Para bien de los relatores y comentaristas, los Ponzi dejan su apellido en el bolso cuando entran a la cancha y son solo Iván, Abel y Alejo.
Este, el más chico de la dinastía que iniciaron Aníbal y el Nano hace 30 años, hizo un gol y fue la figura de la cancha.
«Es muy lindo jugar con quienes tiene la misma sangre, el mismo sentimiento. Si lo llevás en la sangre como lo lleva uno jugás a muerte todas las pelotas», se despachó el pibe, con un par de temporadas en primera.
«Atlético es un gran equipo. Salió a jugarnos de igual a igual. Fue una verdadera final, con todos los condimentos. El árbitro bien, dejó jugar. Y por suerte el equipo demostró que quiere estar arriba, que hay compañerismo, que todos dejan todo por el que está al lado. Santa Rita es una familia que nunca baja los brazos. En el mejor momento nuestro nos hicieron el gol, pero el equipo sacó esa rebeldía que viene mostrando desde hace un tiempo y logramos darlo vuelta», explicó la final, con el corazón a flor de piel.
Sabe que falta para la llegada de la tercera generación de Ponzi con la camiseta del Lobo. Este es su momento. «Ojalá se dé, pero dejá, falta todavía», se excusa. Es tiempo de festejar y poner la mirada en Eclipse.
«Esto es para mi viejo, que me traía a la cancha de chiquito. Mi vieja es muy fanática de Cosmopolita. No sé qué pensará pero también debe estar un poco contenta por mí, supongo, no sé…», y se fue a festejar con su gente.