eso, mis hermanas dicen que volví más “egoísta”, que defiendo más lo mío…yo no me doy cuenta. Antes de ir a la guerra, como que no me importaba nada, seguramente. Pero por suerte la puedo contar, y estoy muy bien.
El Chueco, apura los últimos mates, mientras Maira lo mira con adoración. Le pregunto a ella si está orgullosa de su padre y le brillan los ojos al decir que sí con una gran sonrisa.

(Nota realizada por el periódico Tres Límites, de Cañada Seca)