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viernes, marzo 14, 2025
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Tatín Montivero y los 43 carnavales de Candabaré: tradición, lucha y reinvención 

En el estudio de San Martín 227, entre risas y anécdotas que atraviesan décadas, Fabián «Tatín» Montivero, líder de la histórica comparsa Candabaré, reflexiona con una mezcla de nostalgia y orgullo: «43 carnavales… vos perdés la cuenta de los años, pero no de las emociones». Con su voz ronca y gestos que delatan el peso de la experiencia, Tatín encarna la memoria viva del Carnaval de Villegas, un legado que se niega a apagarse pese a los vientos de cambio.

La familia carnavalera: un mundo que se fue 

«Antes había 60, 70 bicicletas afuera de las casas. Las familias Francucci, González, Tassi… todos trabajando juntos, día y noche», recuerda Montivero, mientras evoca la época dorada de las comparsas, donde el carnaval era un tejido social. «Hoy faltan esas familias enteras. Se perdió el trabajo grupal, ese ‘hacer de novios’ entre tambores, como antes». Para él, la esencia del carnaval residía en ser un punto de encuentro: «Era donde se formaban parejas, amistades, hasta hijos. Hoy la gente se junta, pero en las redes… no es lo mismo».

Sin embargo, Tatín no idealiza el pasado. Reconoce que las nuevas generaciones aportan frescura: «Los pibes llegan y lo primero que preguntan es ‘¿Cómo están en Instagram?’… A nosotros nos costó, pero nos reinventamos». Candabaré, fundada en los albores de la democracia, hoy combina tradición con destellos de modernidad, aunque Montivero advierte: «Hay demasiadas agrupaciones para una ciudad como Villegas. Antes éramos tres grandes; hoy compiten 10 o 12, y eso cansa a la gente y a los sponsors».

Competencia, desilusión y piel de gallina

La entrevista toma un giro emotivo cuando Tatín relata uno de sus momentos más amargos: el día que su hija, pasista de la comparsa, lloró en pleno desfile al enterarse de un segundo puesto inesperado. «Ella bailó llorando dos cuadras más… Esa imagen me marca. Dar todo y que no alcance duele, pero seguimos». Para él, la competencia es un arma de doble filo: «En Río o Gualeguaychú también compiten, pero acá a veces pesan las ‘políticas’… Hubo años que gastamos más que una murga chica y ellos ganaron más premios».

Pese a las frustraciones, Tatín insiste en que el verdadero triunfo está en la calle: «Si la gente aplaude, ya ganaste. El premio es ver a las chicas brillar con sus trajes». Su esposa Lucía, diseñadora de los vestuarios, es su aliada en esta misión: «Ella no dormía para que las pibas se vieran lindas. Eso no tiene precio».

2024: La leyenda del sol y la luna

Este año, Candabaré apuesta a una temática inspirada en mitos guaraníes: «Trajimos colores claros, luminosos… queremos transmitir luz, aunque nos faltó un carro alegórico por falta de manos». Con ingresos por calle Pringles, Montivero invita a Villegas a redescubrir el carnaval desde otra mirada: «Que vayan a ver a sus hijos, hermanos, padres… El espectáculo está en la calle».

Al despedirse, Tatín mira hacia el futuro sin olvidar sus raíces: «Seguimos porque creemos en esto. Aunque el sábado, cuando termine la última noche, solo querré guardar los tambores y descansar». Sus palabras resumen la dualidad de un hombre que carga 43 años de gloria y sudor, pero aún encuentra fuerzas para decir: «Seguiremos».