Emiliano Lagos, «el Laucha», es petisero, desde hace unos 17 años vive en Inglaterra y fue el protagonista del programa N° 42 de «GPS villeguenses por el mundo», que conduce Esteban Mutuberría por FM Actualidad.
Argentina es el exportador absoluto de caballos de polo y mano de obra, gente superespecializada como los petiseros, que son cada vez más demandados por su alto nivel de destreza y capacitación.
Emiliano se crió en la ciudad de General Villegas, pero es oriundo de Santa Eleodora. Hoy tiene 38 años, dejó nuestro país en el año 2006 y según aseguró «nunca más volví, solo he regresado de vacaciones» a Argentina.
De muy chico asistió a la escuela de Moores y por cuestiones laborales de su mamá, también fue alumno en Elordi. Más tarde completó la secundaria en la Escuela Técnica.
Volvió a trabajar al campo, lugar donde creció y donde se enganchó con el polo como petisero, viendo la preparación de los caballos en la estancia de Gustavo Courreges.
La posibilidad de viajar a Inglaterra surgió mientras trabajaba para Enrique Avendaño en un establecimiento rural de General Pinto haciendo temporada en Buenos Aires y fueron ellos quienes lo llevaron a Europa, específicamente a Inglaterra.
Radicado desde aquel momento en Midhurst, West Sussex, con el inglés Alan Kent, el deporte ecuestre lo ha mantenido allí.
En cuanto a la tarea que realiza, explicó que «debo cuidar a los caballos en un campo donde la gente arrienda un espacio y paga un alquiler durante el invierno» y en el verano «tenemos caballos propios y nos dedicamos a prepararlos desde que son nuevos hasta que pueden jugar al polo.»
En cuanto a la adaptación, sobre todo con el idioma, «el Laucha» contó que «siempre fui medio malo para el inglés pero traté de aprender cada día, siempre se aprende. Ahora ya me manejo bastante bien.»
Cuando el petisero villeguense dejó la Argentina, la que más sufrió esa decisión «fue mi madre, pero vine siendo menor de edad, con una carta que hizo para poder viajar y acá estoy todavía», recordó.
Con apenas 20 años, dejar la familia, el hogar, la geografía reconocida, los espacios cotidianos y enfrentar un cambio tan grande no fue fácil, pero había tomado la decisión y solo quedaba ponerle el pecho, como buen paisano.
«Con el correr de los años vas perdiendo la comunicación con bastantes amigos y en el camino vas encontrando nuevos, pero sigo teniendo un montón de gente conocida. En General Villegas hice muchas amistades», reconoció después de nombrar a algunos que recordó en ese momento de la charla.
Ya aclimatado a su nuevo hogar, reconoció que «al principio la adaptación fue dura, ir a otro lugar sin conocer el idioma, llegar a un lugar extraño en el que no conocés a nadie, pero gracias a Dios, en el rubro del trabajo de los caballos es lo mismo, no importa el idioma y me manejé bastante bien.»
Los petiseros son el nexo entre el caballo y su jinete. Es común verlos trabajar al costado de la cancha alistándolos para que el jugador cambie de monta tan rápidamente como un auto de Fórmula 1 repone neumáticos.
En Estados Unidos e Inglaterra, dos de los grandes centros internacionales del polo, no es tan fácil ir a trabajar, sin embargo, un petisero ingresa porque es una mano de obra muy requerida. Es casi un artista.
Según contó Emiliano, «hay muchos argentinos acá trabajando en el tema del polo y eso me me ayudó bastante a soltarme.»
Aunque extrañó un poco, no fue tan difícil la distancia, porque está «acostumbrado a andar desde que era chico fuera de la casa», nunca pensó en volver y «siempre me sentí muy cómodo donde estoy», afirmó.
Vive en una casa en Midhurst, cerquita del trabajo «que compartimos un grupo de chicos que cuidamos alrededor de 500 caballos en invierno. Es mucho trabajo pero somos un grupo de unas nueve personas bastante organizado. En la temporada de polo, los dueños los recogen y se van a diferentes lugares de Inglaterra.»
En cuanto a las horas de trabajo, hay mucha diferencia de acuerdo a la época del año. «En la temporada de polo se arranca muy temprano, entre las cuatro o las cinco de la mañana» y eso puede variar de acuerdo a la situación del animal, indicó.
«En mi caso, que tengo caballos nuevos desde cero hasta que juegan, se empieza muy temprano, porque hay un lote muy grande de caballos y no te da el tiempo. El caballo nuevo lleva mucho tiempo de proceso hasta que están listos para salir a competir», expresó.
Entre las actividades que se realizan cada día, Emiliano Lagos señaló que «se los camina, a veces también se les da un trotecito, según sea el caballo y después se regresa a la caballeriza, se les hace un vareo y antes que empiece a jugar, se lo empieza a montar.»
En temporada de polo, en verano, los quinientos quinientos caballos se reducen a unos ciento veinte animales que son del lugar.
Pese a estar en Europa, no ha tenido tiempo de conocer demasiado ni de recorrer otros lugares, porque según contó, el trabajo es muy demandante y «no hay mucho tiempo disponible para uno», pero «sí he conocido algunos lugares» como Londres y otros sitios del país.
«Hace unos cuatro años viajó a España, llevando caballos nuevos para que iniciaran la carrera de empezar a jugar. Íbamos todos los febrero hasta mediados de abril en que volvíamos a seguir temporada acá», relató.
En febrero de este año, el boxeador Bruno Hong «El Metalero», se subió al ring en Londres para enfrentar al alemán Juergen Uldedaj. Antes del viaje, Hong recibió un llamado del Laucha para decirle que iba a ir a verlo.
Lo cierto es que en medio de todos los ingleses, hubo un hincha argentino. «Es un honor haberlo ido a a ver y ser el único argentino entre un montón de ingleses. Ver a un amigo allá arriba y alentarlo, después de tantos años fue muy emocionante.»
Se enteró por Facebook de un día para otro de la pelea. Como buen argentino, se subió a un tren durante dos horas y se fue a Londres. Al llegar no había entradas pero, como en todos lados, es una cuestión de negocios y consiguió una de reventa.
«Tenía un ratito libre en la tarde y dije me voy de una, sin pensarlo. La pelea era al otro día y yo no podía perdérmela», dijo bajito, pero con algo de emoción, como una rienda que se escapa por un segundo.
Emiliano es un villeguense suelto en Inglaterra. No es un príncipe, pero es un petisero, que para el polo, implica una suerte de corona.
De Argentina, «lo que más extraño es a mi madre y también a mi segunda mamá, Alicia Granson. Son dos mujeres importantes en mi vida», expresó.
Estuvo en Villegas en el mes de enero de este año durante unos veinte días, pero «para saludar a todos los amigos no me alcanzan ni tres meses. Voy a visitar a mi familia, unas pequeñas vacaciones y de vuelta al trabajo», señaló.
Esta cuestión de tanta labor y tan poco tiempo libre tiene su beneficio. Tras varios años con visa de trabajo, hace ya un tiempo «pude hacer la doble nacionalidad por los años de trabajo en Inglaterra y pude tramitar el pasaporte inglés.»
Sobre la rivalidad entre argentinos e ingleses, afirmó que «alguna vez me lo han hecho notar, pero es cuando uno tiene que ser más inteligente e ignorar la situación y listo. Prefiero llevar las cosas en paz.»
Sin embargo, alguna vez en un cruce de palabras, le saltó el gaucho y ante una situación planteada le respondió a un inglés que habló de más: «por eso estoy acá haciendo tu trabajo, y se terminó la conversación enseguida», dijo con picardía.
Y es que, como ya dijimos, los argentinos «somos muy valorados en el tema del trabajo de los caballos y sobre todo en el ambiente del polo», aseguró.
El año pasado estuvo en el pueblo donde vive, el villeguense Gustavo Courreges «y me acerqué a saludarlo, porque yo me crié en la Estancia La Chiquita de los Courreges y fue patrón de mi mamá y de mi padre también», sostuvo.
En relación a varios argentinos e incluso villeguenses que hacen temporada de polo en Inglaterra, destacó que «este año conocí a Félix Esain, a quien le habíamos tenido los caballos el invierno anterior. Félix es muy chico, aquí me comentaron que era de Villegas.»
Aunque no sabe si es carne argentina, Emiliano consigue costillares de res y hace asado, costumbre argentina a la que no renuncia, como al mate. «En la temporada es cuando tomo más mate porque tengo mucho tiempo en la caballeriza y vuelvo a la casa. Siempre se tiene el mate cuando se viaja en camión o hay un tiempo libre. A los ingleses les encanta», señaló confirmando que también existe el mate five o’clock.
Ya en el final del encuentro con Emiliano Lagos, adelantó que estará de visita en General Villegas el próximo 5 de enero, «para recargar energía y cambiar un poco el aire, porque se trabaja todo el año sin parar.»
Sus anédcotas graciosas están ligadas todas a pequeños momentos que tienen que ver con el manejo del idioma, porque según dice sonriendo, todavía «mi inglés es a lo Carlitos Tévez, very difficult.»
Respecto de sus planes a futuro, Emiliano entiende que seguirá haciendo este trabajo de petisero «hasta que el cuerpo aguante, hasta que den los huesos y uno pueda montar un caballo», además, «hay que tener cuidado de no romperse.»
Ya sufrió dos quebraduras grandes «y se complica a veces los días de lluvia. Cuando uno es joven no tiene miedo a nada y después, cuando comienzan a pasar las cosas, empezás a abrir los ojos.»
¿Y después? «Yo nunca pienso en el después. Pienso en presente. La vida dirá. Uno naufraga en la vida y siempre vivo el presente. Por ahora, a seguir trabajando, intentar ahorrar y hacer una diferencia. Soy joven todavía y todavía tengo tiempo para pensar que hacer», enfatizó.
«Es lindo volver a la tierra de uno. Me gusta mucho Argentina y mi casita en Santa Eleodora, donde nos juntamos todos los Lagos la última vez que viajé para festejar el cumpleaños de mi abuela», dijo.
Cerca del nuevo reencuentro familiar, en el mes de enero, agregó que también tiene un hermano en Villegas, el odontólogo Cristian Bonetto.»
En los últimos minutos al aire, ya en la madrugada en Inglaterra, el día comenzará a las 7.30 de la mañana y se extenderá hasta las 5 de la tarde, que es cuando termina la luz del día en el otoño inglés.
Se despidió dejando saludos, «especialmente para mi mamá, para mi hermano Cristian, para mi padre Daniel Lagos y mis hermanos por parte de padre, les mando un abrazo grande y también a toda la gente conocida de General Villegas.»
Alguien del ambiente comentó por ahí que los petiseros son como los adaptadores de corriente entre el caballo y el jugador. Es gracias al trabajo de hombres como Emiliano «el Laucha» Lagos, que el jinete puede montar el animal con una confianza casi ciega, por el inestimable trabajo de cuidado y entrenamiento incansable de estos preparadores de élite.