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jueves, diciembre 26, 2024
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Cuando se recuerda es imposible olvidar | por Celina Fabregues*

«Fue terrible la sensación de sentirse un libre a medias, presos en los límites de nuestro propio territorio, y ahora carceleros de esa memoria condenatoria, que de alguna manera todos vimos pasar por nuestra puerta.» (Raquel Piña, mi mamá)

Martes, 5 de la tarde. Calor. Recorrer Costanera Norte me remonta a los paseos de infancia por Buenos Aires con mi papá. Los carritos. La porfía de los pescadores. La cercanía con Aeroparque y el sueño de volar en unos de esos tantos pájaros de metal que dejaban estelas en el cielo.

Esta vez es diferente. Tomás me esperaba en la puerta. Joven, atento y con una grandísima sonrisa. Dejé mi cargamento (deformación profesional “por las dudas que haga falta”) y comenzamos a recorrer lentamente las catorce hectáreas del Parque de la Memoria.

Este Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado me cargó de una energía muy difícil de definir. Es verdad. Tal como está grabado en algún lado del parque, “la memoria tiene efectos actuales y determina la relación con el futuro”, a lo que yo me animo a agregar, que la memoria es lo único definitivo que nos salva de la impunidad. Cuando se recuerda, es imposible olvidar, aunque parezca sólo un juego de palabras.

Podría hacer una crónica de lo que fue el recorrido. Contar cómo y qué significado tiene cada escultura, cada obra de arte, cada fotografía, pero prefiero transmitir mis sensaciones para que cada uno vaya en busca de las propias.

A lo largo del camino nos cruzamos con el rostro de un padre perdido, con el vacío de la desaparición que no dio permiso al duelo y la inmortalidad del pensamiento en cabezas complejas.

Pablo Miguez tenía 14 años cuando fue secuestrado y asesinado

En medio de ese mar dulce, terroso y turbio, la figura de un ser humano sobre el río, me cacheteó hasta arrancarme lágrimas. El movimiento del agua erosionando la playa de vergüenzas, el ruido de los aviones y la imagen imaginada de los vuelos de la muerte, me quebraron.

La muralla parece infinita. Antes y después de 1976 hay nombres. Muchos nombres. Tantos que podría ser una ciudad completa. 1977 BAGGER, MARIO EDUARDO 23 años. Descubrí ese ladrillo en la muralla. Vivía cerca de casa, era rubio, estudiaba y tenía sueños. Su mamá lo esperó durante años, como ausente del mundo, pegada a la ventana. Y cuántos más. Adolescentes de 14, 17, 18 años, mujeres embarazadas, familias completas. Los imagino unos sobre otros y la cantidad se me hace insoportable.

Es imposible no pensar que detrás de cada nombre hay una historia truncada. ¿Cuántas historias se habrán negado, cuántos abrazos, cuántas llegadas, cuántas despedidas?

El poder absoluto. La barbarie. El terror. La impunidad. La tortura. La muerte. La democracia les dio la posibilidad de ser juzgados por la justicia y a ninguno se lo condenó a pena de muerte. Hete aquí la diferencia entre la dictadura y el sistema democrático que supimos conseguir.

La muralla de estelas de pórfido patagónico nos lleva hasta la rambla, sobre el río. Veo la fecha de la última desaparición: 9 de diciembre de 1983. Siento escalofríos bajo el calor de las siete y media de la tarde. Hemos pasado más de dos horas caminando entre los huecos de la memoria.

Miro por última vez hacia el río. Pablo Míguez sigue ahí, quedó inmortalizado a los catorce años, cuando fue secuestrado. De pie sobre el agua, de cara al horizonte.

Es una presencia a distancia que mantiene en pie la verdad irreductible de que ese horror forma parte de nuestra historia y nos hace lo que somos. El sonido del agua y el paso de los aviones esconden la insolencia de algunos olvidos.

Cruzamos la calle. En la vereda de enfrente aún nos envuelve el silencio. El Parque de la Memoria es un espacio vivo, erigido en medio de una ciudad que pasa distraída y a toda velocidad por su puerta.

Cuatro estelas de hormigón con treinta mil placas de pórfido patagónico 9 mil nombres de desaparecidos.

El Parque de la Memoria-Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado es un espacio público de catorce hectáreas de extensión, ubicado en la franja costera del Río de la Plata de la Ciudad de Buenos Aires.

En el Monumento se encuentran los nombres de los detenidos-desaparecidos y asesinados por la represión perpetrada por el Estado en el período 1969-1983. Está compuesto por cuatro estelas de hormigón que contienen treinta mil placas de pórfido patagónico de las cuales alrededor de nueve mil se encuentran grabadas con los nombres ubicados cronológicamente, por año de desaparición y/o asesinato y por orden alfabético. Además, se indica la edad de las víctimas y se señalan los casos de mujeres embarazadas.

La nómina del Monumento se elaboró a partir de los casos denunciados ante la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP) y los denunciados posteriormente ante autoridades competentes como la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y ante el Poder Judicial.

*Celina Fabregues es periodista. Conduce Cuidarte Más por FM Villegas, los sábados de 9,30 a 12 horas, programa que se repite a las 19 del mismo día.