Algunas decisiones se toman solo una vez, pero pueden definir para siempre el rumbo de una vida. Julieta Bergés lo sabe. Se fue de General Villegas a los 18 años para estudiar en Buenos Aires. En ese viaje que parecía transitorio encontró una carrera, una pareja, una vocación. Y también descubrió que, aunque el lugar cambie, la pertenencia no se muda. Está arraigada en la memoria, en los afectos, en el documento y, sobre todo, en el corazón.
En el programa número 114 de GPS, Villeguenses por el Mundo, emitido por FM Actualidad 93.7, Julieta compartió su historia. Lo hizo durante una visita a su ciudad natal, donde volvió por unos días con su familia, con su historia a cuestas y la misma emoción de siempre al reencontrarse con su gente. Con una calidez que atraviesa el relato, habló de los comienzos, los cambios, los logros, las pérdidas, la maternidad, la vocación, el exilio voluntario y el profundo amor por Villegas.
Una dirección que nunca cambió
Julieta egresó del Colegio Nacional en 2003. Estudió en la orientación de Ciencias Naturales y Exactas y compartió aulas con futuras profesionales como Lucía Imbach y Gisela Gómez. Pero más allá del recorrido académico, hay algo que nunca modificó: su dirección. A pesar de haber vivido en Buenos Aires, Mar del Plata y actualmente en Barcelona, su domicilio oficial sigue siendo Beruti 331. “Es la casa de mi abuela. Ahí crecí. Nunca cambié la dirección porque siempre sentí que en algún momento iba a volver”, explicó con emoción.
Ese domicilio no es solo una referencia. Es una forma de sostener una identidad. De reafirmar un arraigo que va más allá de las distancias. “Cuando vengo a Villegas siento que me riegan”, dijo en una metáfora tan clara como sentida.
El primer despegue, la ciudad y el llanto
El despegue hacia Buenos Aires no fue fácil. Aunque se fue acompañada de muchas amigas, los primeros meses estuvieron marcados por la nostalgia. “Lloraba porque quería volver. Mi mamá fue clave, me dijo: ‘acá no tenés nada que hacer’. Y esa firmeza me ayudó a seguir adelante”, recordó.
Julieta comenzó el CBC de Medicina, y luego se inclinó por Nutrición, una carrera que le permitió integrar su interés por la salud con una mirada humana y cercana al paciente. A lo largo de los años, ese camino profesional se consolidó y se nutrió de nuevas experiencias.
Una carrera apasionada y comprometida
En Buenos Aires conoció a Pablo, su actual esposo, marplatense y médico. Luego de casarse en Villegas en 2012, se instalaron en Mar del Plata, donde Julieta desarrolló una sólida trayectoria profesional. Trabajó en consultorios, clínicas de renombre como la Clínica Pueyrredón y en internación domiciliaria.
Lejos de entender su profesión como un ejercicio mecánico, Julieta la vive con entrega. “No veo al paciente como cliente. Esto no es un negocio. Es salud”, afirmó. Para ella, cada paciente representa un desafío, una historia, una posibilidad de acompañar. “Cada cama que visité, cada domicilio al que fui, me dejó un aprendizaje”, señaló.
Trastornos alimentarios, cirugía bariátrica y empatía
Uno de los temas que más la moviliza es el tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria, una problemática que afecta especialmente a adolescentes y que exige un abordaje interdisciplinario. “No hay una pastilla para esto. Requiere tiempo, empatía, presencia. Y muchas veces, también distancia emocional para no quebrarse”, explicó.
Respecto a la cirugía bariátrica, reconoció que fue un boom en su momento, pero destacó que hoy existe mayor conciencia. “El cirujano opera el estómago, no la cabeza. Si no cambiás tus hábitos, el problema vuelve”, advirtió. Y subrayó la importancia de comprender que la obesidad es una enfermedad y no una elección.
El salto a Europa: una oportunidad inesperada
En 2023, Pablo homologó su título en España y recibió una oferta laboral en tiempo récord. En apenas cinco días, ya tenía contrato. La familia armó valijas y en un mes cruzó el Atlántico. Comenzaron una nueva etapa en Sant Cugat del Vallés, un pueblo cercano a Barcelona.
El comienzo no fue fácil. Julieta sabía que su título de nutricionista debía ser homologado para ejercer de manera presencial, lo cual podía demorar hasta dos años. Sin embargo, no se quedó quieta: continuó atendiendo pacientes argentinos y españoles de manera online, se capacitó, estudió catalán y se preparó para el nuevo escenario profesional.
Una nueva vida en Sant Cugat
Apenas instalada, la familia tuvo que adaptarse a una nueva lengua, nuevas reglas y nuevas dinámicas. “Allá todo es en catalán. Las reuniones escolares, el jardín, los trámites. Estudié catalán y ahora puedo tener reuniones en ese idioma. Eso me abrió muchas puertas y me ayudó a integrarme”, contó.
Isabela y Francisco, sus hijos, se adaptaron con naturalidad. “Isabela me corrige cuando digo algo mal. Francisco ya piensa en catalán”, relató entre risas. En casa, sin embargo, se habla argentino. “No quiero que pierdan nuestra forma de hablar ni nuestras costumbres”, aseguró.
De Barcelona a Villegas, ida y vuelta emocional
Volver a Villegas después de más de un año fue emotivo. “También fue muy fuerte el reencuentro con mi papá, que vino a visitarnos. Lloré, me enfermé después de que se fue. Me afectó físicamente”, confesó. Las visitas, los asados, los fideos de la abuela, las sobremesas familiares y los paseos por la casa de Beruti 331 formaron parte de un recorrido íntimo y reparador.
Durante la entrevista, Julieta fue clara: si alguna vez regresan definitivamente a la Argentina, lo harán a Villegas. “Mar del Plata no. Si volvemos, es acá. Está decidido”, dijo.
Proyectos, estudios y un nuevo comienzo
En septiembre comenzará a atender presencialmente en una clínica en Barcelona, bajo supervisión médica, mientras finaliza su homologación. También iniciará un máster en Psico-Neuro-Inmuno-Endocrinología (PNIE), un enfoque integrativo que estudia los vínculos entre los sistemas psicológico, neurológico, inmunológico y endocrino. “Me entusiasma muchísimo. Me ayuda a ejercer una nutrición más humana, más profunda”, explicó.
El estudio constante forma parte de su ADN profesional. “Uno tiene que actualizarse. No se puede seguir repitiendo la hoja de dieta con lo mismo de hace veinte años. La medicina avanza, y uno tiene que avanzar con ella”, expresó.
Vivir con el corazón dividido
Julieta dice que en Barcelona se siente bien, que hicieron comunidad, que tienen amigos argentinos y catalanes que los recibieron con calidez. “No me hicieron sentir inmigrante nunca. Te ven como alguien valiente que dejó todo para empezar de nuevo”, comentó.
Sin embargo, reconoce que vivir lejos implica también una soledad distinta. “Extrañás compartir un mate con tu hermana, un almuerzo con primos, una mirada que te entienda sin hablar. Eso no se reemplaza con videollamadas”, admitió.
Por eso, valora profundamente cada visita, cada reencuentro, cada abrazo postergado. Y se permite extrañar, sin culpas. “Hay gente que se va renegando del país. No es mi caso. Yo me fui agradecida, con ganas de probar una experiencia. Si alguna vez tengo que volver, no será un fracaso. Será volver a casa”, concluyó.