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jueves, diciembre 26, 2024
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Tito, el de los abrazos repartidos | por Celina Fabregues*

La última vez que estuve con los tres juntos, fue en junio de 2019, cuando La Fragua celebraba sus 60 años.

Recuerdo que cayó viernes. Y el tiempo se desacelera los viernes. El vértigo nos da una tregua y la tarde va cayendo despacito, como si acariciara la brisa fresca de esa hora.

«Salí corriendo para no hacerme esperar, pero la verdad es que tenía muchas ganas de llegar para darles un abrazo.

La primera que se acerca a la puerta es Rita. Siempre con ese aroma a talco perfumado. Y esa sonrisa que le ilumina el rostro y pinta sus mejillas de rosado.

-Hola Maruca- le digo. Ella me toma las manos y me da besos, como si de verdad se acordara de esa nena que subía las escaleras hasta el primer piso de ese espacio mágico, con misterios que nunca resolví. ¿Adónde iba Maruca a inventar colores, por qué los pinceles que Rita nos entregaba limpios, se llenaban de azules y verdes y amarillos y rojos, pero al otro día estaban otra vez impecables? ¿Quién cortaba los papeles que colgaban de los atriles de madera?

En Pinturitas (aunque siempre se llamó La Fragua, nosotros íbamos a “pinturitas”, en diminutivo, porque era solo para chicos), aprendimos que las cosas tienen los colores con que nosotros les vemos y que a la libertad, primero siempre hay que hacerle el fondo.

Tito me toma la mano fuerte y me dan ganas de abrazarlo. Los escucho atentamente y los observo. Maruca los acaricia a los dos y entonces, se comprende todo. “Ella siempre fue tan buena…”, dice el Púa, mientras la mira con un amor absolutamente infinito.

Cada tanto la puerta se abre y, en el teléfono, van quedando grabadas las personas que ingresan. “Bueeeeeenas….”, desliza Beto Sánchez, mientras alcanza un plato con maní para compartir. Y se une a la reunión.

La casa de los Carrozzi es una posta en plena Moreno. La puerta de calle de esa casa antigua, de zaguán impecable, se mantiene abierta durante casi todo el día. El comedor es una mezcla de hall recibidor, estudio de arte y espacio con una enorme mesa para la gente que caiga.

Un retrato de Maruca, pintado por Carlos Alonso, domina el paisaje. Esa joven mujer que mira fijo es la misma que ahora apenas ve, pero que mantiene intacto el espíritu en su mirada.

Tito fue el proveedor. Para que Maruca y Rita pudieran mantener abierta la escuela, él era quien recorría editoriales buscando restos de bobinas de papel y recolectaba los sobrantes de pintura para auto de los talleres. Maruca hacía los colores con lo que tenía, pero los colores jamás faltaban. A veces, algunas empresas donaban potes de témpera, que se gastaban en pocas horas.

En ese mismo lugar, varias veces tuve larguísimas charlas con Antonio, el maestro de la memoria. Y no puedo evitar escuchar el eco de su voz fuerte rebotando entre pinturas y fotos.

Es hora de volver a casa. Nos damos grandes abrazos y salgo a la calle. La noche de Villegas es hermosa los viernes. Me cubro la garganta y doy unos pasos. Ahí nomás estaba la puerta. Afuera, la noche había caído definitivamente, pero yo seguía viendo colores.»

Rita, Maruca y Tito. Junio de 2019. Foto Celina Fabregues

– «¡Esta es la hija de Juancito y qué periodista!»- les decía a los que entraban o salían. Esa fue siempre mi mejor carta de presentación.

La última vez que estuve con Tito, intenté sacarlo de la cama. Me dijo que estaba cansado, que ya no podía arrastrar su alma. Era el mismo Tito que me llevaba pilas de fotos para que viéramos juntos. El que me traía los paquetes de Buenos Aires. El que me tocaba la cabeza apenas rozándome con un «hola nena»; el Púa, el amigo que se sentaba en el club a contar historias, el bohemio, el coleccionista.

Soportó pérdidas demasiado dolorosas. Pero ya no era necesario el esfuerzo. Ese último día leímos al Funes de Borges, escuchamos a un par de nuevos músicos que tocaban el violín y hablamos de la vitrola, de los discos de pasta, de las partituras perdidas y nos reímos a carcajadas de algunas fotos que llevaba guardadas en el teléfono.

Hoy, 14 de septiemble, Tito cumpliría años. Si pudiera pasar por la posta, llevaría un buen vino, queso y maní. Brindaríamos por los que queremos y por aquellos que extrañamos. Por eso esta noche, brindo por vos, el que supo repartir los abrazos a su paso.

 

*Celina Fabregues es periodista. Conduce Cuidarte Más por FM Villegas, los sábados de 9,30 a 12 horas, programa que se repite a las 19 del mismo día.