El ingeniero villeguense Gustavo González presentó una nueva entrega de su columna “Tecnología al Paso”, un espacio que cada semana busca acercarnos a los temas que atraviesan el mundo digital y su impacto en la vida cotidiana. Tras haber inaugurado el ciclo con el tema “El teléfono que reemplazó casi todo”, en esta ocasión González abordó un asunto que despierta tantas dudas como fascinación: la inteligencia artificial.
“El boom de la inteligencia artificial: del miedo a la curiosidad” fue el título de la charla, donde el especialista propuso desmitificar esta tecnología que, aunque parezca reciente, “nos acompaña desde hace mucho tiempo, incluso sin que nos diéramos cuenta”.
González recordó que los orígenes de la inteligencia artificial (IA) datan de los años 60 y 70, cuando los primeros investigadores comenzaron a desarrollar modelos de aprendizaje que buscaban encontrar patrones y mejorar la forma en que las máquinas podían “aprender”.
“Cuando uno escribía en Google ‘viaje a…’ y el buscador completaba la frase, eso ya era inteligencia artificial. También lo es cuando Netflix o Spotify te recomiendan una película o una canción”, explicó. Esos sistemas, aclaró, se nutren de nuestros gustos y comportamientos previos para ofrecer sugerencias cada vez más precisas.
A partir de esos desarrollos tempranos, llegaron los grandes avances. Google fue pionera en lo que se conoce como inteligencia artificial generativa, base sobre la que luego trabajó OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, hoy una de las herramientas más utilizadas en todo el mundo.
Aprender todo el tiempo
“Imaginemos a la inteligencia artificial como un alumno curioso, que no para de aprender las 24 horas”, describió González. Ese proceso constante de aprendizaje implica millones de datos que se almacenan y procesan en enormes centros de datos.
Esa capacidad de aprendizaje ha generado, sin embargo, debates sobre derechos de autor. “Si alguien escribe un libro y la IA aprende de su contenido, ¿debería participar de las ganancias que genera ese conocimiento? Es una discusión abierta, y muchos medios o editoriales han empezado a limitar el acceso de las plataformas a sus contenidos”, señaló.
Entre la utilidad y los límites
Para González, la IA se ha convertido en una herramienta indispensable, pero aún necesita del control humano: “Puede aprender cosas erróneas si la información que toma está mal. Por eso el rol del humano sigue siendo clave para supervisar y corregir”.
El ingeniero explicó que los modelos de lenguaje como ChatGPT funcionan “palabra por palabra”, prediciendo la siguiente palabra probable según el contexto, y por eso son capaces de generar textos coherentes y creativos. “No hay magia detrás, sino modelos estadísticos y mucho procesamiento de datos”, aclaró.
Consultado sobre las herramientas más destacadas del momento, mencionó que en su propio teléfono tiene al menos diez diferentes: ChatGPT, Gemini (de Google), Copilot (de Microsoft), DeepSeek (de origen chino) y Grok, desarrollada por Elon Musk para la red social X. “Mi favorita sigue siendo ChatGPT, pero Grok viene creciendo mucho en precisión”, comentó.
Un compañero digital
Uno de los aspectos que más sorprendió fue el uso emocional que muchas personas le dan a la IA. “En Argentina, uno de los principales usos es el de acompañamiento. Hay gente que le cuenta sus problemas, que le dice ‘buen día’ o que busca una respuesta afectiva. Y eso genera una familiaridad enorme”, contó González.
Esa cercanía también conlleva riesgos. “La IA no tiene empatía, no siente. Y aunque pueda simular una conversación, siempre tiene que haber supervisión. En Estados Unidos hubo un caso donde una persona fue inducida al suicidio por una mala interacción con una IA”, advirtió.
El costo ambiental del conocimiento digital
A la consulta de una oyente sobre el impacto ambiental, González explicó que “cada vez que alguien usa una herramienta de inteligencia artificial, se consume una cantidad de energía equivalente a la electricidad de una casa”. Por eso, las grandes empresas tecnológicas buscan abastecer sus centros de datos con energías renovables, una tendencia que también empieza a verse en la región.
“No es el enemigo”
Para cerrar, el ingeniero insistió en que la inteligencia artificial no debe verse como una amenaza. “No es el enemigo ni algo del futuro lejano: es el presente. El desafío es entenderla y usarla de manera responsable. La IA no tiene corazón ni empatía; eso solo puede aportarlo el ser humano”, subrayó.
El próximo martes, Gustavo González volverá con una nueva entrega de Tecnología al Paso, esta vez dedicada a las compras inteligentes y a cómo la tecnología está cambiando la forma en que consumimos. “La billetera ya es casi un objeto de museo”, anticipó.
Cada martes, el espacio se consolida como una guía práctica para comprender —sin miedo y con curiosidad— cómo la tecnología atraviesa la vida cotidiana.
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