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martes, octubre 14, 2025
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Fabián Siri, el pibe bueno que soñaba con ser ingeniero agrónomo y quedó para siempre en el mar

Como cada jueves, el ciclo Goyo, el Memorioso volvió a traer al presente una historia profunda y conmovedora. En esta oportunidad, Román Alustiza evocó la vida de Fabián Siri, un joven villeguense de noble corazón, deportista y soñador, que perdió la vida a los 20 años en el hundimiento del crucero ARA General Belgrano durante la Guerra de Malvinas.

Fabián fue hijo de Paula Lezna y Alejandro Siri –“Jancho”, como lo conocían en el pueblo– y creció en una familia numerosa junto a sus hermanos Raúl, Luis, Jorge y Alejandra. Cursó sus primeros años en el jardín ubicado junto a la Escuela Nº2, continuó en las escuelas Nº1 y Agraria y, según recuerdan, fue siempre un alumno destacado, responsable y querido por todos. Su madre solía contar que desde muy chico soñaba con ser ingeniero agrónomo, una vocación que parecía venirle del amor por la tierra y el trabajo.

Un deportista apasionado y un chico de buen corazón

Fabián también fue un entusiasta del fútbol. Comenzó a jugar en Atlético Villegas, club al que lo acercaba la cercanía de su casa. Con el tiempo pasó a Sportivo, volvió a Atlético y nuevamente recaló en el conjunto aurinegro, donde se afianzó como marcador central. Era el clásico número 2: fuerte, decidido, sin vueltas, de esos defensores expeditivos que despejaban sin dudar. Quienes lo conocieron aseguran que hubiera llegado a jugar en Primera División.

Más allá del fútbol, quienes compartieron su vida lo describen como un joven amable, solidario y de una bondad inmensa. Tenía una energía contagiosa y una sonrisa franca que se hizo inolvidable para quienes lo trataron.

Del sueño agrónomo al mar de Malvinas

A comienzos de los años 80, Fabián se incorporó a la Armada Argentina. Fue destinado al crucero ARA General Belgrano, que zarpó desde la base naval de Puerto Belgrano el 16 de abril de 1982 rumbo a Ushuaia. Muchos de los tripulantes desconocían que, por entonces, ya se había decidido la recuperación de las Islas Malvinas.

Entre los conscriptos que compartieron aquellos días con él estaba otro villeguense, Juan Tula, con quien coincidió en varias guardias y largas charlas a bordo. Tula relató que el 2 de mayo desayunaron y almorzaron juntos; luego Fabián pasó a cumplir su guardia como radiotelefonista. Minutos antes de las 16, tres torpedos lanzados por el submarino inglés Conqueror impactaron en el buque. Era el final del General Belgrano y también de la vida de muchos jóvenes argentinos.

Fabián estaba terminando su turno cuando ocurrió el ataque. Nunca se supo con exactitud en qué parte del barco se encontraba. El capitán Héctor Bonzo, que sobrevivió, escribió años después el libro 1093, en alusión a la cantidad de tripulantes. De ellos, 770 fueron rescatados y 323 murieron en el hundimiento, que dejó al buque a 4.000 metros de profundidad.

Fabián, en una foto que recuerda su paso por la Marina

El recuerdo más humano: “Ese fue mi mejor cumpleaños”

Entre los muchos testimonios que rescatan la nobleza de Fabián, hay uno especialmente conmovedor. Lo escribió Jorge Antonio Páez, un suboficial que compartió guardias con él en el crucero. En un mensaje dirigido años después a la familia Siri, Páez contó que la última navegación del Belgrano coincidió con su cumpleaños.

“Esa madrugada, durante la guardia de señales, tu hermano me pidió permiso para bajar a buscar algo. Volvió con dos paquetes de Cerealitas y un picadillo, por mi cumpleaños. Me pidió que abriera los alfajores que traía y los repartiéramos entre los muchachos. Al rato, regresó con uno de los alfajores lleno de fósforos de madera, los encendió y me dijo: ‘Sople las velas, cabo, esta es la torta’. Partí el alfajor en tres y lo compartí con Fabián y el cabo Sarmiento, que también murió en el crucero. Siempre que lo cuento no puedo contener las lágrimas. Ese fue mi mejor cumpleaños.”

El mensaje, enviado por correo electrónico a los hermanos Siri en 2010, se conserva enmarcado como uno de los recuerdos más valiosos de la familia. Una anécdota sencilla y luminosa que refleja la calidez humana de aquel joven villeguense que, aun en medio del mar y de la guerra, supo compartir un gesto de amistad y ternura.

La mamá y el hermano de Fabián, Paula y Luis

El dolor de una madre y la fortaleza de una familia

Su madre, Paula Lezna, tenía 46 años cuando escuchó por Radio Colonia la noticia del hundimiento. Durante días no se conocieron los nombres de los sobrevivientes, y la incertidumbre fue devastadora. “Estuve tres años sin salir de mi casa”, relató alguna vez. Luego debió sobreponerse a la enfermedad y la muerte de su esposo, y sacar adelante a sus otros hijos.

Con el tiempo, Paula trabajó en distintos oficios: fue niñera, lavandera, cocinera en el Dorado Centro y en la clínica central, y también vendió verduras. Años más tarde, ya grande, completó sus estudios en la escuela nocturna. Su fortaleza, dignidad y temple fueron admirables, tanto como la memoria que mantuvo siempre viva en honor a su hijo.

Un héroe para siempre

Luis, uno de los hermanos de Fabián, viajó a la base de Puerto Belgrano apenas se conoció la tragedia. Quiso traerlo “como estuviera”, según contó, pero nunca logró hallarlo entre los sobrevivientes ni en los hospitales donde se recibía a los rescatados.

Hoy, más de cuatro décadas después, el nombre de Fabián Siri está grabado en distintos lugares de General Villegas: una calle, una plaza, una biblioteca de la Escuela Agraria y el Colegio Nº8 lo recuerdan. Su historia sigue viva también en el afecto de sus compañeros y en el reconocimiento de una comunidad entera que no lo olvida.

El homenaje eterno

Román Alustiza cerró la evocación de esta semana con un detalle simbólico: cuando los torpedos alcanzaron al Belgrano, en tierra estaba por comenzar un superclásico entre Boca y River. La vida y la muerte, el deporte y la guerra, cruzados en un mismo instante.