ALGUNAS CUESTIONES SOBRE EL TRABAJO Y LA HISTORIA
En medio de tanta confusión se hace necesario definir primero qué entendemos por trabajo: es un deber, pues cada hombre debe producir por lo menos lo que consume; y un derecho que tienen los hombres; sí, pero algo más, se es trabajador para hacer la vida humana más humana, al ser el trabajo una cuestión humana hace a la dignidad, al respeto, a la justicia y a la libertad de todo hombre.
El fin último del trabajo es el hombre y esto es lo que ennoblece el trabajo.
Decimos trabajo y no ocupación, ya que este término además de indicar sólo una cifra reduce al hombre y a la mujer a la situación de cosa cuantificable.
No se habla de PERSONAS sin trabajo, sino de desocupados.
No faltan aquellos que consideran al trabajo como una mercadería que como tal debe tener precio y siempre en lo posible un bajo costo, ya que no hay ninguna consideración sobre las necesidades vitales del que lo realiza, a tal punto que el progresismo utiliza el término “recursos humanos” para referirse a aquellas personas que desarrollan diversas tareas.
A propósito de las necesidades vitales, vale la pena recordar en este sentido a Joseph Stalin; cuando en 1931 se refería a las condiciones laborales en la industria soviética y afirmaba en un todo de acuerdo con la ideología liberal: “ Ha de pagarse al trabajador con arreglo al trabajo aportado y NO con arreglo a sus necesidades”.
En cambio, está, o debería estar claro para nosotros, que al trabajador le corresponde un salario suficiente para el sustento suyo y de su familia.
Los argentinos asistimos en los últimos tiempos perplejos a una desaparición del trabajo, a una reducción a niveles nunca igualados de ausencia de trabajo solo cubierta con oportunidades precarias más cercanas a la esclavitud que a la dignidad.
Descartados, denomina su Santidad a los hombres y mujeres sin posibilidades de trabajar.
El capitalismo global oligárquico no hace otra cosa sino destruir las comunidades humanas, creando una casta corrompida por la codicia y una masa carcomida por la envidia. Cuando el trabajo se convierte en una cárcel de nuestra creatividad, cada vez peor remunerada y más despersonalizada, se produce una quiebra muy profunda en nuestro ser; y esa quiebra hace inviable, a medio y largo plazo, la forma de organización económica que la ampara. Porque un orden económico que desnaturaliza el trabajo y concentra la propiedad está negando al hombre; y está, por lo tanto, condenando a perecer, dejando tras de sí un rastro hediondo de codicias y envidias.
Si en un momento de nuestra historia GOBERNAR ERA PRECISAMENTE CREAR TRABAJO, los nuevos lacayos ahora sostienen lo contrario, se gobierna para buscar créditos, endeudar más y más a nuestro pueblo, atiborrarlo de impuestos, con el argumento que esa, es la manera en la que aparecerá el trabajo. Magia.
Desde luego que esto no es casual, obedece a una razón de enorme profundidad, reducir a las personas a la categoría de cosas útiles o menos útiles, ya sean para producir o para consumir.
Dice la historia oficial del progresismo rampante
“En noviembre de 1884 se celebró en Chicago el IV Congreso de la American Federation of Labor, en el que se propuso que a partir del 1º de mayo de 1886 se obligaría a los patronos a respetar la jornada de 8 horas y, si no, se iría a la huelga.
En 1886, el Presidente de los Estados Unidos, Andrew Johnson, promulgó la llamada Ley Ingersoll, estableciendo las 8 horas de trabajo diarias. Como esta ley no se cumplió las organizaciones laborales y sindicales de Estados Unidos se movilizaron. Llegada la fecha, los obreros se organizaron y paralizaron el país productivo con más de cinco mil huelgas.
El episodio más famoso de esta lucha fue el funesto incidente de mayo de 1886 en la Haymarket Square de Chicago: durante una manifestación contra la brutal represión de una reciente huelga una bomba provocó la muerte de varios policías. Aunque nunca se pudo descubrir quién fue el responsable de este atentado, cuatro líderes anarquistas fueron acusados, juzgados sumariamente y ejecutados.
En julio de 1889, la Segunda Internacional instituyó el «Día Internacional del Trabajador» para perpetuar la memoria de los hechos de mayo de 1886 en Chicago. Esta reivindicación fue emprendida por obreros norteamericanos e, inmediatamente, adoptada y promovida por la Asociación Internacional de los Trabajadores, que la convirtió en demanda común de la clase obrera de todo el mundo.
El Congreso de París de la Segunda Internacional acordó celebrar el «Día del Trabajador» el 1º de mayo de cada año.
Desde 1890, los partidos políticos y los sindicatos integrados en la Internacional han dirigido manifestaciones de trabajadores en diversos países en petición de la jornada de 8 horas y como muestra de fraternidad del proletariado internacional.”
Ahora bien, nadie discute que los hechos hayan sido tal cual se los relata pero hay un detalle que se les ha escapado a casi todos los demagogos historiadores y en especial a aquellos que hoy están de moda; DE NINGUNA MANERA FUE A PARTIR DE 1886 QUE SE ESTABLECIÓ LA JORNADA DE OCHO HORAS.
Por lo menos para esta parte del mundo, desde Méjico hasta Tierra del Fuego no ha sido así, se ha ocultado la verdad sobre la evangelización de América.
Mucho antes, el rey católico de las Españas, Felipe II, dicta en 1573 una serie de ordenanzas, células e instrucción que se recopilan en las “Ordenanzas de Nuevos Descubrimientos y Poblaciones” en las que se atiende los derechos y libertades de las personas, por ejemplo, se sustituye la palabra conquista por pacificación, para evitar ofender a los naturales.
En el capítulo veintinueve de ellas se lee: “los descubrimientos no se den con título y nombre de conquistas, pues habiéndose con tanta paz y caridad como deseamos, no queremos que nombre dé ocasión ni color para que se pueda hacer fuerza ni agravio a los indios”.
Repetimos en 1573, Felipe II dispone en la Ordenanzas que: “todos los obreros (indios y españoles) de las fortificaciones y de las obras militares trabajaran 8 horas al día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; se prohíba que el pago de jornales se haga en especie y se los mande a pagar todos los sábados.” Fue quien además, estableció las vacaciones y ordenó que se paguen aunque no trabajen los días de fiesta, que eran muy numerosos.
Los verdaderos inicios de la legislación social
Conviene destacar que la legislación social en América se inició a comienzos del siglo XVI y al finalizar alcanzaba proporciones insospechadas. En 1531 se prohíbe el trabajo femenino en las minas, así como el de las mujeres embarazadas, se prohíbe el trabajo de indios menores de 14 años en cualquier clase de ocupación.
El chileno Walter Linares, que estudió el régimen de trabajo en hispanoamérica, dice “Las diversas leyes… contienen muchas disposiciones protectoras del trabajo indígena, llegando a constituir un verdadero derecho social muy semejante al de nuestros días; en ella se prescribe que el salario debe ser justo y suficiente para las necesidades del individuo (Valladolid 21 de enero de 1559), que además de los salarios se les debe dar a los obreros comida, cena y cama, imponiendo la obligación de tener médico; se otorga una indemnización parcial en caso de accidente de trabajo en las minas, dándose a las víctimas la mitad de sus jornales mientras dure la curación”.
Seguramente algunos tomaran estas cuestiones como extrañas o interesantes, otros desconfiaran de la cita, algunos seguramente valorizarán en la medida correcta este aporte, pues pretende poner en evidencia que cuando hay fidelidad entre los que gobiernan y los gobernados el pueblo vive con dignidad y lo novedoso es solo para aquellos que falsificando la historia intentan justificar las conductas perversas de los que transformaron a los trabajadores en esclavos de sus necesidades políticas o lo que es peor los masifican por negarles el trabajo.
También están los indigenistas extranjerizantes que pretenden que el elemento medular de Hispanoamérica no es precisamente lo hispánico católico, sino lo indígena, no merecen la pena del debate, lo absurdo no puede ser discutido.
Miguel González Barbieri
Universidad Libre, Autónoma, Federal e Iberoamericana.
Academia de Formación Política del Movimiento Nacional