Joaquín Labarta -abogado, escribano, político y director general de Administración para la Logística en el Ministerio de Defensa de la Nación- fue dado de alta el pasado miércoles. El villeguense había sido diagnosticado como COVID positivo y, además, había contagiado a su mujer y su bebé de tan sólo 8 meses.
«El 24 de julio llegué de trabajar a mi casa y sentí un inusual dolor de rodillas, muy fuerte. El dolor era en casi todas las articulaciones, pero principalmente en las rodillas. Me desperté a la mañana siguiente con un dolor en todo el cuerpo y llamé a Sanidad Militar y una ambulancia me fue a buscar para hisoparme. En el mismo día me dijeron que era positivo y me mandaron a un centro de aislamiento, que era uno de los mismos centros que nosotros habíamos construido. Paradójico», le comentó Labarta a Actualidad.
No obstante, eso no era lo peor que le iba tocar atravesar a este villeguense: su mujer y su bebé de 8 meses también contrajeron la enfermedad.
«Estuve aislado durante tres días. Durante esos tres días empezaron con síntomas similares mi mujer y mi bebé que tiene 8 meses. Las hisopan a las dos y dan las dos positivo de COVID. Entonces me sugieren volver a mi casa porque no tenía sentido estar aislado si era solamente para cuidarlas a ellas. Mi mujer y yo con mucho dolor corporal, mi mujer tuvo fiebre, los dos perdimos el olfato y el gusto. Mi bebé hizo un pico de fiebre de 40 grados y no se la podíamos bajar. Nos asustamos mucho y por eso llamamos a una ambulancia para que nos llevaran a una internación conjunta, que terminó este miércoles. Además de fiebre, la bebé generó una especie de ampollas en la garganta, como si fuera una faringitis», relató el funcionario nacional.
Labarta caracterizó la experiencia como «muy angustiante»: «No es una internación común, es una internación donde los médicos no pueden entrar y las enfermeras tampoco. Te atienden por teléfono, evitan entrar. Entran una vez al día con todos los equipos de protección personal, tomando distancia. Ha sido muy angustiante tener a un hijo enfermo de algo tan incierto y desconocido. Encima lo único que te pueden dar es un paracetamol porque no hay nada para esta enfermedad. Es realmente desesperante», resumió.
Tanto Joaquín como su mujer y su hija fueron dados de alta y regresaron a su domicilio. «Yo tengo el alta epidemiológica, que quiere decir que no puedo contagiar. El protocolo cambió: al principio te hacían un hisopado al comienzo de la enfermedad y al final, que tenía que dar negativo; pero ahora ya no se hace el segundo hisopado. Después de una cantidad de días del ciclo viral te consideran de alta, obviamente si no tenés síntomas. Voy a esperar unos 7 o 10 días sin salir a la calle para estar seguro que no puedo contagiar a nadie. Después de contagiar a mi mujer y mi hija lo que más miedo me da es infectar a cualquier persona», explicó Labarta.
Afortunadamente su pequeña hija se está recuperando muy bien.
No obstante, y a pesar del alta, el villeguense advirtió que aún tiene mucho dolor corporal: «La fatiga física es impresionante. No es un cuadro gripal fuerte, como suelen decir. Te levantas de la cocina al baño y te tenés que sentar porque te agitas, te duelen las piernas. Físicamente te destroza, me sigue doliendo el cuerpo y yo tuve un cuadro leve, no quiero pensar cómo será un cuadro con una mayor carga viral. Por lo que hablé con los médicos esto va a durar en el cuerpo entre 21 y 28 días y después tenés una lenta recuperación hasta poder retomar el trabajo».
Concientización
Joaquín Labarta se dirigió directamente a toda la comunidad villeguense, especialmente a aquellos que minimizan al virus o no respetan los protocolos porque piensan que el coronavirus es algo lejano que nunca podrá afectarlos: «Es una enfermedad que no tiene tratamiento. Te enfermas, te encierran en una habitación y te dan paracetamol cada 6 horas. Y si te falta oxígeno te conectan en un respirador. Tenemos que ser conscientes que no hay una vacuna. Hasta que haya una, lo único que podemos hacer es ser extremadamente cuidadosos. El uso de barbijo es un acto estrictamente solidario, es para no andar diseminando las microgotitas. Si todos somos solidarios y usamos siempre el tapabocas estamos protegiéndonos entre todos y estamos evitando, además del coronavirus, otras enfermedades respiratorias típicamente invernales. Tenemos un pueblo muy solidario, pero no todo el mundo lo piensa así. Si todos usáramos el tapaboca, respetáramos el distanciamiento social y evitáramos las reuniones sociales, no tendríamos que lamentar ningún caso», concluyó.