En un nuevo espacio de ADERID, Actualidad habló en esta oportunidad con el profesor de música y teatro, Christian Francucci, sobre la tarea que lleva a cabo como tallerista en el Centro de Día de la institución.
El docente habló de la agrupación «Viaje a las Estrellas» que formaron con los chicos y «con las demás profes (Lorena, Nicole, Paola y Florencia), porque no estoy solo en esto. Ellas son las que ponen día a día el hombro y conocen la realidad de los chicos y sus debilidades, mucho mejor que yo. Entonces hacen que el trabajo sea mucho más completo».
¿Cómo nace «Viaje a las Estrellas»?, ¿cómo se lleva a cabo?, ¿en qué consiste?
Un poco se lleva a cabo con las inquietudes de ellos. Es un lugar en el que en vez de enseñar algo, voy todos los días a aprender algo. Yo fui con muchas estructuras en la cabeza, con parámetros impuestos desde muy chico sobre el arte, pero me di cuenta que cualquier manifestación artística es mucho más libre, que no hay que obedecer tanto a parámetros y estructuras, sino cerrar los ojos y dejarse llevar. Entonces, al principio comenzamos a bailar, hacíamos un poco de teatro y de repente me di cuenta que había un montón de chicos que sabían tocar instrumentos. Muchos venían de la escuela Especial, donde estaban en una agrupación llamada «Haciendo Bulla» y conocían el mundo musical a la perfección. Así que empezamos a tocar, aunque ahora lamentablemente algunos de los chicos no pueden venir porque son de Ameghino. Esto de la pandemia nos cortó un poco las alas. Pero en el transcurso de todo esto lo conozco a Jonathan («Yoni») Belgamase y él se transformó como en el corazón de esta banda, que al principio se llamaba «La banda de Carlitos». Y se formó como una agrupación que por el momento toca, aunque hay una idea de ir haciendo teatro con esta música; es un viaje que va mucho más lejos, creativo, revolucionario para mí. Es un lugar que me enseñó, más de lo que puedo enseñar. «Viaje a las estrellas» me pareció un nombre acorde con lo que hacemos, porque es un viaje muy lejano, irreconocible para nosotros. Se va mezclando todo. Nos traen instrumentos, los pintamos, reciclamos ropa y hacemos indumentaria.
¿Qué es lo que más te sorprendió en este viaje con los chicos? ¿En qué te dieron una lección?
Cuando llegué a ADERID tenía la idea de hacer ruido, buscar la locura… Hay algunos chicos que no escuchan, entonces tocan con las vibraciones, la sensibilidad viene por otro lado. Conseguí un par de instrumentos, los junté a todos y fue un momento revelador para mí, porque sabían tocar todos. Empezó uno, lo siguieron los otros, se armó una batucada y yo quedé como diciendo: ‘de dónde salieron todos estos pibes’. Para ellos era de amplio conocimiento el ritmo, la manera de tocar y de dirigir un instrumento. No se puede creer como tocan, la habilidad que tienen, es algo que me sorprende día a día cuando voy. Sin estructuras, solamente vuelo, intuición, improvisación… un lugar genial. Trato de meterme yo en ese mundo y voy tocando con ellos; igual que las chicas. Y se hace una comunión artística que funciona como un grupo. Eso fue lo que realmente me hizo ‘flashear’.
En el diálogo con personas y profesionales de ADERID hay un punto en común. Coinciden en que trabajar en la institución abre la cabeza y cambia conceptos (o preconceptos) que uno tiene.
Lo preconceptual deja de existir. Hay algo en la alegría que nosotros no tenemos y que deberíamos aprender. Es un lugar que tiene un grupo de profesionales muy, pero muy capacitado. La buena onda que hay ahí adentro no existe en otros lugares. En cualquier ámbito de trabajo o escolar hay presiones, los chicos tienen problemas entre ellos; acá no. Acá hay alegría, amistad, siempre hay predisposición para el trabajo. En este momento hay que entrar con una barrera, porque siempre te están esperando para abrazarte. El tema de la pandemia es todo un aprendizaje también para nosotros, porque el vínculo es tan afectivo, de tanto amor. Es un lugar predispuesto para hacer cosas artísticas, para amar. Y eso se contagia. Se va para adelante, no se para y el nivel de profesionales es impresionante. Hay calor humano, paz, calma, alegría; y eso te predispone para trabajar de una manera diferente a la que estamos acostumbrados. Es un lugar mágico que tenemos en General Villegas.