«¿No querés ir a jugar afuera?» le dijeron a Román Bustos. La conversación fue en un colectivo, con un hombre que no conocía. Este hombre lo había visto jugar en la primera de Deportivo Morón y ahora que había quedado libre del «Gallito» le estaba haciendo una propuesta que le cambiaría la vida para siempre. Pero en ese momento Román no lo sabía, solamente era un joven que quería jugar a la pelota.
Bustos había debutado en Deportivo Morón en un partido contra Estudiantes de Buenos Aires, durante una huelga de los jugadores de primera.
Para alguien de Ituzaingó jugar afuera era ir a Luján o a Mercedes. No tenía idea hacia dónde se estaba embarcando.
En una furgoneta de un comerciante de golosinas ARCOR, sentados en un banco de madera que estaba en la parte trasera, Román junto a un amigo decidieron emprender el viaje y la aventura. Salieron a las 9 de la mañana y llegaron a las 12 de la noche a su destino (su lugar en el mundo, aunque él todavía no lo sabía): Banderaló.
Corría la década del 60.
«Fuimos a la pensión donde los jugadores cenaban. Comimos uno sanguches y dormimos ahí. Al otro día fuimos en taxi a América para hacer los pases. En ese momento Villegas estaba en la Liga del Oeste», recordó Bustos.
Allí comenzó un amor que todavía perdura: el amor por los colores de Juventud.
«El primer partido no lo pude jugar porque no había llegado el pase. Después me dijeron que tenía que reemplazar a Arguissain porque se había lesionado. Él era un ídolo de Morón. Encontrarlo en Banderaló y jugar en su puesto fue una sorpresa. Había un equipazo. Me pusieron de 3 pero yo nunca había jugado en ese puesto, yo había jugado de 8. Jugamos contra Cosmopolita en Piedritas y ganamos. Seguí jugando de 3, pero también jugué de 4. Creo que menos de arquero jugué en todos los puestos», contó Bustos.
«Acá en Banderaló he visto jugadores de una categoría que cuesta verlos hoy en Buenos Aires. Vi jugar a Oro que venía de Ferro y que era un jugador extraordinario, a Raimonto que era un ‘fantasista’ y a muchos otros», recordó.
Bustos siempre estuvo ligado a Juventud y a Banderaló. Tuvo un paso por Alvear, pero en Banderaló fue donde construyó su familia: conoció a su mujer y tuvo dos hijas (todas hinchas de la Juve). Ahora ya es abuelo de dos nietos y un tercero que está en camino
«Juventud y el fútbol me dieron todo. Mi familia y muchos amigos. Es mi vida. Hace 50 años que estoy en Banderaló, es mi lugar en el mundo».