Hace 28 años pisó suelo argentino y ya no regresó a su ciudad de origen: Foz de Iguazú. Desde hace un tiempo se radicó en General Villegas, donde se casó con Mario García. «No creo que algún día me vaya. Por lo menos eso es lo que pienso hoy», dice
«Regi», así la llaman sus allegados. La conocí personalmente hace un par de años, compartiendo clases de entrenamiento funcional. Nunca habíamos coincidido, pero un verano de cambios de horario hizo que la noche nos encontrara; y no para tomar unos tragos.
Fue el deporte en este caso el que me permitió conocerla, aunque no tanto. Y esa mujer que veía siempre de lejos, de rasgos distintos a los nuestros, la brasileña que por estos pagos encontró el amor y eligió quedarse junto a sus hijos, la que gusta del baile y he visto en alguna que otra competencia como le habrá pasado a más de un villeguense, no era lo que parecía a simple vista.
«Regi» es de contextura física grande, más de uno podría definirla como despampanante (que llama la atención y deja atónito, especialmente por su aspecto físico), de amplia sonrisa que no pasa desapercibida y capaz de sociabilizar con cualquiera que tenga ganas de charlar, aunque no fue así en un principio, recién llegada a nuestra ciudad, a la que debió adaptarse.
No muy segura de responder a nuestras preguntas («Me da cosita», dijo en confianza), reconociéndose tímida, «más allá de que no parezca», el diálogo se dio más rápido de lo que pensábamos. ¿La conocemos?
Perfil
Su nombre es Roberta Regina Dutra Rocha, tiene 49 años y está casada con el villeguense Mario García. Tiene seis hijos: Graciely (29), «que es la mayor, brasileña como yo»; Evelin (27) y Micaela (25), platenses; y Alexis (23), Jesús (20) y Alan (18), villeguenses.
«Los últimos cinco son hijos de mi primer pareja. Con Mario no tenemos hijos en común», comenta Regina. Y agrega: «tengo ocho nietos maravillosos, Felipe, Maitena, Salvador, Alina, Nicasio, Emilia, Milton y Elías».
Nació en Foz do Iguaçú (Foz de Iguazú), del estado de Paraná en Brasil, una ciudad turística que es la base principal para visitar las famosas Cataratas del Iguazú. «Y donde se encuentran las usinas de Itaipú», menciona.
Su llegada a la Argentina y a nuestra ciudad
Regina reconoce que tiene muy pocos recuerdos de su ciudad, «porque me vine a los 20 años, en mayo de 1992, cuando llegué a La Plata. Fue muy duro, porque estaba sola y hablaba otro idioma. Me costó mucho. Fueron muchos días donde la desesperación de no poder comunicarme bien me superaba».
¿Qué hizo entonces?. «Empecé a mirar mucha TV. Mirta Legrand, Pinky y Enrique Pinti; no entendía nada pero me gustaba escucharlos y así fui aprendiendo. En La Plata había una farmacéutica (no me acuerdo su nombre) que me ayudaba mucho con el idioma. Y tuve que aprender a cocinar las comidas de acá, que son un poco distintas de las nuestras. Pero lo logré», dice.
Regina cuenta que vino a nuestro país «con el padre de mis cinco hijos. Lo conocí allá. La decisión de venir y dejar todo fue muy rápida, vi una oportunidad y creí en ella. No puedo decir que las cosas fueron como uno imaginaba, el color gris estuvo muy presente en mi vida, pero mis hijos me dieron color».
«Un día las cosas se complicaron y terminé en General Villegas, el 5 de octubre del 1995. Acá era distinto, una ciudad pequeña, me sentía muy observada, incómoda. Mi primer amiga fue Adriana Giménez (administrativa del Consejo), su hija tenía amistad con la mía. Después la vida nos fue alejando», continúa.
Porque la vida continúa y va cambiando rumbos. «En un momento me separé de mi pareja. Tenía 32 años, 6 hijos y estaba sin trabajo. Una vecina (Norma Tirone) me dio una mano. Necesitaba un buen trabajo, pero al no conocer a nadie se me hacía difícil. Tenía una amiga que conocía a Susana Brime, ella fue mi referencia y así pude comenzar. Luego me ofrece trabajo María de los Ángeles Pringles y ahí todo cambió respecto a la situación económica. No pare más de trabajar en casas de familias. Y pasado casi el año de separación, conozco a García. Desde ese momento seguimos juntos, hace casi 17 años».
¿Volviste alguna vez a tu ciudad? ¿Cómo fue?
Volví cuatro veces en todos esos años a Brasil. La última fue en el 2019, de sorpresa. Mi prima, a la que considero mi hermana, Rosilei, cumplía 50 años.
¿Algún sueño o proyecto pendiente?
Ir a Brasil con toda mi familia, que somos muchos, y presentarles a todos allá.
¿Considerás que General Villegas es tu ciudad? ¿Por qué?
Al ser hija única, mi familia éramos mi madre y yo. La educación allá fue muy estricta, el respeto a las personas era primordial y esa es la educación que le di a mis hijos. Argentina es mi país por adopción y Villegas mi hogar. Todo lo que soy el día de hoy lo forje acá, hice la primaria en la Escuela de Adultos que está en Mitre y Saavedra; y la secundaria en CEAM (acelerado de un año). Hice unos cuantos cursos como modista, administrativa, gestora de consorcios y automotor, bibliotecología en la Facultad de Mar del Plata… Era mucho estudio a distancia. Al principio lo hacía con Gloria Scolari, pero teníamos distintos tiempos y lo seguí sola, rendí tres finales (dos bien y uno mal). Dejaba muchas cosas por el estudio, como familia y amigos, así que decidí dejarlo; mi familia es lo primero», relata Regina.
Y se apura a decir: «Ah! No me puedo olvidar, fui cuentacuentera, una experiencia única. Fui a narrar un cuento en la Escuela 46. Las caritas de los niños, cómo me miraban, sabía que no estaban entendiendo lo que decía», se ríe al recordarlo.
¿Practicás algún deporte? ¿Alguna actividad social/cultural? ¿Qué te permitió eso?
El deporte siempre me gustó, desde chica, pero no tuve la oportunidad de concretarlo. Tengo un mentor, en el año 2005 Mario (García) me ayudó a correr, hacer kayak, ciclismo, montañismo, de ahí en adelante no pare más. Oscar Barreto, Carlos Andreani fueron mis entrenadores. En el año 2011 o 2012, no recuerdo bien, hice tantos deportes… Maratones, duatlones, triatlón. En el 2006 corrí el último pentatlón que se hizo en Villegas, participé de un campeonato argentino de montan-bike, en Potrero de los Funes. Con Mario hicimos en 2009 el Cruce de los Andes (150 Km. corriendo en tres etapas), la Doble Elordi. Casi el 90% de las carreras realizadas acá, las más emocionantes, fueros las que hice con Mario y las que corrí con mis hijas, como la Carrera de la Mujer en Junín, donde salimos 3°.
Un día mi hija me invitó al hockey en Eclipse, me encantó. El profesor era Diego Herrera. Pasé por tres clubes: Eclipse, La Lucila (con la profesora Marianela -«Nela»-); y ahora hace unos años («ya ni me acuerdo»), que estoy en Atlético. Infaltable el gimnasio. Y este año jugamos al hockey con mis hijos (la mayor y los tres varones) en grupo, con amistades; y arranqué con el fútbol, algo que tenía pendiente. Me gusta mucho, estoy en Atlético (mayores de 18). También hacemos turnitos con mis hijos, me encanta pasar tiempo con ellos.
– ¿Qué tipo de trabajo hacés?
Pasé por muchos trabajos. Ahora estoy en el Jardín 914 como auxiliar y me encanta este jardín.
– ¿Qué esperás para tus hijos y nietos en el país que elegiste vivir?
Espero que en algún momento este país cambie, que llegue un gobierno donde no regale, sino que de trabajo, que pueda ayudar a los chicos y los adultos. Es decir, las cosas cuestan, tenés que trabajar para tenerlo. Igual adoro este país, el mío también, tengo mucho sentido de pertenencia, pero no creo que algún día me valla de acá, por lo menos es lo que pienso hoy, ya que la vida te da sorpresas y tu pensamiento puede cambiar.
¿Qué es lo que más extrañás, a pesar del tiempo transcurrido?
Lo que extraño de mi gente es la unión, más allá de las peleas. Creo que en todas las familias hay peleas, nosotros siempre estábamos una para la otra, mis queridas primas que las considero mis hermanas. Acá estoy sola y hay momentos que ellas me hacen mucha falta.
Ping Pong
Tu lugar preferido
Si tengo que elegir un lugar de mi ciudad es cuando yo era chica, 7 u 8 años, vivíamos en una maderero. Con mi mamá por las tardes nos sentábamos afuera a ver la gente que esperaba los colectivos, había una parada enfrente de mi casa.
Tu comida favorita
Tomábamos té con buñuelos (chá com bolinho). Esas tardes eran únicas mientras esperábamos la cena, que era arroz, porotos negros y huevo frito, acompañados con harina de mandioca o milho (choclo). Acá no tengo una comida en especial que pueda decir ‘comería siempre’. Me gustan casi todas, no me matan, pero…
Sobre una actividad, la que quieras…
Mi actividad favorita el hockey, pasaría horas jugando, me apasiona, tanto que este año hice cursos de arbitraje. Estoy capacitándome toda la semana en la Asociación Argentina de Árbitros de Hockey (AAAH), con el coordinador Roberto Ameijenda. El saber no quita espacio.
Brasileño/argentino (cómo son según tu experiencia)
Por lo que conocí a lo largo de los años que estoy en la Argentina, que son unos cuantos, 28 precisamente, no podría describir bien, porque la vida acá no me puso muchas personas, pero en general, como en mi país, son ventajeros, de poco gusto por el trabajo y hay algunos que me llevaré en el corazón por siempre.
¿Arrepentimientos?
La verdad que todos los grises que tuve se convirtieron en colores y se borraron los arrepentimientos. Estoy feliz con la familia que armé, con sus altos y bajos; mis amistades, las que estuvieron y ya no están, las que nunca se fueron; y las que están saben que soy sincera. Los amigos dicen la verdad, duela o no.