Inquieto buzo de las profundidades de la cultura, las costumbres, los personajes y la idiosincrasia local, nuestro Sócrates dialoga hoy con la profesora Graciela Favier. Sin más preámbulos, pasen y lean.
Sócrates: En el aniversario de la promoción 74 del Colegio Nacional te comenté que había propuesto hacer una entrevista con Graciela Favier de Rodríguez. ¿Y esa quién es?, me respondiste riéndote. ¿Sos así como implacable para hacer reír?
Favier: Sí, en realidad tengo una veta que heredé de mi papá y heredó mi hijo Juan Manuel, de esta cosa graciosa. O sea que me interesa hacer reír a la gente, más que la cosa dolorosa. Siempre estoy haciendo algún chiste y si ves mi Facebook vas a ver que quizás es una máscara. ¿Sabés que? No sabría decirte, pero sí, es así.
Sócrates: ¿Qué fue lo más importante que aprendiste de tu familia mientras crecías?
Favier: Mientras crecía aprendí los valores de mi familia. Yo nací en Buenos Aires, en una familia donde mis padres eran docentes, mis abuelos eran profesionales, y creo que son los valores que tiene Manolo, mi marido, que son los que aprendí en mi familia. La cosa de la honestidad, la cosa de la austeridad, la cosa del trato democrático con la gente, el desinterés por una cantidad de cosas superfluas, pero eso es lo que me brindaron. Y la cuestión emocional y amorosa y de poder expresar lo que siento. No me guardo, no me quedo con el entripado. Creo que es importante sentir las emociones y expresarlas, y expresar el afecto. Soy una persona de expresar lo que siento. Vos te vas a dar cuenta el día que me encontrás con mala cara y ando mal. No puedo disimular lo que siento. No sé si es una virtud o es un defecto, pero es así.
Sócrates: ¿Qué es lo más valioso que podés enseñar a las futuras generaciones de tu familia?
Favier: ¡Qué preguntita! Lo que le he enseñado a mi familia es a ser honestos, a ser rectos, a no defraudar a los que están alrededor, a ser amorosos con su familia, a ser buenas personas, más que nada. En algún momento hice hincapié en el desarrollo intelectual de mis hijos, sobre todo. Pero creo que con los años he aprendido que más que eso, si uno emocionalmente no puede expresarse, si uno se desvía en lo que quiere, no sirve. Hay que ser buenas personas con el resto de la comunidad, con el resto de la humanidad.
Sócrates: Madre, abuela, profesora, influencer del séptimo arte, ¿cuántas mujeres hay en vos?
Favier: Hay todas esas y muchas más que desconozco, porque a lo mejor yo tengo tiempo de descubrir alguna otra. Pero sí, de todas esas, creo que la que más arraigada tengo es la de madre y abuela. Mi familia es el centro de mi vida, no lo puedo negar. Todo lo demás forma parte de mí, pero de una manera, digamos, circunstancial, de momentos. Pero ser madre y abuela es lo más importante de mi vida.
Sócrates: ¿Cuánto de la heroína romántica como Julieta y cuánto de la anti heroína políticamente incorrecta como la Harley Quinn llevas en la sangre?
Favier: Mi cincuenta, mi cincuenta. O sea, tengo mi aspecto romántico todavía, no lo puedo negar. A veces me enojo conmigo por eso, pero también soy rebelde, sigo rebelde, rebelde sin causa a veces.
Sócrates: ¿Feminista y femenina o feminista y femenina?
Favier: Yo no soy feminista, soy femenina y reivindico los valores de la mujer, pero no me gustan estos ismos. No, no comparto un montón de cosas con las feministas, prefiero la mujer femenina en su lugar y cumpliendo roles que le corresponden y otros que se le adjudican y que los aceptan.
Sócrates: ¿El carisma se tiene o se adquiere?
Favier: ¿Cómo saberlo? ¿Cómo saberlo? Conozco mucha gente que tiene carisma, no sé si con eso se nace, o es un poco de histrionismo el carisma, es algo que surge de la gente, me parece que naturalmente, cuando no se tienen demasiadas trabas para expresarse, cuando uno tiene facilidad para comunicarse, pero no te lo puedo asegurar porque realmente no lo sé.
Sócrates: ¿Cómo se practica el deseo de seguir gustándose mucho?
Favier: Yo personalmente no me gusto mucho, a veces no me gusto nada, no solamente en lo físico sino también en algunas actitudes mías. No tengo tanta seguridad como a lo mejor los demás creen que tengo.
Sócrates: ¿Qué es la suerte para vos?
Favier: La suerte es fundamental, estar en el momento exacto y en el lugar exacto, y nosotros en la familia tenemos muchos ejemplos de eso, de haber estado en el momento justo y en la medida que eso se dio, haber tenido adelantos muy importantes. Mi vida es antes y después de Manolo, porque evidentemente él significó un corte con mi familia, una venida a Villegas, pero mi relación con él se inició de una manera fortuita, totalmente así, estábamos en un momento y en un lugar y se dio así. Y la suerte es así, y con esto quiero decir que mi encuentro con él ha sido una suerte.
Sócrates: ¿Has tomado alguna decisión donde dejaste que la suerte haya determinado lo que iba a suceder?
Favier: No, en realidad yo soy virginiana y muy racional, entonces no dejo que la suerte elija por mí. En general soy yo la que decido.
Sócrates: ¿Cómo definirías al sexto sentido?
Favier: Uy, sí, la intuición es fundamental, y eso en las mujeres es muy visible. Y cuando uno es madre y es abuela, la intuición, ese sexto sentido que tenemos, yo creo muy propio de las mujeres, que los hombres me parece que no lo practican, entre comillas, o lo niegan
Sócrates: ¿Crees que los creadores, los artistas, tienen un sexto sentido más desarrollado para captar la esencia de las emociones y situaciones?
Favier: Sí, seguramente, en cualquier rama del arte yo creo que hay una percepción y una intuición diferente a la que hay en el resto de la gente.
Sócrates: Marge Simpson personifica la tensión entre el deseo de realización personal y la lealtad a los roles tradicionales de esposa y madre, y hay momentos en los que se cuestiona si ser ama de casa le brinda verdadera satisfacción. No obstante, siempre vuelve a su familia como fuente principal de la felicidad ¿Qué pensás sobre esto?
Favier: Yo creo que es así. Siempre no, cuando era soltera y en mi familia, lo doméstico era menos preciado. Siempre en primer lugar, lo intelectual. Tanto es así que tenía una tía, cuando se enteró que me iba a casar, me dice: «no te imagino nunca entre ollas y sartenes y demás.» Sin embargo, con los años, y sobre todo después de jubilarme, he recuperado o he valorado, valorizado la actividad doméstica como algo que me produce placer. Me produce placer cocinar los 365 días del año, por ejemplo. Me produce placer cuidar a mis nietos, estar con mi familia, hacer el jardín. O sea, todo eso que desvaloricé cuando era joven, en este momento lo he valorizado de otra manera.
Sócrates: Una película que todos deberíamos ver.
Favier: No es justo, hay tantas, pero bueno, Cinema Paradiso creo que es la película, pero hay muchas.
Sócrates: ¿Por qué?
Favier: Porque apunta directamente a lo emocional. Yo cada vez que veo la escena, esas escenas de Philippe Noiret con el chiquito, lloro, se me caen las lágrimas. Ya sé lo que va a pasar, la he visto miles de veces, y sin embargo me conmueve de la misma manera que la primera vez.
Sócrates: Sin mencionarla, una frase que vos digas, esto hace referencia a tal película.
Favier: Una frase, a ver. «Todas las familias felices son iguales, pero todas las familias infelices son diferentes». (Nota: hace referencia a Ana Karenina, de la novela homónima de León Tolstoi)
Sócrates: Además del saludo y del wifi en una confitería, ¿qué otra cosa no se le niega a nadie? Marque con una X, como si fuera un múltiple choice: una palabra que alimente una esperanza, un espacio para equivocarse y luego seguir aprendiendo, una mirada compasiva.
Favier: Una mirada compasiva.
Sócrates: ¿Qué cambió para bien y qué cambió para mal en la educación a grandes rasgos?
Favier: Ese es un temazo. Eso es un tema de discusión en mi familia y con mis amigas, yo creo que se pasó de la educación enciclopedista que recibimos nosotros al otro extremo, ¿no es cierto? Yo estoy alejada de la educación en este momento, o sea que lo que veo es lo que veo en mis nietos, pero las herramientas que ellos tienen para estudiar y para incorporar conocimientos son diferentes a las que teníamos nosotros. Digamos, a nosotros como alumnos y a nosotros como docentes. O sea, si yo hubiera tenido el material que existe hoy en día cuando daba clase, pues me hubiera sido genial. Pero todo ha cambiado y yo creo que también la relación entre la autoridad, no solamente en la escuela, y el alumno o el educando, que ahora es diferente. O sea, ya no se puede imponer la autoridad per se. Es decir, la autoridad surge de otras circunstancias.
Sócrates: ¿Qué te enamoró de Manuel Luis? ¿Su presente, su promesa o el encanto indivisible que es él?
Favier: Su contundencia. O sea, estar bien plantado en la vida. O sea, yo tenía 17 años y él tenía 24, o sea, ya estaba recibido. Yo hacía unos pocos días que había terminado la escuela secundaria y fue algo que me impactó. Esta cosa de solidez en todos los aspectos.
Sócrates: ¿A quién admira una mujer admirable?
Favier: ¿A quién admiro? Admiro a mucha gente. Bueno, a Manolo lo admiro. No se lo digo para que no se envicie y se crea más de lo que es. Pero sí, admiro a algunas amigas mías, por ejemplo admiro a Raquel Maranta, una de esas mujeres que son sabias. En francés hay una diferencia. Hay una diferencia entre sage y savant. Savant es el sabio de laboratorio, del libro. Sage es la persona que tiene sabiduría por el contacto con la realidad y demás. Es una persona que, además de quererla, he admirado siempre.
Sócrates: ¿Hay algún secreto para vivir mejor y ser un poco más feliz?
Favier: Sí, pero yo no lo tengo. Lo estoy buscando Yo soy feliz, pero hay momentos en que decaigo y digo, ¿será esto? Las felicidades son momentos, son flashes. Entonces yo creo que es ser coherente con uno mismo y no buscar lo imposible. A esta edad mía ya quiero estar tranquila. Quiero disfrutar de lo que tengo. No sé cuánto más voy a vivir, no sé cuánto más me queda por delante. Entonces vivo el hoy.
Sócrates: ¿Admirar a alguien es revelar lo admirable de una misma?
Favier: Seguramente que somos espejos del otro. Sí. De mí no sé si admiro algo. Siempre me flagelo con mis defectos. Pero yo creo que sí. Uno proyecta en el otro, o el otro proyecta en uno lo que uno es.
Sócrates: A menudo nuestra edad puede influir en las experiencias que hemos vivido. ¿Te importaría compartir cuántos años tenés para comprender mejor tu perspectiva?
Favier: Ya no tengo ningún problema. Tengo 76 años cumplidos en el mes de septiembre. Por eso te digo que no sé cuánto más puedo durar. Pero de aquí en adelante tengo proyectos todavía.
Sócrates: ¿Qué le debés a tus 76 años?
Favier: ¿Qué le debo? No me lo he preguntado. Las deudas me las olvido. (Risas)
Sócrates: Siempre nos quedará París. ¿Qué es París para vos?
Favier: París es la ciudad de mi infancia, en el sentido que en la escuela, yo estudié en Lenguas Vivas, teníamos ingles o francés. En el caso mío francés desde el jardín de infantes hasta quinto año. Hice todo el jardín, la primaria, la secundaria en el mismo colegio. Sigo en contacto con mis amigas hasta el día de hoy. Y trabajábamos en clase con un plano de París sin haberlo visto, sin haberlo conocido, sin haber tenido la vivencia. Y hoy en día, me acuerdo que en un libro de García Morente, de filosofía, hablaba de lo que era la vivencia de la filosofía, y ponía ese ejemplo. Una cosa es tener el plano y conocer las calles y los lugares como si fuera tu casa, y otra cosa es tener la vivencia. Hasta que no tuve la vivencia no comprendí lo que significaba para mí París. Es la ciudad.
Las 30 preguntas de Sócrates, para conocer un poco más a Graciela Favier.