Argentina no es un país que se caracterice por tener demasiadas políticas de estado, mas bien todo lo contrario. Los sucesivos gobiernos tienen aspiraciones fundacionales, transmitiendo el mensaje de que todo lo que hizo el anterior es malo y no sirve. También utilizado como chivo expiatorio para errores propios.
En ese marco se encuentra la sociedad argentina, viajando de banquina en banquina, sin encontrar la traza de la ruta, un punto medio, un equilibrio, ni acuerdos convivenciales básicos.
Así fuimos testigos este último 24 de marzo de un peligroso acto de negacionismo promovido por el gobierno. Cuestionando la cifra de desaparecidos, intentando que la discusión sea meramente numérica, que si uno, dos, ocho mil, nueve mil, menos de quince, etc. Intentando también reestablecer la teoría de los dos demonios, tan abordada ya.
Un deber primario de un estado es proveer a la defensa común (está en el preámbulo de nuestra Constitución Nacional), en gran parte para eso se forman los estados. Los ciudadanos, esperan que el estado los proteja y no que cometa crímenes amparándose en sus facultades extraordinarias y en el monopolio de la fuerza. Por eso, cuando es el estado a través de sus agentes, quien comete un delito, la pena resulta agravada por esta condición especial. Por poseer el monopolio de la fuerza y por fraguar la confianza depositada en él.
Un sencillo ejemplo, si nosotros transitamos por la ruta y vemos a alguien vestido de policía deteniendo a los autos, lógicamente pararíamos y pondríamos a disposición nuestra documentación. No esperamos que utilicen nuestros datos para hacer compras fraudulentas, robar nuestra identidad, o aprovechar que descendimos del vehículo para huir con nuestras pertenencias.
De la misma manera, no se espera que un estado persiga por cuestiones políticas, ideológicas, de sexo, raza o religión a sus ciudadanos. Por eso el agravante de los delitos cometidos en la última dictadura.
En este punto la discusión sobre el número se torna baladí. Si los desaparecidos fueron 2, 10, 5000 o 30000 no resulta menos grave. Por eso el mensaje del gobierno al igual que toda su dialéctica, es una vez más provocadora, agresiva.
No obstante todo lo dicho, no puede dejar de señalarse que –al igual que con muchas otras justas causas- el kirchnerismo ha destrozado y banalizado esta agenda de los derechos humanos. Dando lugar a las banquinas o posiciones extremas y antagónicas a las que se hacía mención al principio.
Beneficiar económicamente a asociaciones de derechos humanos, utilizarlas en pos de canalizar negocios espurios, volverlas un centro concentrador de favores políticos y económicos y un nicho de corrupción es igualmente grave que negar el hecho. Violentaron tanto la agenda, la manosearon y ajustaron un relato tan acorde a sus intereses que pusieron a organizaciones muy nobles en el centro de la opinión pública, manchándolas con sus escándalos de corrupción.
En este marco y para ser concretos no puede dejar de señalarse el plan “sueños compartidos” de las viviendas de Schoklender, que transitaban por intermedio de la fundación madres y abuelas de plaza de mayo, la universidad nacional de las abuelas de plaza de mayo. Un desastre.
Ahora bien, ¿este árbol tapa el bosque? En otras palabras: ¿el negacionismo de unos y la banalización de las agendas de otros, echa por tierra hechos realmente buenos, nobles y trascendentales como lo fueron el histórico juicio a las juntas? O la recuperación de la democracia, o el trabajo de la CONADEP… esperemos que no.
El kirchnerismo se ha apropiado y ha tergiversado banderas nobles que más que al radicalismo, le pertenecían al pueblo de la Nación Argentina. Aun así, eso no puede dar lugar al negacionismo que pregona el actual gobierno. Insisto que debemos recobrar la mesura, salir del antagonismo que tanto daño hace.
Idéntica reflexión me provocó un hecho mucho más cercano y banal. Transitando por la RN 7, pasando la ciudad de Junín, aprecio la paralización total de la obra pública. No hay máquinas en el lugar, no hay movimiento alguno.
¿Es mala la construcción de la Autovía 7? La respuesta claramente es NO. Es un legítimo, justo y antiguo reclamo de todos los ciudadanos. Quienes tienen derecho a transitar por rutas seguras y libres, máxime considerando las importantes ciudades que conecta, siendo infraestructura básica para el funcionamiento económico del país. Demasiadas muertes ya se han lamentado por la falta de esta autovía. Recordemos entre muchos otros, la mismísima muerte de Mario Meoni (quien fuera Ministro del Interior y Transporte de la Nación), o la del Arq. Antonio Carrozzi, o la tragedia de los chicos del Club Juventud Unida de Banderaló, la familia Rubio, entre muchísimas otras.
¿Por qué se paralizó la obra? Las respuestas que brinda el gobierno nacional son resumidamente dos. Por un lado “no hay plata” y por otro, la obra pública es la cuna de la corrupción.
Bueno, cabe señalar que hay alternativas. Para la excusa de que no hay plata, puede ofrecerse el negocio de la construcción a empresas privadas, articulando la obra a través de fideicomisos, PPP, concesiones, etc. Las ciudades que se conectan tienen una importancia tal que ameritan la mejora de la traza.
En cuanto al argumento de la corrupción cabe preguntarse si no resulta más acertado atacar la corrupción que a la obra pública. El problema es la corrupción, no la obra pública.
Nuevamente, el kirchnerismo se ha encargado de violentar a la agenda de la obra pública, haciendo creer que todo lo que toca el estado es corrupto y malo. La causa Hotesur, los Sauces, los cuadernos, la tragedia de Once, Jaime, Lázaro Báez, López y la lista sigue.
Reitero, la argentina necesita volver a la mesura, al camino del medio. Salir de la fácil pelea binaria y antagónica. Lamentablemente, ello requiere un proceso de mayor análisis, de reflexión, de ejercicio del intelecto para proponer y promover ideas superadoras, que escapen a esta idea binaria y antagónica de buenos y malos, blancos y negros, derechas o izquierdas. Vamos Argentina, estamos para un poco más que eso.
* Santiago Urchipía es abogado y militante de la Unión Cívica Radical.