Con Paula Fumagallo ACTUALIDAD inaugura hoy la sección «¿Qué fue de la vida de?». Conocida por su paso por las bibliotecas del partido de General Villegas, el área de Cultura municipal y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), un buen día tomó nuevos caminos, menos expuestos a los ojos de terceros. Un camino hacia adentro.
«Es complejo explicar este cambio de vida, porque tendría que hablar de lo que me pasó en mis 40 años. Uno tiene que estar receptivo cuando siente que los ciclos ya se cierran. Trabajé de los 20 a los 40 en bibliotecas; estudié más de 8 años bibliotecología, me desempeñé en todo tipo de bibliotecas: públicas, escolares, especializadas; coordiné la red de bibliotecas del municipio; pero a poco de cumplir mis 40 años sentí que algo ya no estaba funcionando en mí. Cuando decía que dejaba de trabajar y me preguntaban el por qué la única explicación que podía dar era: «Siento que por acá no es». Era mi única certeza», aseguró.
Así, le dijo adiós a la seguridad del municipio y el INTA con el plan fundacional de tomarse dos años sabáticos, que no fueron tales. Atrás quedaron el vértigo, las obligaciones, el imprevisto, el horario y las actividades que se superponen. «Cuando uno tiene tanta demanda del afuera no tiene tiempo para pensar qué le sucede dentro. Yo encontré el modo corriéndome de esos lugares. En enero de 2019 ya no tenía horarios pero mi cabeza no estaba de vacaciones. Hice un viaje cortito a Villa Las Rosas, en Traslasierra, porque había un taller de cerámica al que me interesaba ir. Yo vengo vinculada a la cerámica desde hace muchos años. Cuando era chica en la Casa de la Cultura con Hilda Rasse y más adelante con Edgardo Matilla. Después de los 35 con Ana Uriarte, con un enfoque distinto. Pero en ese verano, con la ceramista Jesica Marsiglione, sentí que se abría un universo de posibilidades», contó Paula.
¿Por qué? ¿Qué fue lo que te cautivó?
Desde el manejo artesanal de la materia, desde aprender a hacer las pastas, formular los esmaltes, una manera de hornear que no conocía y toda una estética que se empezó a abrir en mí y después encontré que se correspondía en parte con la estética japonesa, con el hacer piezas para el uso cotidiano no desde la suntuosidad sino desde mejorar la calidad de vida diaria.
Es como que se abrió una puerta delante tuyo.
Sí, se abría algo que me generaba interés. De cualquier manera en 2019 y 2020 me tomé un tiempo para seguir trabajando con cuestiones de la palabra, de la escritura, de la ilustración. También hice un taller con Gabriela Saadi, que es artista plástica y que me abrió un registro del lenguaje del trazo, del lenguaje propio, porque básicamente lo que yo propongo en los talleres es acompañar la búsqueda y que cada uno descubra qué tiene dentro. No buscamos replicar piezas que ya hicieron otros. El camino va en la búsqueda interior y en el diálogo con la arcilla. Después, cuando uno ve las piezas, se da cuenta qué le pasaba a nivel personal en tal o cual momento.
¿Te ha pasado con los colores, reflejando el ánimo de esos días?
No me ha pasado con el color pero sí con las formas. Cuando no estoy pudiendo resolver algo tiendo a hacer formas mucho más cerradas. Todas las teteras salen de esos procesos en los cuales yo misma me voy metiendo para dentro a resolver cuestiones.
¿Cómo aunás tu amor por la literatura y la cerámica, si es que es posible, en una misma pieza?
Me pasa que cuando estoy en un proceso de escritura no produzco tanta cerámica. Es como si quisieras hablar dos idiomas al mismo tiempo. No podés hablar y que se entienda en chino y en ruso al mismo tiempo. Con la escritura y la cerámica a mí me sucede lo mismo. Siempre hago un paralelismo entre la poesía y la cerámica. La poesía, que es uno de los géneros menos leídos pero el que más me gusta, porque cada uno lee y entiende lo que quiere. Nadie te puede decir qué dice. La poesía es lo que te dice a vos. Con los objetos sucede lo mismo. Hay personas que se identifican con una pieza, una forma o un color y esa pieza en realidad les está haciendo resonar algo, les está moviendo un recuerdo del que tal vez ni siquiera tienen registro.
¿Y cuáles son tus fuentes habituales de inspiración?
Yo trabajo mucho con las formas de la naturaleza, con los colores que hay a mi alrededor. Vivo en una casa con un patio muy grande y trato de estar el mayor tiempo posible vinculada a esa naturaleza. Trabajo mucho con los colores de las plumas de los pájaros. Más de una vez me verán en la plaza sacándole fotos a algún pájaro en articular, porque a partir de este trabajo con la cerámica pude detenerme y mirar distinto. Está lleno de horneros, pero ahora veo la cantidad de matices de sus plumas. O los preciosos colores del plumaje de un Martín Pescador.
¿Cómo fueron esos primeros momentos de dejar la seguridad del sueldo depositado cada fin de mes para poner en el centro de la escena el mirar para adentro, ser uno mismo, cambiar el foco?
Internamente fue una situación de mucho miedo. Todos tenemos miedo de salirnos de la vida conocida. Fue una decisión que me llevó mucho tiempo. Una situación que me generaba mucha angustia, mucho temor. Pero debía animarme porque si no nunca más iba a tener el coraje o la lucidez necesaria para hacerlo. Siempre pensé que uno no debe quedarse en los lugares en que siente que ya no está, solo porque es un lugar seguro, especialmente si se es funcionario público, porque esto le hace mucho mal al sistema.
No era por ahí el camino.
Tal cual. La cerámica me recordó que si no estamos con el cuerpo, la mente y el corazón será mejor que nos dediquemos a otra cosa.
Hablemos de Sananita Cerámica, tu emprendimiento y a la vez la resultante de todo este proceso que has vivido.
Es mi modo de vida. Trabajo con arcilla de lunes a lunes, de la mañana a la noche. Es un proyecto de cerámica artesanal que fue muy bien recibido. Cuando se percibe que las cosas son genuinas, que no hay copia, que no hay réplica, sino que lo que se ofrece sale de uno… se nota y resuena. La cerámica me dio también la posibilidad de hacer las ventas solidarias para seguir vinculada con las instituciones, porque también advertí que había cosas de mis trabajos anteriores que extrañaba. Y en mi naturaleza también está involucrarme en los proyectos de otros.
El cambio asusta, pero no es imposible.
A veces parece que tomás la decisión y que de la noche a la mañana las cosas se acomodan. Pero en realidad son procesos sumamente largos. Yo hago terapia desde hace 7 años. Las cosas no son mágicas. Es como la cerámica. Los procesos no son instantáneos. Llevan tiempo y llevan conocerse en otros sentidos también. Implican un cambio permanente, día tras día.
¿Qué fue de la vida de Paula Fumagallo?, nos preguntábamos.
No sé. En un punto sigo siendo la misma de siempre. Siento que la vida que tengo es la vida que debo tener. Las cosas cambian aunque uno no quiera. Y está bien que sea así. No sé como es que llegué hasta acá, pero no fue premeditado. Por ahí hay personas que son felices con trayectorias lineales, pero para mí la vida está llena de vueltas y de recovecos. De pasar dos veces por un lugar pero de manera distinta. Y volvería a elegir estos mismos caminos en el mismo orden, porque si hubiera llegado como primera opción a la cerámica me hubiera perdido todo lo anterior, que también me hace ser quien soy y tener la mirada que tengo.