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jueves, diciembre 12, 2024

Después de una semana en el Impenetrable, «volvimos con el corazón contento»

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Los miembros de Grupo Renacer que estuvieron durante una semana en el Impenetrable Chaqueño retornaron ya cada uno a sus hogares, con el corazón lleno de alegría y de amor, con experiencias más valorables por vividas que por contadas; y con las prioridades seguramente «modificadas» después de una semana de convivencia con la comunidad Wichi.

«Fue una buena semana, fue encontrarse con una realidad que, de no estar allá, no se vive. Una experiencia maravillosa para el grupo. Una semana de mucho trabajo, de estar, de compartir con ellos prácticamente las 24 horas. Volvimos con el corazón contento, aunque fue un poco triste la despedida, con muchas lágrimas y abrazos, pero seguramente vamos a volver», dijo la referente local de Renacer, Roxana Reynoso.

Piedritense por nacimiento, pero con domicilio en General Villegas desde hace diez años, Roxana comentó que fueron 30 horas de viaje de ida y otras 30 de vuelta. «Trescientos kilómetros de tierra recorridos, más los mil de ruta. Y una vez allá se compartió todo lo que cada referente de cada uno de los pueblos llevó, desde las provincias de Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe», dijo.

Y detalló que «se juntaron 370 bolsones de mercadería, verduras, colchones, cochecitos, muebles, bicicletas, juguetes, útiles escolares y utensilios de cocina, que allá prácticamente no se ven. Clasificamos todo lo que iba a cada familia y se hizo un seguimiento».

El agua, una necesidad. «El agua hace mucha falta. Para algunos, en algunos casos, el río queda muy lejos. Una de las cosas que vimos es que no hay agua, por ejemplo, en una salita y en el colegio. Hay mucho por hacer todavía por los wichis», manifestó Roxana.

El regreso. Recién llegados, los miembros del Grupo Renacer ya están pensando en volver. «En el camino veníamos programando el próximo viaje. Todavía no está confirmada la fecha, pero hay que empezar a trabajar en eso», adelantó.

Madrina de Adriel. Roxana fue elegida madrina de Adriel Navarro, un bebé wichi. «Como nosotros no entendemos su lengua, teníamos a alguien que nos transmitía lo que nos decían. Yo estaba parada junto a una compañera, se acerca una mamá y la abuela nos lo propuso. Adriel tiene dos madrinas y dos padrinos», comentó.

Un vínculo que continuará a pesar de las distancias, «porque el enfermero wichi, que habla nuestro idioma, tiene un celular. Ellos tienen internet en un lugar de las 9 hasta las 12 horas; y de 16 a las 21. Entonces, nos pasamos el número de teléfono y él va a estar en comunicación conmigo para lo que el bebé necesite», añadió.

El campamento. «Nosotros armamos el campamento cerca de una escuela. Cuando la gente nos vio que empezamos a llegar se empezó a reunir. Lo primero que hicimos fue una olla popular, se les dio de almorzar y eso hizo que se acercaran. El enfermero nos transmitía todo lo que nos querían decir», siguió el relato de Roxana en diálogo con Actualidad.

«Después -continuó- nos empezaron a regalar artesanías a modo de agradecimiento. Ellos fueron muy amables y la despedida fue con muchos abrazos y lágrimas, entonces entendimos que hicimos bien las cosas».

«Dormíamos en carpas -contó-. Durante el día hacía calor y las noches eran muy frías. Vivíamos como ellos. Para mí, como para la mayoría de los chicos que fueron -sólo el coordinador conocía el lugar- era la primera vez que íbamos. El primer día fue todo un tema, pero después nos adaptamos a vivir como ellos. Particularmente estuve cuatro días sin lavarme el pelo», por ejemplo.

Ponerse a prueba. Fue parte de la experiencia. «Yo siempre me estoy superando a mí misma en un montón de cosas. Soy auxiliar en enfermería y cuidadora de adultos mayores; y dije: ‘puedo hacer falta allá, pueden necesitar algo de mí’. Dije ‘voy a viajar’ y cuando llegó el día sentía la necesidad de hacerlo, vivir en carne propia lo que ellos viven. No es fácil estar ahí, es muy duro, muy triste. Quise vivir esa semana como ellos», expresó.

Y reflexionó respecto a que «uno a veces se queja de que no tiene un par de calzado de última moda y allá los niños y adultos andan descalzos. O la comida, que a veces nos sobra un poquito y la tiramos; y allá aprovechan todo cuando lo tienen. Ellos comen lo que producen y lo que cazan. Hay que valorar un poco más todo lo que cada uno de nosotros tenemos».

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