¿Cómo pudo un grupo de inmigrantes españoles -hace un siglo- hacer un teatro semejante? ¿Imaginan ustedes cómo era el Villegas de entonces? Un pueblo que nacía, perdido en medio de la pampa, sin comunicaciones, lejos de todo. Un pueblo en blanco y negro.
En esas condiciones los gallegos -en argentino, léase «todos los que nacieron en España, sean asturianos, zamoranos o andaluces»- que escaparon de la nada que les ofrecía su patria de entonces; erigieron ese mágico lugar que ilumina la Moreno y llama la atención a todos los que nos visitan.
¿Cómo hicieron? Si no traían plata, ni tenían tierras, ni estaban altamente calificados. Muy fácil: les sobraba voluntad. Habían llegado a la tierra prometida y nada los detendría. De porfiados, nomás, hicieron el Teatro, el Prado y se quedaron para siempre.
Lo mismo hicieron los italianos, los sirios, los franceses, los turcos, los ingleses y todo aquel que deseó afincarse. La puertas estaban -y siguen estando- abiertas a todos. Ellos, junto a los distintos pueblos que habitaban este suelo desde hace siglos, dieron forma a esto que se llama Argentina.
Esa porfía fue retomada por la actual conducción de la Sociedad Española, decidida a torear la crisis económica ofreciendo espectáculos de primer nivel en tiempos donde todo el mundo solo atina a achicarse.
La tozudez dio sus frutos este sábado, y es bueno reconocerlo. Unas 300 personas ocuparon la mitad de la sala del Teatro Español -¡qué difícil no decirle cine- para ver «Siempre Juntos, un Amor de Revista», la obra de Carmen Barbieri y Santiago Bal, entre otros.
Lindo espectáculo, emotivo, con buen humor, lindas mujeres y destacados cuerpos de baile. Y no digan que fue cara la entrada: en calle Corrientes sale casi el doble. Y hay que viajar, alojarse, etc.
Ya se hablará de eso. Pero más importante es lo otro: que mucha gente salió de la rutina que la agobia, se arregló, se puso sus mejores ropas y se fue al teatro.
Compartió con sus vecinos del pueblo, se encontró con mucha gente a la que hacía tiempo no veía, volvió a casa caminando, con las manos en los bolsillos, charlando.
Algunos se cruzaron al Eclipse o caminaron un poco más. Dieron la vuelta y entraron en Sportivo; o siguieron por Moreno hasta La Esquina, Atlético o La Sucesión. Cenaron o tomaron un café, y hasta dejaron buenas propinas.
Dicen que así, con pequeñas cosas, se ponen en marcha los países. O los pueblos, si queremos pensar en chiquito. Saliendo a dar pelea y no quedarse esperando que alguien venga a solucionar todos nuestros problemas.
De porfiados nomás, se sale y se pone la economía en marcha. Se le escapa a la recesión. No hacen falta grandes reformas ni gestas repartidoras.
Pero no es todo. En fecha próxima los gallegos presentarán al Gato Peters, un espectáculo para chicos en vacaciones de invierno y hasta al mismísimo Midachi. De porfiados, nomás.