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miércoles, octubre 16, 2024

Rafael Lalanda, el villeguense de corazón que vive una aventura fugaz por Italia

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Cada historia, cada aventura y cada protagonista, nos emociona de una forma diferente. Se trata de los nuestros. De aquellos que, por algún motivo, se asentaron en otras tierras, en otras raíces, a miles de kilómetros de su suelo natal.

En el capítulo número 85, el protagonista, nacido en la metrópolis santafesina, se presenta como un villeguense de corazón y alma. A pesar de no haber nacido en General Villegas, pasó aquí toda su crianza y adolescencia, forjando lazos y recuerdos que lo marcaron profundamente, a tal punto que siempre se ha identificado como uno más de nuestra ciudad.

Sin embargo, la vida lo llevó por otros caminos. Por circunstancias laborales, debió cruzar el Atlántico y establecerse en Europa, donde comenzó una nueva etapa. Este cambio lo obligó a reinventarse, adaptarse a una nueva cultura y enfrentar los desafíos de vivir en un continente distinto, lejos de sus raíces.

En esta ocasión, el protagonista es Rafael Lalanda. Nació en Santa Fe, se mudó desde muy pequeño a la localidad de Villa Sauze y luego se asentó en General Villegas. Este año tuvo la posibilidad, junto a un amigo, de mudarse a Italia. Pero la aventura será efímera, ya que solo durará seis meses y en octubre deberá retornar a Argentina.

Primeros pasos

Rafael nació en la capital de Santa Fe, pero apenas a los dos años se mudó a Villa Sauze con su familia. Allí comenzó a forjar su pasión de trabajar en la zona rural, con caballos. Y en plena adolescencia se asentó en General Villegas, la ciudad cabecera del Partido.

Sus padres trabajaban en una estancia. A los 18 años, Rafael se largó por cuenta propia y empezó a ver al campo como un trabajo, haciendo temporadas en Buenos Aires. Pero la vida lo llevaría a cumplir uno de sus sueños, aún de manera impensada.

Fanatismo por el Polo

Rafael se desarrollaba en una estancia en Buenos Aires, donde hacían embriones equinos, siempre en contacto con los caballos. El patrón jugaba al Polo y le recomendó seguir esta actividad. Entonces comenzó a jugar en una estancia de González Moreno.

«Me empezó a gustar. Estuvimos un par de años yendo a trabajar a Buenos Aires. Pero por temas económicos, me quedé en una estancia muy distinta en General Villegas. Durante nueve o diez años, estuve sin caballos. Pero un patrón me llamó para volver a hacer Polo, a la zona de General Rodríguez y Luján. Hice dos temporadas más antes de venir a Italia. Más que feliz», explicó Rafael.

Una posibilidad única

«Viajar es un sueño que tenía desde hace un tiempo. Volvimos a trabajar con caballos para ver si se podía cumplir esa ilusión que tanto tenía. Conocimos personas de todos lados», dijo Rafael acerca del anhelo de recorrer distintos países a través de su trabajo.

Trabajando en Buenos Aires, conoció a un gran amigo llamado Fortunato, que le recomendó hacer un viaje a Italia con un año de anticipación. Finalmente, cumplieron el deseo y se trasladaron rumbo a las tierras de las pastas. «Era el sueño que siempre tuvimos», expresó.

Sin embargo, el desafío es temporal y tiene una duración de seis meses. Llegado en abril a Europa, debe volver a Argentina a fines de octubre del corriente año. «Decidí venir a probar suerte solo. Pero, en un futuro, quizás la idea sea mudarnos con la familia en caso de que salga un trabajo fijo. Siempre traté de mantenerlo reservado por las dudas de que no se termine dando. Si se pincha el globo, se rompe la ilusión. Es la primera vez que me alejo así. Pero la situación económica te lleva a tomar decisiones complejas», dijo.

La decisión de alejarse de su suelo natal y de los afectos familiares, no fue para nada sencilla y se hizo complicado para Rafael. «Estoy casado con Patricia. Tenemos un hijo de cinco años. Entonces, fue difícil. Es la primera vez que viajo y me tira mucho no ver a mi hijo. Pero el apoyo es total. Ellos siempre me bancaron y sabían que era mi sueño hacer esto. Siempre agradecido por el apoyo que me dan. Todo por un futuro mejor y buscar la estabilidad para ellos», comentó.

¿Cómo es ser petisero en Europa?

La primera experiencia y balance de Rafael son muy positivos. «Han surgido cosas muy buenas. De hecho, ya tenemos trabajo asegurado para el año que viene. Así que volveremos a Italia. Hay que terminar un par de cosas. Pero las propuestas ya están hechas. Si no es Italia, otros patrones me han ofrecido retornar. Las perspectivas son buenas y positivas», aseveró.

Rafael tiene un patrón italiano y llegó al país por medio de un profesional, que es argentino. Integra un equipo de Polo, llamado Monloquer. «Días atrás terminamos el torneo. No pudimos ganar, pero sacamos manta a la mejor yegua, la que tengo yo y se llama Doña Leticia. Vino de Argentina este año. Fue mi mayor logro. El polo argentino e italiano, en general, son muy parecidos. En lo competitivo, en Italia es bueno pero aún falta. En Francia, España e Inglaterra está lo mejor», indicó.

Rafael es petisero. A lo largo del tiempo, se planteó la duda sobre si los que ejercían esta profesión jugaban al Polo. «Depende del patrón. Gracias a Dios, yo tuve la posibilidad. En base a lo que viví, el patrón me incentivó a querer jugar. Hay muchos profesionales que arrancaron como petiseros. La mayoría arrancan así», comentó.

Al mismo tiempo, explicó cuál es su función. «Somos los encargados de cuidar a los caballos, velar por su salud, su comodidad, con gran cercanía y apego, ligados principalmente a su desempeño deportivo en el Polo. Estoy cuidando a cuatro. Cada uno tiene a cargo una cantidad determinada de animales». 

Proceso de adaptación

El destino asignado para establecerse fue Roma, la capital italiana. Se asentaron en la parte céntrica de la ciudad, en un departamento, a 15 minutos del Coliseo Romano y a pocos kilómetros de Fontana di Trevi y el Estadio Olímpico, de los lugares más visitados del país. «Tenemos todo a mano. Es sencillamente hermoso», manifestó.

Un tema al que debió acostumbrarse Rafael fue a la diferencia horaria, de cinco horas, entre Roma y Buenos Aires. Esto dificultó muchas veces las llamadas y comunicaciones con su familia. «Podemos hablar después del mediodía italiano. Fue difícil el cambio horario. Es una parte complicada. Hoy en día, las redes sociales son buenas para entablar charlas. Se hace llevadero con eso. Pero estoy contento, al igual que mi familia», señaló.

«Es la primera vez que me largo solo, sin ver a mi hijo. Hubo tiempos que se hicieron muy difíciles, con días de lluvia donde no podíamos hacer nada. Ahí, la cabeza empieza a funcionar. Los días se hacen largos. Mientras hay movilidad, se pasan más rápido. Pero gracias a Dios, estamos muy bien. Igual, no llegué al punto de querer abandonar y volver antes de lo previsto».

Diferencias culturales

En estos seis meses, el protagonista contó que no logró adaptarse a la cultura italiana. «Tuve la suerte de venir con tres argentinos más en el mismo vuelo. El comienzo no fue tan bueno porque perdí la valija y no me podía comunicar. Se complicó por ese lado», dijo. Y aclaró que no pudo aprender el idioma italiano en estos meses, por lo que se maneja con un traductor web en su celular y con GPS para trasladarse por la ciudad en auto.

Rafael remarcó varias diferencias entre la cultura italiana y la argentina, pero sin dudas la que más le llamó la atención fue que en Roma toman el Fernet tradicional de forma pura, a diferencia de nuestro territorio, donde suele acompañarse y rebajarse con Coca Cola. «Las pastas son muy tradicionales en Italia. Están buenísimas. Con la comida me llevé muy bien, por suerte. Cada dos semanas, prendíamos fuego y hacíamos asado. A los argentinos, en Italia, nos relacionan siempre con Messi», contó.

Sacando los afectos familiares, Rafael eligió las juntadas con amigos como lo que más extraña de Argentina. «He hecho alguna amistad en Italia. La mayoría son compañeros de trabajo. Pero no he establecido esos vínculos de hermandad que hay en Argentina, porque el italiano es muy cerrado hasta que uno entra en confianza», sostuvo.

Planes para el futuro

Por lo pronto, el 31 de octubre deberá regresar a Argentina a reencontrarse con su familia y seres queridos, cerrando la primera etapa en el extranjero. «Será un lindo reencuentro. Muchos amigos me están esperando con asado. Estoy muy ansioso por llegar. Tengo muchos amigos. Y muy buenos», comentó.

Rafael no descarta la posibilidad de volver a Italia en conjunto con su familia. De no ser así, seguramente regresará solo. En tanto que también persiste la chance de retornar a Buenos Aires. «Veremos qué sucede. Eso es lo que tiene este ambiente. Si uno hace bien las cosas, tiene entrada asegurada. Lo positivo es que trabajamos bien», dijo.

Hay dos ofertas concretas de trabajo en el exterior para el año que viene. La primera sería volver a Italia, también a Roma, para participar del mismo club por segunda temporada consecutiva. Mientras que la otra era mudarse a Ecuador para hacer temporada, aunque la rechazó porque requería inmediatez.

«He hecho muchos amigos. Haciendo las cosas bien, se transforma en positivo», dijo. La última propuesta fue de un patrón que hace la temporada en Europa. Arranca en Roma, pasa por España y termina en Francia. «Todavía no hay nada cerrado. Quiero terminar acá de la mejor manera. Las prioridades la tienen las personas que me trajeron primero. Uno nunca sabe las vueltas de la vida», subrayó.

Conclusión

Rafael emprendió una travesía por Italia en busca de estabilidad y un lugar donde asentarse, persiguiendo el sueño que ha alimentado durante años. Con la convicción de que la vida muchas veces tiene cosas buenas preparadas, solo es cuestión de esperarlas, cruzó el océano con la pasión y el fanatismo que siempre lo han caracterizado. Así llegó al viejo continente, decidido a demostrar que todo es posible si uno cree en sí mismo.

Sin embargo, aunque su aventura estuvo llena de aprendizajes, todavía le falta cumplir la parte más importante de su sueño: reencontrarse con su familia. Estos meses en Europa no han sido fáciles, y el peso de la distancia se ha hecho sentir en cada momento de soledad. Extrañó profundamente a los suyos, a quienes dejó en la tierra que lo vio nacer, y sabe que su verdadero éxito no se completará hasta que ellos puedan estar a su lado.

Rafael ya ha sido sorprendido por la vida una vez, cuando le abrió las puertas a esta nueva etapa en Italia. Quizás, sea hora de una nueva sorpresa, pero en esta ocasión con su familia a bordo, acompañándolo en una nueva mudanza, a tantos kilómetros de distancia de la ciudad que lo vio crecer. Porque, al final, la historia de Rafael nos recuerda que, en ocasiones, el corazón puede más que la razón.

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