En General Villegas todavía resuenan las anécdotas, la voz profunda y la risa inconfundible de Antonio Carrizo, aquel muchacho inquieto que nació como Antonio Carrozzi en 1926 y que, con los años, se convirtió en una de las figuras más emblemáticas de la radio y la televisión argentina. Para los villeguenses, Carrizo nunca dejó de ser “el nene que vivía en la biblioteca”, el joven que recitaba versos en cada acto escolar y que partió hacia Buenos Aires a los 22 años para abrirse paso en el mundo de la comunicación.
“Mi piel han sido los libros, mis ojos todo lo que veo, mi memoria es General Villegas”, solía decir. Y esa definición lo pintaba de cuerpo entero: culto, apasionado, entrañable y siempre orgulloso de sus raíces.
Ese recuerdo volvió a cobrar fuerza en el espacio “Goyo el Memorioso”, emitido por ACTUALIDAD, donde se repasaron las huellas que dejó Carrizo en la cultura nacional y, sobre todo, en su pueblo natal. Entre charlas, anécdotas y mensajes de oyentes, la figura del locutor fue homenajeada con calidez y emoción. No se trató solo de recordar sus logros, sino también de rescatar la cercanía de un hombre que, aun consagrado en Buenos Aires, jamás perdió la conexión con Villegas.
De Villegas al mundo
Hijo de un farmacéutico y de Blanca Abascal -que apenas tenía 15 años cuando lo trajo al mundo-, Antonio creció entre hermanos y libros. Desde niño mostró un interés especial por la declamación y la lectura. Pasaba horas en la Biblioteca Popular «Domingo Faustino Sarmiento», entonces ubicada en el primer piso del cine español. Allí no solo devoraba volúmenes uno tras otro, sino que también comenzó a trabajar como cadete: limpiaba la escalera, izaba la bandera en fechas patrias, llevaba registros de libros y hacía mandados. Pero, sobre todo, leía.
Ese amor por la palabra lo acompañó desde los inicios. Antes de partir a Buenos Aires trabajó en la tienda El Barato Argentino y en las propaladoras, aquellas camionetas con altoparlantes que recorrían las calles anunciando publicidades. Fue allí, entre micrófonos y calles polvorientas, donde nació su vocación definitiva.

Buenos Aires y la consagración
En 1948 probó suerte en Radio El Mundo. Tenía apenas 22 años y no conocía la Capital, pero su voz profunda y su talento natural pronto lo destacaron. Con los años, pasó por distintas radios hasta llegar a Radio Rivadavia, donde condujo durante más de dos décadas el programa «La vida y el canto», un clásico absoluto que marcó a generaciones enteras de oyentes.
Su carrera no se limitó a la radio: en 1960 fue la voz de la inauguración de Canal 13 y con el tiempo se convirtió en referente tanto de la pantalla como del éter. Supo entrevistar a personalidades como Jorge Luis Borges, con quien mantuvo un vínculo entrañable, y fue distinguido en múltiples ocasiones: el Martín Fierro en 2006, la Orden de Isabel la Católica y el reconocimiento como Caballero de la República Italiana, entre otros galardones.
Un hombre de libros, música y fútbol
Carrizo no solo fue periodista y locutor: también fue un lector voraz, un amante de la música, un coleccionista de figuritas y un apasionado del fútbol. Hincha confeso de Boca Juniors y del club villeguense Eclipse, nunca olvidó una anécdota singular: en 1966, durante un viaje a Londres, encontró una pelota marca Eclipse en una tienda deportiva y no dudó en encargar una de fútbol para traerla a su ciudad natal. Esa pelota aún se conserva en la institución.
De Boca hablaba con fervor y poesía. Sus palabras, cargadas de mística, todavía vibran en quienes lo escucharon declamar sobre la Bombonera, los ídolos xeneizes y la pasión azul y oro que lo acompañó hasta el final.
Siempre Villegas
Aunque la fama lo llevó lejos, Antonio Carrizo nunca se olvidó de su pueblo. Regresaba varias veces al año, sobre todo para visitar a su madre. En esas estadías se lo podía ver en el Club Atlético, en el bar La Tela o compartiendo charlas con amigos de siempre. Era, como recuerdan quienes lo conocieron, un hombre sencillo, accesible, amante de la amistad y de la conversación interminable.

En el homenaje radial, se recordaron también aquellas visitas a Villegas, las noches de sobremesa en bares porteños como La Biela o El Rodi, y su pasión por el automovilismo, deporte sobre el que podía hablar durante horas, con la misma pasión que lo hacía sobre Borges o Troilo.
Un legado inmortal
Antonio Carrizo falleció en 2016, pero su recuerdo permanece intacto en la memoria colectiva. Para General Villegas, su figura trasciende la del locutor consagrado: es símbolo de identidad, de pertenencia y de orgullo local. Su voz sigue viva en grabaciones, entrevistas y programas, pero sobre todo en las historias que los villeguenses cuentan una y otra vez, como si al evocarlo también regresara con ellos aquel joven que soñaba entre libros en la vieja biblioteca del cine español.
El homenaje en “Goyo el Memorioso” demostró, una vez más, que Carrizo sigue presente. No solo en las distinciones que recibió, ni en los programas que hicieron historia, sino en la memoria de un pueblo que lo reconoce como uno de sus hijos más ilustres. Y que, al recordarlo, también celebra su propia historia.