Para Daniela Velez ser maestra no es solo un trabajo, es su vocación y una parte fundamental de su vida. «Es importante siempre cuestionarse las prácticas, llegar a tu casa y preguntarte ‘¿Qué hice hoy, que dejé, qué aprendieron?’ Y ser conscientes que esto tiene que ser una vocación: hay que profesionalizar la labor, seguir estudiando y seguir capacitándose. Lo más lindo es que siempre recibís un beso, un abrazo o un ‘seño’ en la calle», contó.
Daniela Vélez es una docente de la nueva escuela, de la nueva generación. La llama de la vocación se le encendió de grande (ella comenzó a estudiar cuando tenía 33 años y ya era madre de tres hijos), pero desde el momento que ingresó en la carrera de Magisterio supo que quería estar al frente de un aula.
Nació en CABA y vivió allí hasta los 18 años, momento en que se mudó a General Villegas junto a toda su familia. Su mamá le insistía que tenía que estudiar para ser maestra hasta que en el 2013 le hizo caso.
«Me costó empezar a estudiar porque estaba muy alejada de los libros y porque estaba con chicas que recién terminaban el secundario. Tenía 33 años y me costó empezar de nuevo. Fue un tiempito de aprendizaje hasta que le agarré la mano», le cuenta Daniela a Actualidad.
Dio clases en el IMI, en la Escuela N° 1 y en otros escuelas (todas suplencias) y ahora trabaja como preceptora en la Escuela Agraria. «Me encanta. Voy de una a siete de la tarde. Paso mucho tiempo con los chicos que están internados. Es una relación casi de familia. Dar clases es el desafío de enseñar, el de crecer y buscar nuevas herramientas para que los chicos aprendan. Pero ser preceptora en la Agraria es el desafío de estar con los chicos, el de ser la segunda mamá. Es otra cosa diferente. Ellos son grandes, pero igual necesitan el abrazo, la contención. Están toda la semana afuera de la casa y te esperan, te reciben con un beso y un abrazo», explica.
Hoy sigue capacitándose (está estudiando el Profesorado en Geografía) en este desafío de ser docente y siempre recuerda a su madre que la impulsó a ser maestra. «Mi mamá fallece en el 2016, un día antes de mi práctica final. Igualmente fui, hice mis prácticas y me fue bien. Me recibí. Fue triste, pero ella siempre estuvo apoyándome así que tenía que dar lo mejor que tenía», relata.
P: ¿Qué significa la docencia para vos?
R: No voy a decir que la docencia me recuperó la vida, pero en gran parte es así. Antes me dedicaba al trabajo autónomo, nada que ver con ésto. Mi mamá me insistió mucho para que estudiara, me animé y me encantó. Me gusta mucho la parte humana. Aparte de transmitir conocimiento me llevo mucho de los chicos. Los chicos te enseñan muchas cosas. Hay muchas realidades que uno a veces desconocía. Es lindo poder aportar un granito de arena. A veces hay familias muy difíciles, y estar con los chicos y que te cuenten cosas que no le han contado a otras personas te llena el corazón. También te lo llevas a tu casa: los problemas o las angustias son parte tuya y no te podés olvidar que tenés un alumno que no comió. Es muy emotivo el trabajo, muy emocional. Después está la otra parte, la de querer enseñar y no tener los recursos. Hay escuelas donde tenés todo: pedís un mapa y te lo traen. Y hay otras escuelas donde no podés enseñar sin primero llenarles la panza. Nuestro trabajo es más humano que cualquier otro.
P: ¿La docencia fue para vos siempre una vocación, algo que te había quedado pendiente?
R: Nunca me imaginé ser maestra. Pensaba que no era tarea para mi. Cuando sale la oportunidad, me insiste mucho mi mamá y yo fui a probar. Fui buscando una salida laboral, pero al pasar los años me di cuenta que me gustaba. Y cuando ingresé al aula, que es muy diferente a estar estudiando, me di cuenta qué era eso. La primera vez sentí muchos nervios, pero me preparé lo mejor que pude. Nunca estás del todo preparado. Fueron muchos nervios, mucha adrenalina. La clave está siempre en escuchar a los que saben, a las docentes viejas que siempre te están enseñando. Y también en escuchar a los chicos. Los chicos saben mucho y pueden aportar. El disparador es ése: ¿Qué es lo que sabe el nene?
P: ¿La docencia es una profesión que te genera frustraciones?
R: No, me genera desafío. Nunca te vas a olvidar del chico problemático, del chico vago; y eso es cierto porque es con quien más tengo afinidad, con quien más intento y al que más quiero llegar. A veces no se puede porque ellos se cierran, pero a la larga siempre genero algo. Tengo buena energía con ellos. Hay chicos que sí tienen problemas de aprendizaje y se nota, por eso uno busca otras herramientas. Pero cuando el chico no quiere aprender porque está negado o porque le pasan otras cosas busco la manera de llegar. Me preocupa el por qué le pasa eso. Hay veces sí se puede lograr y otras veces que no, pero siempre algo se rescata y siempre se aprende algo de ellos.
P: Muchas veces se hace una comparación entre los docentes de antes y los de ahora y entre la educación de antes y la de ahora. ¿Vos también la hacés?
R: Yo la comparación la hago como mamá. Siempre miro cómo aprenden mis hijos y cómo aprendí yo. La educación cambió porque cambiaron los chicos. Uno va evolucionando y necesita otras cosas. Antes el aula era un silencio bárbaro porque el chico le tenía miedo al docente. Ahora es diferente. El nene no se calla y eso está bueno porque el chico aprende a defenderse y tiene las herramientas para no quedarse callado. Obviamente que lo importante es que siempre lo haga con respeto y que sepa qué es lo que está defendiendo. Es muy diferente a hacer un capricho. Creo que los nenes tienen otras herramientas, nos enseñan a los grandes, tienen muchísima información, cosa que no antes no teníamos. Antes teníamos el manual y no preguntábamos más allá de lo que nos enseñaba la seño. Ahora tenés que estar preparado porque el chico te dice ‘vi en Discovery tal cosa’ y sale sabiendo más que vos. Y si no sabés tenés que reconocer que no lo sabés y tenés que estudiarlo. Vos tenés que ir preparado todas las clases. No es tan fácil.
P: ¿Pero como docente de la nueva generación no tenés problema con la tecnología como sí les puede pasar a las docentes más añosas?
R: La tecnología no es un obstáculo para mí, pero no podés descartar que ellas tienen la experiencia de estar frente al aula, de haber pasado por un montón de grupos y por un montón de formas de enseñar.
P: ¿Esto de la pandemia dejará alguna secuela en la forma de dar clases?
R: Sería lindo que quede una secuela y se pueda implementar más la tecnología. Yo he visto en las escuelas los carritos tecnológicos llenándose de polvo porque muchas docentes no se animan a usarlo. O creen que va a ser un lío llevarlo al salón, que se les va a desbaratar la clase. Sin embargo, los nenes necesitan profundamente un cambio. El tema es que no todos tenemos la posibilidad de tener una computadora en casa o un teléfono. Ahí se puede agrandar más la brecha de la desigualdad entre los que tienen acceso y los que no. Lindo sería que en todas las escuelas tengamos compus e internet. Es un recurso muy valioso. Hay nenes que te preguntan cuándo vamos a hacer robótica. Es necesario un cambio, profundamente.