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General Villegas
sábado, 20 abril, 2024

Atrapados en el pasado / Por Omar Emin (*)

«Antes de pedir rebajas, déjenos aumentar los precios» (leído por ahí).

«Estudios económicos revelan que el mejor momento para comprar algo… es el año pasado» (Marty Allen).

«En el mejor de los casos, la consecuencia de fijar un precio máximo a un artículo determinado, será provocar su escasez» (Henry Hazlitt).

Desde tiempos inmemoriales ha existido la tendencia de los gobiernos de controlar los precios de los bienes y servicios. Tanto en el antiguo Egipto, como en la China de Confucio, el Imperio Romano, la Revolución Francesa, Alemania en la Primera Guerra Mundial y posteriormente con el nazismo en el poder, en la Rusia de Stalin y porque no en la Argentina bajo la presidencia de Juan D. Perón desde mediados de la década del cuarenta hasta mediados de los cincuenta, en todos los casos con consecuencias nefastas.

En junio de 1947 el gobierno argentino instrumentó un programa para fijar los precios minoristas incautándose artículos de vestimenta y calzado de las fábricas para distribuirlos a los precios «establecidos». La primera consecuencia en estos tiempos era la escasez de productos en el mercado normal y la formación de un mercado marginal (negro), generando las famosas colas para conseguir los artículos en cuestión, la disminución en la calidad de los productos o la limitación para la adquisición de azúcar, aceite, fideos, harina, etc.

En 1973, siempre con la idea de bajar la inflación, José Ber Gelbard implementó un control de precios que en menos de dos años derivó en el primer antecedente de hiperinflación que se dio en llamar «Rodrigazo», cuando el Ministro de Economía Celestino Rodrigo liberó los precios y abrió las paritarias en 1975.

Con el advenimiento de la democracia en 1983, se intentaron diferentes experiencias con medidas de abastecimiento, vedas al consumo, importaciones de pollos, se repitieron los controles de precios declarando ante la Secretaria de Comercio las estructuras de costos de determinados productos sujetos a contralor y tras largos cabildeos, se autorizaban porcentajes insignificantes de aumento que sumado al tiempo transcurrido desde la solicitud, ya habían sido absorbidos por la inflación reinante (si !! seguía habiendo inflación). Mas tarde y con el plan austral, se congelaron los precios y se repactaron los intereses y sobreprecios con una tabla de «desagio». Esto desembocó en la hiperinflación de 1989 que fue sofocada – al menos por 10 años -, por el Plan de Convertibilidad que consistió en un corset monetario que con el tiempo y un aumento significativo en el gasto público, condujo a la crisis de fines de 2001, con las consecuencias conocidas.

A partir de 2003, se mantuvieron los precios regulados sobre los servicios públicos, medicina prepaga, educación privada, medicamentos, etc. En 2011, se agudizaron las restricciones a la economía con la aparición del cepo cambiario y el control de importaciones que generaban presiones sobre los precios. Desde la Secretaría de Comercio, a cargo de Guillermo Moreno «los precios se controlaban … amenazando».

En esos momentos, mantener «a raya los precios», se tornaba cada vez mas complicado, ya que desde el sector empresario comenzaron a implementar estrategias para «gambetear» los controles de precios a través de la utilización de marcas alternativas que tenían una calidad menor y eran incluídas en las listas de precios controlados, excluyendo de las mismas las mas conocidas por los consumidores, el achicamiento de los envases o del contenido que no constituyen una rebaja en el precio, sino directamente, una disminución en la cantidad.

A continuación, un par de relatos siempre apreciados y fuertemente solicitados por los seguidores de esta página.

En la Argentina pre peronista, los verduleros tenían la costumbre de obsequiar a los clientes un «atado de verdurita»; implantado el régimen de control de precios, los comerciantes comenzaron a cobrar el atado, apareció entonces un decreto fijando el precio máximo en un peso; como ese precio era menor que el costo, los verduleros le sacaban el componente más caro: el apio. Salió entonces un segundo decreto que establecía que el «atado de verdurita» debía contener al menos una hoja de apio. Simbólico ejemplo de un hecho siempre comprobado: los controles traen aparejados cada vez mas controles, en este caso, hasta el límite de lo ridículo.

A fines de la década del ´40 o principios de los ´50, los dueños de Casa Renati, El Barato Argentino, Casa Emin y otros negocios similares de General Villegas, recibieron un telegrama donde se les imponían días de clausura y sumas de dinero en concepto de  multas, a cancelar en la ciudad de Mercedes (no había interdepósitos, o sea que para pagar tenías que viajar, ¿viste?); el tema era que había que vender las prendas «flor de ceibo» más baratas, pero de confección bastante tosca y difíciles de ubicar porque los clientes en general se sentían (y se sienten) atraídos por los artículos mas lindos, después preguntan el precio.

En la actualidad y después de un traspié electoral en elecciones primarias, el gobierno efectúa varios cambios en el gabinete y el flamante Secretario de Comercio en un arrebato de antigüedad, sigue aplicando viejas recetas de control de precios de ciertos bienes y servicios bajo pena de aplicar la tan temida Ley de Abastecimiento, que a medida que pasa el tiempo se torna cada vez de mas difícil aplicación. Recordemos que el texto original de la ley fue modificado en 2014 facultando al Estado a intervenir los mercados para fijar precios y márgenes de utilidad cuando lo considere necesario, aplicar sanciones, suspender comercios o realizar allanamientos y procedimientos en establecimientos industriales sin orden judicial.

Otra vez, como en un montón de ocasiones, volvemos a antiguas prácticas de sesgo totalitario en un mundo cada vez mas interrelacionado, lo que desemboca en un fracaso casi garantizado. Después de tantos años de controles de precios con distintas denominaciones, entiendo que debiéramos poner nuestra atención en como finalizaron esos controles implementados en nuestro país y que consecuencias trajeron aparejadas para la economía.

Fuentes inspiracionales: 4000 Años de Control de Precios y Salarios. Como No Combatir la Inflación. Robert Schuettinger – Eamonn F. Butler.

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.