Daniela Specogna es de General Villegas y hace cuatro años tuvo cáncer de mama. La enfermedad provocó un antes y un después en su vida; y en la de su familia. Tanto que en lo personal se podría decir que abandonó su perfil bajo para dar a conocer lo que le había tocado vivir, con el único objetivo de darle visibilidad al tema, tal vez como los villeguenses no estamos acostumbrados a ver, con el único objetivo de concientizar sobre la importancia de los controles médicos y la prevención.
En este contexto, y en medio de la campaña de Lalcec en la lucha contra este tipo de cáncer que se recuerda en cada mes de octubre, se publicó en las redes sociales la foto de Daniela mostrando su cicatriz, prácticamente cubierta por un tatuaje en particular: un lazo, que también forma parte de esta historia.
«Mi ginecóloga, Adriana Del Valle, de cada operación que me hacía, o en las consultas, me decía que era un ser de luz, que tenía toda la energía, la calma, la paz que se necesita para transitar esta enfermedad. ‘Todo lo que vos hacés con positivismo no te lo podés guardar, tenés que contarlo, ayudar a otras mujeres que estén pasando por lo mismo’. Esas eran sus palabras. Me decía que no me tenía que guardar nada y eso siempre quedó rondando en mi cabeza. Algo tenía que hacer para ayudar», comenzó contando Daniela.
¿Cómo nació la idea de la foto?
Después de la mastectomía y de alrededor de un año y medio que me llevó tomar la decisión, sentí que con eso me iba a empoderar, estar más abierta y poder contar lo que me había pasado y ayudar a otras mujeres. Lo charlé con Natalia Tanino, que es una aficionada de la fotografía, me dijo que sí, me dio mucha confianza, fui a su casa, hicimos varias fotos, consulté con mi familia sobre cuál le gustaba más y si podía exponerla. Lo aceptaron y así fue como salió la foto, para visibilizar, concientizar, darle credibilidad. Que se viera mi cara para que en Villegas, que nos conocemos todos, o en la zona, las mujeres pudiéramos decir: ‘me puede pasar, voy a hacerme los chequeos’.
La importancia de prevenir…
Los chequeos son sumamente importantes. Yo me los hacía en octubre de cada año. En 2018 tuve el diagnóstico de que era cáncer. Está el dicho que dice ‘tocate para que no te toque’. Pero en mi caso tenía microcalcificaciones, que no son palpables. Entonces, está buenísimo hacerse los chequeos, porque una detección precoz hace que los tratamientos sean más cortos y que sea mejor la calidad de vida.
¿Hay una Daniela antes y después del cáncer?
Sí, por supuesto. En ningún momento renegué de la enfermedad. Va a sonar loco, pero le agradezco a la enfermedad, porque mi vida cambió, vivo el día a día, disfruto desde que me levanto hasta que me acuesto, pongo pausas, me tomo mi tiempo. Antes no lo hacía, vivía acelerada. Cuando tuve el diagnóstico la transité, le dije: ‘vamos a pasarla juntos, vamos a atravesar tormentas, tempestades, nos vamos a acompañar mutuamente y cuando yo sane te voy a soltar, voy a dejar que te alejes, porque seguramente aprendí la lección’. Hay un dicho que dice que la enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza por curar al hombre. Yo curé.
En todos los sentidos, porque uno cambia el estilo de vida, pone el acento en otras prioridades. Incluso renunciaste a tu trabajo.
Nos costó tomar la decisión. Yo ya había enfermado una vez y mientras estaba en el trabajo los estudios me habían dado valores que estaban mal. Supuse que el estrés laboral me estaba afectando nuevamente y no podía caer otra vez en la misma trampa. Tenía que redireccionar mi camino para no volver a caer. Fue difícil. ‘Piti’ (Betanzo, su esposo) me decía: ‘con un solo sueldo Gringa, no vamos a vivir’. Pero también pensábamos en qué era preferible, tener más plata y que yo ya no esté; o no tener un peso pero seguir juntos. Eso me llevó a que, casualmente también en un octubre, durante unas vacaciones, pensara mucho, pedí señales para decidir qué hacer. Me llegó una señal, llamé a Mariana, mi jefa en ese momento; y le dije que iba a renunciar. No obstante, las iba a acompañar hasta diciembre para no entorpecer las vacaciones de mis compañeras y poder enseñarle a quien entrara, lo que yo hacía. Fue duro, pero fue un alivio. Después la cosa fluyó por otro lado.
Tanto que te reinventaste y hacés unas cosas hermosas. Contanos.
En época de pandemia empecé a hacer velitas de soja, algo que continúo. Son souvenirs para algún evento o para poner en una casa o lugar que a uno le guste. Es como una terapia. Además, cuando renuncié a mi trabajo llegó mi primera nieta, a mí me interesaban los cumpleaños infantiles, yo adoro a los chicos, me encantan; y empecé con esos festejos, con decoración. Y hoy es mi pasión. Me di cuenta que esta es la vida para mí. Trabajo, me canso, pero es un cansancio placentero.
¿Qué repercusiones hubo de la foto y de tu exposición?
Las repercusiones fueron muy buenas. En la foto, o la participación en la caminata de Lalcec, o en dar esta nota, saco fuerzas de donde no hay y le pongo la cara o, literal, le pongo el pecho, porque se trata de ayudar a las personas, no sólo a las que estén pasando por cáncer de mama, sino cualquier enfermedad que tengan. Hay que ser positivos, eso es fundamental. Y otra cosa que cura es el amor de la familia. Sin el amor de la familia es un pronóstico totalmente distinto. Uno los acarrea en todo esto, pero está contenido. Si no se encuentra esa contención familiar, con sólo llamarnos estaremos ahí para motivarlos, darles esperanza, charlar, que se sientan con fuerzas, decirles que se puede, que hay otra manera de vivir; y que la enfermedad viene a enseñarnos algo. Entonces está bueno transitarla, después que se vaya.
¿Cómo fue ese proceso?
El diagnóstico lo tuvo en octubre de 2018. En enero de 2019 fue mi primera operación, me hicieron una cuadrantectomía y cuando fui a buscar los resultados, a los quince días, me dijeron que la zona seguía contaminada, que tenía que volver a operarme. Me volví a operar en febrero y a los quince días fui a buscar el resultado, tenía ya el bolso preparado porque al día siguiente íbamos a hacer un viajecito a Capilla del Monte, para descargarnos un poco. Pero me encontré con que debían hacerme una mastectomía porque seguía contaminada. Las microcalcificaciones, al ser tan chiquitas, no se veían en los estudios. Y en marzo fue la tercera operación. Después de eso, esperamos unos días para poder empezar con quimioterapia por un año y medio. Los primeros cuatro meses fueron semanales y después continuaron cada 21 días. Fueron muy duras, recuerdo que Ioma nos cubría el remis, así que en la madrugada salíamos para Junín con ‘Piti’, siempre firme. Siempre con el amor de la familia. Volvía y mamá me llamaba por teléfono diciéndome que descansara y que me había dejado algo preparado para comer, para recuperar fuerzas. Mis hijos, mis compañeras de trabajo. Éramos ocho mujeres y ellas también me daban fuerza, me alentaban y la verdad que fueron una gran contención. Yo hacía la quimio y al otro día iba a trabajar. A su vez, les daba a ellas el mensaje de la importancia de hacerse los chequeos.
Una familia que te acompañó también en el momento que decidiste hacerte un tatuaje en la cicatriz…
Sí. Y tiene un por qué ese tatuaje. Desde la operación, transcurrió un año y medio para que yo pudiera quitarme el corpiño en la intimidad. Era un bloqueo para mí. Un día veo en la televisión un tatuador que ayudaba a mujeres con cáncer de mama; y pensé en hacerme uno. Y entonces pensé en un lazo, que signifique la unión de todas las mujeres que luchamos esta enfermedad. Como mi cicatriz es una línea recta, qué mejor que la finalización del lazo recorriera esa cicatriz. Lo charlé en casa. Juani, mi hijo, habló con Rogelio Millán, consulté con mi médico que dijo que sí podía hacerlo; y mi hija María José me acompañó, así que lo hicimos. Fue bastante doloroso, porque aún tengo sensibilidad. Cuando Rogelio empezó a marcar los primeros pigmentos respiré hondo, pensé que no iba a poder seguir y en ese momento miré el techo, que está pintado con todos los tatuajes que ha hecho; y los ojos se me fueron a un colibrí. Mi viejo había muerto en agosto y era enero. Sentía que él me decía: ‘Dani sufriste tanto, luchaste tanto, dale un poquito más’. Entonces seguí, me lo hizo y a partir de ahí me siento otra mujer. Me quito el corpiño, no me importa, me siento empoderada, quiero ayudar.
Un antes y un después en vos, Daniela, que seguramente provocará un antes y un después en el tratamiento de este tema en General Villegas.
No quiero ponerme en papel de víctima, lejos de eso. El tema es ayudar. Mi viejo era súper solidario, ayudaba a todo el mundo, lo traigo innato. Lo traemos en la sangre. Por eso digo que quien esté atravesando un momento difícil, necesite palabras de energía, motivación, una palabra para seguir peleando por la vida, aquí estoy. Pero el amor todo lo cura y no hay que dejarlo pasar. Un abrazo diario cura, un beso. A veces no nos damos cuenta, no nos decimos te quiero. Hay que hacerlo diariamente porque eso da fuerzas. Y sí, estamos pensando con Natalia Tanino en hacer algo más grande el año que viene, algo lindo que podamos hacer en colaboración con Lalcec, buscarle otra vuelta para motivar a más gente, que se sientan partícipes. Lo tengo dando vueltas en mi cabeza. Y tengo ganas de hacer un relevamiento de todas las mujeres en Villegas y la zona para saber cuántas somos, para el año que viene hacer algo más grande en octubre, en el mes de la concientización.