La sexualidad es una dimensión fundamental de la vida humana, independientemente de las características físicas o funcionales. Sin embargo, a menudo se pasa por alto la importancia de abordar la sexualidad desde una perspectiva inclusiva que tenga en cuenta las necesidades y experiencias de las personas con diversidad funcional.
Se trata de desterrar mitos y estereotipos, promover una visión inclusiva y respetuosa de la sexualidad de las personas con diversidad funcional y comprender que abarca una amplia gama de condiciones donde emergen la movilidad, la comunicación, la percepción sensorial y otras áreas de la funcionalidad humana.
La sexualidad es parte integral de la experiencia humana, no está exenta de la diversidad funcional y es crucial abordarla desde una perspectiva inclusiva y respetuosa.
Las personas con diversidad funcional tienen los mismos derechos sexuales y reproductivos que cualquier otra persona. Tienen derecho a disfrutar de una vida sexual plena y satisfactoria, a tener relaciones consensuales, a decidir sobre su cuerpo y a acceder a la información y servicios de salud sexual y reproductiva.
Por eso, es esencial reconocer que la diversidad funcional no debe ser vista como una limitación, sino como una característica que influye en la forma en que una persona interactúa con el mundo.
Silvina Peirano es profesora de Educación Especial y especialista en Sexualidad y Diversidad Funcional, además dirige el Centro Julia Pastrana, la primera comunidad de Argentina dedicada a la sexualidad con perspectivas en diversidad funcional/discapacidad.
La especialista estuvo en General Villegas para participar de un conversatorio sobre ESI: género(s), mujer y discapacidad, organizado por la agrupación Pedro Satragno.
Según Peirano «el concepto de diversidad funcional, no es un término nuevo ni pretende suplantar al concepto de discapacidad, sino que es un concepto humano político» ya que «todos nos identificamos diversos funcionales a lo largo de nuestras vidas, porque la capacidad no nos define como personas, sino la dignidad. El hecho humano de ser personas dignas.»
Durante siglos de humanidad hemos aprendido que quienes no tenían determinadas capacidades (caminar, ver, oír, entender) «no eran tan dignos como nosotros. Lo que nos deja esta interpelación es ¿y quiénes somos nosotros? Lo complicado para todos, pero especialmente para las personas con discapacidad es que nos separe la normalidad», señaló.
La profesional hizo hincapié en una especie de necesidad «de seguir muy entre comillas, produciendo personas con discapacidad. Porque si no existieran las personas con discapacidad ¿nosotros qué seríamos?»
En medio de esa línea que separa lo normal de todo lo demás en una línea cada vez más flotante, «el tema de que la sexualidad todavía sigue siendo un tema difícil de abordar. Si algo compartimos con las personas con discapacidades, son los prejuicios, los tabúes, pero muchos de nosotros justamente en esta diferenciación de ustedes y nosotros, capaces e incapaces, nos seguimos definiendo», explicó Peirano.
«Yo siempre pongo en duda que tengamos todas las herramientas que nos auto adjudicamos. Creemos que tenemos algunos otros recursos para defendernos para cuestionar. Sin embargo, ninguno de nosotros, de este lado, ha sabido disfrutar tanto de su vida, de su sexualidad», aseguró la especialista.
Quizás esta idea de que «nosotros» tenemos una sexualidad plena y «ellos» no, viene a cuestionar nuestras propias garantías sexuales. «Yo soy muy sexual porque camino, porque veo y la verdad que nada de eso nos garantiza ni la felicidad, ni el goce, ni el placer», manifestó.
Para Peirano, «pensamos o ponemos en duda que las personas con discapacidad sean tan sexuales como nosotros» y lo vemos como «algo lejano, algo que nunca me va a pasar a mí, algo que no me va a tocar, que ojalá no me toque, porque si me toca, entonces aparece esta construcción tan rígida de la discapacidad como algo limitante, doliente, sufriente, de personas solas que no pueden decidir sobre su propia vida.»
Pensamos y sentimos a la discapacidad como algo muy «conectado con la soledad y con el dolor» porque «a quien le duele el cuerpo, no puede conectarse con su propio placer. Y la verdad es que la sexualidad no es solo placer, también es dolor.»
¿Pero qué pasa cuando tu vida está identificada sólo con el dolor? «Hay un término que a nosotros nos interesa mucho, que se llama capacitivo exteriorizado.» Esto es que en el relato sostenido de muchas personas con discapacidad aparecen frases comunes: no le voy a gustar a nadie, me voy a quedar sola, no me creo capaz. «Tanto hemos enseñado y aprendido, tantos años de este mensaje que finalmente, termina siendo parte de tu discurso», aseguró la docente.
La sexualidad es una fuerza vital y «si hubiéramos empezado por otorgar la identidad sexual a las personas con discapacidad, tendríamos personas con discapacidad mucho más resolutivas de su propia vida, lo que nosotros llamamos también el derecho al riesgo. Yo tengo derecho a equivocarme, a decidir como todos nosotros, pero hay una sobreprotección, un mal entendimiento de lo que es cuidar al otro. Que acá es, te cuido hasta de tu propia sexualidad», señaló Silvina Peirano.

Según la especialista, «tenemos una gran deuda pendiente con las familias de personas con discapacidad. Las seguimos dejando muy solas y solo aparecemos para juzgarlas. No lo que hiciste de más, lo que hiciste de menos y muchas familias, sobretodo de mujeres», donde aparece «la construcción de género en niñas, en mujeres con discapacidad a las que las nombramos sólo como discapacitadas, pero no como niñas, mujeres adultas. Les quitamos el género.»
La discapacidad es vista como una situación de absoluta negatividad, pese a que «es parte de la riqueza de la diversidad humana y no parte del problema», señaló.
Ahora es urgente cambiar esta idea arcaica, pero ¿por dónde empezamos? Para Peirano «es una muy buena pregunta que me hago constantemente. Me interesa mucho pensar estas instancias de la reflexión en torno a la discapacidad, siendo como lo que me considero humildemente una aliada del colectivo de personas con discapacidad. Porque si aquí hay unos grandes ausentes, son los protagonistas.»
Según Peirano, un compañero muy querido «dice que la discapacidad de la sexualidad. debe dejar de ser tema para ser perspectiva. Dejar de dramatizar, porque cuando dramatizamos, ponemos el problema de la sexualidad, el problema de la discapacidad, todo es un problema. Y la verdad es que no lo es. Las hemos tenido en cajoncitos diciendo que podían esperar y ¿sabes qué pasa? Las personas con discapacidad hoy ya no están dispuestas a esperar. Y hoy tenemos personas con discapacidad que son el síntoma de todo lo que les hemos quitado.»
Personas etiquetadas por distintos estereotipos que aparecen preocupantemente en cada una de las instituciones. Estamos atravesados antropológicamente por esa idea de la discapacidad, que despersonaliza al ser humano. Es su discapacidad, no una persona que vive con una funcionalidad diferente.
Según escribió la profesional en su bio de Linkedin, «enseñar sexualidad sin garantizar el acceso a la propia experiencia y sin ofrecer los apoyos necesarios, es como relatar qué se siente cuando hace frío, en plena ola de calor. Así mal-viven y aprenden la mayoría de las personas con diversidad funcional, sobre sexualidad. Desde escasas teorías e imaginando prácticas que nunca se les permitirán. Temiendo qué pasará si se les devuelve la intimidad arrebatada.»
«¿Quién de nosotros quiere formar parte de un colectivo que está asociado a la discriminación al sufrimiento, a la angustia, a la pobreza? Por eso es tan importante politizar la discapacidad. Y cuando digo politizar, digo ofrecer políticas públicas de equidad, con todas las instancias, con la perspectiva de género, con la educación inclusiva», se preguntó.
Para la especialista, el cambio empieza a ponerse en marcha cuando «venís a hablar de sexualidad y discapacidad de los otros y te vas pensando sobre tu propia vida.»
«Le podemos cerrar la puerta a la sexualidad, no hablar en la casa, no hablar de sexualidad en la escuela. No hablar en terapia, pero cuando le cerramos la puerta, la sexualidad entra por la ventana. El tema ya está acá», aseguró.
«Y nosotros damos una vuelta y decimos y ¿qué pasa con las personas que no tienen la capacidad la capacidad de utilizar un lenguaje oral? Ese es el concepto de diversidad funcional. Las distintas formas de tener sexo, de hacer el sexo, de hablar, de pensarlo, de decirlo, todo eso debería ser qué mismo valor humano», finalizó diciendo Silvina Peirano.




