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jueves, diciembre 11, 2025
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Diez años en Chicago: la nueva vida de Daiana Barreto, entre el desarraigo, la maternidad y un sueño que cambió de forma

La villeguense lleva casi una década en Estados Unidos y contó cómo transformó su mirada sobre la inmigración, la maternidad, el clima extremo, las mudanzas y el diagnóstico de autismo de su hijo menor. “Extraño Villegas… no puedo creer que diga esto”, reconoció. Su historia mezcla humor, resiliencia y un aprendizaje constante lejos de casa.

Dos años después de su primera aparición en GPS, Villeguenses por el Mundo, Daiana Barreto volvió a contar su historia desde Chicago. Ya no es aquella joven que peleaba contra mudanzas interminables, trabajos duros y un clima imposible. Sigue siendo frontal, intensa y divertida, pero ahora habla desde otro lugar. “Caí en la cuenta de que llevo casi una década viviendo acá”, dijo, sorprendida incluso de escucharse.

El invierno volvió a darle batalla. “Hace menos siete grados y mañana menos trece. Decidí amar este clima de mierda”, lanzó, fiel a su estilo, mientras describía cómo la nieve vuelve lento cualquier movimiento cotidiano: “Los autos se patinan, te accidentás, la ropa es otra”.

La mirada del inmigrante que deja de mirar hacia atrás

Hace diez años que vive en Estados Unidos y recién ahora siente que terminó de emigrar. “Si bien siempre veo cositas de allá, ya no me molestan tanto las críticas. Siento que terminé. Como que solté”. Explicó que durante mucho tiempo arrastró una identidad partida entre lo que era y lo que estaba aprendiendo a ser. “Me siento re argentina, pero mi realidad es esta. Mis hijos crecen acá, la música que escucho es esta, la moda es esta”.

Este proceso la marcó incluso en lo más cotidiano. La vida nocturna argentina, por ejemplo. “Ahora me sorprende ver gente saliendo a las dos de la mañana. Acá la joda empieza a las seis. A las doce ya estás repasado y a las dos cerró todo”.

Una mudanza que la devolvió a la ciudad: luces, culturas y un golpe de realidad

Su cambio más reciente la llevó al centro mismo de Chicago. “Es súper cosmopolita. Hay de todo y me encanta”, dijo. Sin embargo, el impacto no tardó en aparecer. Meses atrás se desataron redadas masivas contra inmigrantes. “Te paraban, pum, te cargaban, te subían a una camioneta. Era de película. Y estaba pasando acá, en la esquina de tu casa”.

Lo vivió con miedo. “Yo no dejo de ser inmigrante. Tengo un hijo nacido acá, pero yo soy argentina y pensé: si esto se pone heavy, ¿qué va a pasar?”. Ver desaparecer a personas conocidas fue un golpe duro: “Deportaron a una amiga colombiana que quería mucho. Se siente amargo, muy feo”.

La vida cotidiana: crianza, comida argentina y un lujo inesperado

Entre risas, contó lo que más la conecta con su país. “Seguir tomando mate, hacer comida de allá”. Pero hoy tiene un privilegio impensado en sus primeros años: una tienda argentina a pocas cuadras. “Me compré dos pastelitos y me sentí millonaria”, celebró.

La mudanza también transformó a la familia. Su hija mayor se independizó. “Me pegó re mal. Me rompieron el corazón. Yo fui mamá muy joven y fue mucho”, reveló. La del medio terminó la escuela secundaria con honores. “Cuando la vi recibirse sentí que lo logré. Lloré mucho. Valió la pena”.

Salud, diagnóstico y soledad: una maternidad distinta

Uno de los momentos más sensibles fue recordar el diagnóstico de autismo de su hijo menor. “Fue cruel. Estaba sola, sin amigas, sin mi mamá, sin nada. Ahí entendí lo que significa estar en otro país”.

Destacó la estructura de salud estadounidense: “Mi nene recibe terapias, ayuda económica, seguro médico. Tiene absolutamente todo”. Pero la parte emocional fue lo más duro. “Pensé muchas veces en volverme a Argentina. Me hacía un nudo en la garganta”.

Pidió empatía: “No existen dos autistas iguales. A veces mi hijo no entiende las situaciones, y los comentarios más crueles los escuché de adultos. Falta empatía con los padres”.

Un sueño profesional y la necesidad de reinventarse

Hace tres meses se recibió de personal trainer. “Dije: tengo que monetizar esto”, contó. También trabaja en un restaurante mexicano y planea unir entrenamiento con diseño de remeras y tazas. “Me encanta la personalización. Quiero machear todo”.

El futuro la encuentra en plena búsqueda. “No estoy haciendo nada extraordinario, solo llevando una vida cotidiana”, dijo, aunque planea empezar a viajar nuevamente cuando pase el invierno.

El humor villeguense que nunca soltó

Entre anécdotas, relató que muchos aún creen que sigue viviendo en Villegas. “Me escriben, me dicen que me pasan a buscar para tomar mate. Lo máximo que sostuve una mentira fueron dos semanas”, confesó entre risas.

Incluso reveló que hubo quien quiso comprarle fotos “especiales”: “Me quiso pagar en pesos. Le dije: juntá dólares con tu mujer y te mando la foto del culo. Pero en pesos, no”.

Volver de visita y un deseo firme para 2026

Después de diez años afuera, por primera vez siente el impulso de volver. “Extraño Villegas… no puedo creer que diga esto”. No piensa en regresar a vivir, pero sí en reencontrarse con su tierra. “Me gustaría volver de visita. Lo sueño. No sé si podré, pero ojalá sea en 2026”.

Respecto al futuro, lo ve claro: trabajar, ahorrar y volver a viajar. “Tengo ganas de recorrer. Hay muchos lugares cerca que quiero conocer”.

La historia de Daiana vuelve a mostrar que emigrar no es un salto, sino un camino largo, lleno de duelos, miedos, humor y conquistas pequeñas. A veces pesadas. A veces luminosas. Y siempre transformadoras.