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lunes, octubre 6, 2025
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Una valija, unas máquinas de cortar pelo y un sueño: Heber en Arabia

Heber Rousendaal, un joven villeguense apasionado por la barbería, dejó su ciudad natal para trabajar en Arabia Saudita. Su testimonio desmonta prejuicios y demuestra cómo la perseverancia puede abrir puertas inesperadas.

En General Villegas, los atardeceres en el parque, los mates al aire libre y las peñas con amigos forman parte del paisaje cotidiano. También los vínculos cercanos, las historias de vida que se entrelazan y los sueños que, aunque muchas veces parezcan lejanos, laten con fuerza en cada joven que se anima a más. Heber Rousendaal es uno de ellos.

Con apenas 26 años, dejó atrás lo conocido para probar suerte en un destino tan inesperado como desafiante: Arabia Saudita. Allí, en la ciudad de Yeda, comenzó a escribir un nuevo capítulo en su vida. Lejos de su familia, su barrio, sus afectos y las costumbres argentinas, descubrió otro mundo. Un mundo con otras reglas, otra cultura y otra forma de ver la vida.

Un camino forjado con tijeras, sueños y valentía

Heber egresó del Colegio Nacional en 2018. Si bien su paso por la secundaria tuvo idas y vueltas –fue repitente, lo que, según él mismo reconoce, le permitió conocer a personas increíbles–, ya desde entonces sabía que quería dedicarse a la barbería. La pasión venía de chico: sus tías peluqueras lo inspiraron y él, con su estilo propio, siempre estuvo ligado al mundo del corte y el color. En sus propias palabras: “Me corto el pelo una vez por semana, me cambio el color seguido, un día tengo el pelo largo y al otro me pelo. Siempre me gustó”.

Tras un año sabático en Villegas, se mudó a Buenos Aires para empezar de cero. La pandemia interrumpió ese impulso inicial, lo obligó a volver, pero lejos de frenar sus sueños, le abrió nuevas oportunidades. Al regresar a la capital, conoció a un colega que sería clave en su vida. Ese vínculo lo llevó a trabajar en una barbería, dar clases y, sin saberlo, a tener la chance de cruzar fronteras.

El salto inesperado: de Buenos Aires a Yeda

Su amigo viajó a Arabia Saudita gracias a una propuesta laboral tras ser contactado por su cuenta de Instagram. No pudo concretarla de inmediato, pero el destino le daría revancha. A los pocos meses, abrió su propia barbería en Yeda y pensó en Heber. Lo llamó, le ofreció sumarse, gestionó el contrato y lo esperó del otro lado del mundo.

Lo que parecía un sueño imposible se volvió realidad. Heber, que jamás se había subido a un avión, atravesó continentes. Desde Villegas a Buenos Aires, de Buenos Aires a Etiopía, y de allí a Arabia. «No tuve miedo. Fue raro, pero me gustó. Llegué al aeropuerto y ya todo era distinto: la ropa, la gente, los rezos, todo me impactó», recuerda.

Derribando prejuicios y construyendo vínculos

Arabia Saudita no era lo que había imaginado. Ni él ni sus amigos o familiares. Las ideas preconcebidas quedaron atrás. «Mucha gente me decía ‘¿Estás seguro de ir allá? ¿No hay bombas?’. Y la verdad es que es primer mundo. Hay orden, respeto, seguridad. Nunca me pasó nada. Salgo a las 4 de la mañana del gimnasio a caminar por la calle y me siento más seguro que en cualquier otro lugar».

Los tatuajes, el idioma, la religión: todo lo que en un primer momento podría haber sido un obstáculo se convirtió en un puente. “Nos piden fotos por tener tatuajes, por ser argentinos, por llevar la camiseta de la selección. En un local nos regalaron helado por eso”.

Una rutina nueva, una vida distinta

La barbería en la que trabaja abre a las 15, porque por las mañanas no hay movimiento en la ciudad. Su día arranca tarde y termina de madrugada. Vive con el horario argentino, lo que le permite streamear y mantenerse conectado con su gente. También va al gimnasio, recorre shoppings, prueba comidas nuevas y descubre costumbres distintas. “Acá se come mucho en el auto, al paso, y muchos tiran la basura en la calle. Eso me choca. También me sorprende cómo construyen edificios de 25 pisos en un mes. Nunca vi algo así en Argentina”.

La carne es lo que más extraña. “No hay como el asado argentino. La carne de Brasil parece chicle”, bromea. Sin embargo, ha descubierto otros sabores: desde el shawarma y el mutabal, hasta postres como el alica, que mezcla queso, cereales y avena.

Vivir y convivir en otra cultura

Heber asegura que en Arabia Saudita se vive muy bien. El nivel de vida es alto, los precios son accesibles y todo se paga por QR. «No hay intereses, ni inflación como allá. Se puede ahorrar. Por eso pude comprar el equipo que necesitaba para streamear», cuenta.

Pero también hay normas que deben respetarse: el alcohol es ilegal, lo mismo que cualquier otra sustancia. Las relaciones amorosas están reguladas por la religión y el sistema legal. “Un hombre puede estar con una mujer no musulmana, pero si sos mujer y querés estar con un no musulmán, tenés que convertirte al Islam, saberte el Corán, los rezos…”.

Los casamientos también lo sorprendieron: hombres y mujeres festejan por separado, sin alcohol, con música tradicional si la familia lo permite. «Fui a uno y me impactó. El novio y la novia no se ven durante la fiesta. Es muy diferente a lo que conocemos».

Argentina, siempre presente

A pesar de estar lejos, su vínculo con el país se fortaleció. “Creció mi amor por Argentina. Se siente mucho más cuando estás afuera”, confiesa. Le pasó en un estadio, cuando fue a ver a Cristiano Ronaldo y gritó un gol: “Un tipo me pidió que me sentara porque no lo dejaba ver. Es un teatro, no una cancha. Allá nadie se queda sentado”.

Mantiene contacto con su familia, amigos y conocidos a través de mensajes, videollamadas y transmisiones en vivo. Es una forma de compartir su experiencia y mostrarse bien. También sueña con volver: a Villegas, claro, pero también conociendo otros rincones. “Me encantaría vivir en el sur argentino. Me gusta la naturaleza, el río, el frío. Pero uno nunca sabe dónde puede terminar”.

Sobre el final de la charla, Heber deja un mensaje para quienes dudan en dar el salto: “El miedo hay que dejarlo de lado. Todo suma. Aunque algo no salga como esperás, es experiencia. No hay que dejarse influenciar por nadie. Si tenés un sueño, tenés que seguirlo”.

Y si pudiera hablarle al Heber de hace un año, le diría simplemente: “No bajes los brazos. Lo que soñás, lo podés lograr. Tenés que dejar todo por eso”.

Desde Villegas al Golfo Pérsico, su historia es testimonio de que no existen sueños demasiado grandes para quienes se animan a perseguirlos.