Cada persona carga con su propia maldición. Algunos (los que se dan cuenta) pueden intentar vencerla en una batalla absolutamente desigual, otros prefieren no luchar y convivir con ella llevándola a todos lados, tratando de controlarla y aunque se preocupan internamente, le prestan mínima atención. Finalmente, hay una tercera categoría integrada por aquellos privilegiados que no tienen idea que esa maldición existe y menos que pesa sobre ellos, siendo ignorantes y sabios a la vez. Nadie ha expresado mejor esta idea que Claudia Piñeiro en su libro «Las Maldiciones».
A lo largo de la historia de la humanidad mucho se ha hablado y escrito acerca de maldiciones, brujerías y conjuros, más que nada en la política. Los grandes líderes del mundo y otros que no lo son tanto, han recurrido a brujas, videntes y sanadores de toda especie para resolver los problemas o creárselos a algún adversario.
Una de las maldiciones más conocidas es la «Maldición de los 20 años» (también de los años terminados en cero), según ella todos los Presidentes de E.E.U.U. elegidos en un año finalizado en cero (es decir cada veinte años), morirían durante su mandato. Se dice que el hermano de un líder indígena fallecido en el campo de batalla, maldijo en 1.836 a todos los presidentes que fueran elegidos en un año que termine en cero.
La serie comenzó en 1840 con William H. Harrison, continuando con Abraham Lincoln (1.860), James Garfield (1880), William Mc Kinley (1900), Warren Harding (1920), Franklin D. Roosevelt (1940) y John F. Kennedy (1960); todos fallecieron en ejercicio de la presidencia, no obstante la maldición fue rota – 140 años después -, por Ronald Reagan (1980) quien si bien sobrevivió a un atentado contra su vida a poco de comenzar su primer mandato, completó los dos períodos presidenciales e interrumpió con algún contraveneno, el antiguo hechizo.
En nuestro país, se hubiera dificultado notoriamente el cumplimiento de esta maldición, puesto que como consecuencia de las sucesivas alteraciones al orden constitucional, tuvimos muy pocos presidentes elegidos en un año que termine en cero; solo Santiago Derqui (1860), Julio A. Roca (1880), Carlos Pellegrini (1890) y Roque Sáenz Peña (1910), ya que José F. Uriburu (1930) y Roberto M. Levingston (1970) accedieron al poder por alteraciones al orden democrático.
Sin perjuicio de ello, tenemos nuestra propias maldiciones políticas «La Maldición de los presidentes cordobeses» según ella, ningún Presidente natural de esa provincia pudo finalizar su mandato: Santiago Derqui (renunció en 1861), Miguel Juárez Celman (renunció en 1890), Arturo Illia (derrocado en 1966) y Fernando De La Rúa (renunció en 2001) y la «Maldición de Alsina» (identificada así por Claudia Piñeiro), según la cual ningún político que haya detentado el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires ha podido acceder a la presidencia a través del voto popular, Bartolomé Mitre fue gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1860 y 1862 y en ese mismo año fue elegido Presidente de la República después del final de la guerra civil que concluyó con la unión de la provincia de Buenos Aires al resto del país, Adolfo Alsina (vicepresidente de Sarmiento) y gobernador de la provincia de Buenos Aires se preparaba para la presidencia, aunque falleció en 1877 sin poder lograrlo.
Tiempo después siendo Julio A. Roca presidente y Dardo Rocha gobernador de la provincia de Buenos Aires, se da inicio a la saga, el Presidente presionaba para que su sucesor fuera su cuñado Miguel Juárez Celman (atrapado más tarde por la maldición de los presidentes cordobeses) y el gobernador de la provincia tenía también serias aspiraciones presidenciales, muchas historias se tejen al respecto, la más difundida es una maldición que realizan partidarios de Julio A. Roca sobre el monumento fundacional de la ciudad de La Plata y a partir de allí, una cantidad de gobernadores intentaron alcanzar el sueño Presidencial, algunos solo manifestaron su deseo, otros llegaron a formalizar su candidatura y unos pocos participaron en elecciones en las que obviamente fueron derrotados. Ambas maldiciones están, por llamarlas de alguna manera, activas; esto es, ningún contra hechizo ha modificado esta situación hasta nuestros días.
Entre las coincidencias históricas y numerológicas, existen algunas que suelen ser rebatidas (si han nacido con cierta manipulación de los datos) y otras que nos dejan asombrados por sus similitudes. Entre las primeras pueden ser citadas una serie de especulaciones numerológicas relacionadas con el atentado a la Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2.001 que han sido publicadas en Revistas de Ciencias y Fenómenos Paranormales donde todo gira alrededor del número once. New York City tiene 11 letras, como Afganistán, el nombre del terrorista que había amenazado con el atentado Ramsin Yuseb y George W. Bush, tienen 11 letras, las dos torres formaban un 11, Nueva York es el undécimo estado de la Confederación, el primer avión que se estrelló contra las torres era el vuelo número 11, llevaba 92 pasajeros cuya suma interna da 11 (9+2), el vuelo 77 llevaba 65 pasajeros (6+5=11), la fecha 9/11 es igual al número de emergencias y la suma da 11 (9+1+1). El total de víctimas de los aviones estrellados fue de 254 cuya suma interna da 11 (2+5+4), el 11 de septiembre es el día 254 del calendario anual y ya sabemos el resultado de la suma interna.
Esto así planteado, parece ser una verdad revelada, aunque puede ser rebatido en algunas cuestiones que han sido forzadas para obtener un resultado final. Afganistán tiene 11 letras pero los terroristas eran de Líbano, Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes, Ramsin Yuseb tiene 11 letras pero si se hubiera transcripto el apellido original (Yussef), se acababa el juego, el número total de víctimas de los aviones se dice que fue de 265 y no 254, como vemos hay coincidencias, pero también ciertas discrepancias producto de algún argumento forzado para elevar la categoría del fenómeno a «coincidencias astrológicas» de un nivel superior.
Entre otras coincidencias que circulan por ahí, esta es – a mi juicio -, la más sorprendente: Abraham Lincoln fue elegido al Congreso de los E.E.U.U. en 1846, John F. Kennedy en 1946, Lincoln fue elegido Presidente en 1860, Kennedy en 1960, ambos fueron heridos en un estado sureño, un día viernes, el Secretario de Lincoln se llamaba Kennedy, el de Kennedy se llamaba Lincoln, el sucesor de Lincoln fue Johnson (nacido en 1808) y el sucesor de Kennedy fue Lyndon B. Johnson (nacido en 1908), el asesino de Lincoln había nacido en 1839, el de Kennedy en 1939, Lincoln fue herido en el Ford Theater, Kennedy fue herido en un automóvil marca Lincoln fabricado por Ford, a Lincoln le dispararon en un teatro y su asesino fue a esconderse en un almacén, a Kennedy le dispararon desde un almacén y su asesino se escondió en un teatro, tanto J. W. Booth como L. H. Oswald, fueron asesinados antes del proceso.
Para finalizar una sutileza aportada por el maestro Umberto Eco, que solo funciona en inglés: una semana antes de ser asesinado Lincoln había estado in Monroe, Maryland, una semana antes de su muerte Kennedy había estado in Monroe, Marilyn.
¡Hasta pronto!
(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.