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viernes, diciembre 13, 2024

El futuro llegó hace rato: el caso de un tambo robotizado que sorprende por su alta producción y eficiencia

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En Trenque Lauquen, el establecimiento San Silvestre logra 40 litros diarios por vaca con altos estándares de bienestar animal en un sistema dry-lot con dos robots de ordeñe. No sólo es más eficiente y productivo, sino que no ha cerrado fuentes de trabajo, ha reducido el horario laboral de sus empleados y los animales viven en mejores condiciones. Lo tambos robotizados, un avance tecnológico que poco a poco avanza en nuestra zona.

Hasta 1985, Carlos Turchi sólo miraba los campos de Trenque Lauquen desde arriba por su actividad como piloto fumigador, complementada con la docencia. Fue por ese entonces que Juan Carlos Boyer, su amigo de la infancia, le ofreció comenzar a sembrar juntos en un campo alquilado. Con ganas de crecer, y el objetivo de comprar maquinaria, decidieron que cada uno continuara con sus actividades principales, y que todo lo que generaba la siembra se reinvirtiera.

Los años pasaron, los amigos se convirtieron en cuñados además de socios, e incursionaron en la actividad ganadera de carne. La familia comenzó a crecer al ritmo de la empresa agropecuaria. Coincidiendo con el nacimiento de su primer hijo, comenzó a trabajar el primer tambo en 1996, una iniciativa puramente de Carlos, quién aún hoy no sabe explicar cómo surgió. La empresa sigue creciendo, y en 1998 nace una hija, al unísono con la apertura del segundo tambo.

Turchi y Boyer destacan que el ordeñe robotizado mejoró el bienestar de los animales y la calidad de vida de los 16 operarios del tambo. Con esfuerzo y dedicación llegaron a ordeñar 1.000 vacas, pero Carlos comenzó a notar que la hacienda sufría el calor, la humedad y el barro, especialmente en el verano y que, además, el sistema “atentaba” contra la gente.

El establecimiento San Silvestre es miembro del grupo CREA Trenque Lauquen La María, y allí comenzó a discutir con sus pares los beneficios que tendría hacer un galpón de preparto, como un primer paso en el sendero de mejorar el confort de sus vacas.

Pero la inquietud fue aún mayor cuando vio en Estados Unidos un tambo con robots de ordeñe. Allí observó en directo que no sólo las vacas se veían tranquilas, sino que la gente también lo estaba. A su regreso al país solicitó un presupuesto para realizar un tinglado similar al que había visto, de 120 por 120 metros, pero su costo era muy elevado. Carlos estaba convencido que algo tenía que hacer, no podía ni quería continuar con el sistema que tenía.

Luego de visitar varios tambos en Argentina, y de asistir a muchas reuniones, fue invitado por la empresa proveedora de robots (Lely) a viajar a Brasil. Allí visitó un tambo robotizado con cama de compost (conocido internacionalmente como Compost barn), y nuevamente encontró que las vacas estaban tranquilas y cómodas.

El piso del tambo es un compost que se formó con rollos de cola de cebada y rastrojos de maíz, que luego se utilizará para fertilizar los lotes.

Cada vez más convencido de que ese sistema que había visto podría implementarse en San Silvestre, consultó a dos nutricionistas cuánto más podrían producir sus vacas (ya con un promedio de 27 litros por vaca en ordeño por día) si tuvieran esas condiciones de confort. Ambos coincidieron en que podrían ser unos 5-6 litros más por vaca por día.

Habiéndose informado y visitado varios tambos, Carlos y Ana estaban convencidos de que ese era el próximo paso que debían dar. Con mucho entusiasmo, pero también con cautela, consiguieron el apoyo de las otras partes involucradas. Por un lado, Juan Carlos, quien lleva adelante la actividad agrícola de la empresa, y por otro la nueva generación, los hijos. Así, en conjunto y en familia, se embarcaron en la construcción de un galpón con cama de compost y la instalación de dos robots de ordeñe. La inversión, que ronda el millón de dólares hasta el momento, fue 100% de origen propio de la empresa agropecuaria, por lo que la familia decidió resignar vacaciones, gastos y también retiros personales que no fueran imprescindibles.

El nuevo tambo

De las 1.000 vacas en ordeñe seleccionaron 80 de distintos momentos de lactancia, con la única condición de que tuvieran los pezones bien ubicados. En una primera etapa de acostumbramiento fueron trasladadas al galpón, pero se seguían ordeñando en el tambo tradicional, produciendo 32 litros por día en promedio. Al cuarto día de estar funcionando los robots, este grupo ya había subido a 36 litros.

Los valores sorprendían a Carlos, pero también al personal, ya que esperaban que el estrés del nuevo sistema afectara a las vacas. La producción continuó en ascenso y mientras que el promedio de abril a octubre del tambo convencional con piquetes tipo dry-lots fue de 29,4 litros, el grupo de las que están en el compost produjo 39,6 litros. Es decir, una diferencia de 10,2 litros por vaca por día con una alimentación similar en los dos casos. La única diferencia es que el robot, que es donde consumen el alimento concentrado, proporciona una cantidad que varía de los 3 a los 10 kg/vaca/día, dependiendo del momento de lactancia en que se encuentre cada una.

En el ejercicio 2018-2019 la productividad lograda fue de 20.340 litros por hectárea por año, unas 3,5 veces más que el promedio nacional. Seguramente el ejercicio en curso muestre un incremento significativo.

Otra de las mejoras que advirtieron en este nuevo sistema comparado con el tambo tradicional fue en el recuento de células somáticas. En el promedio de abril a octubre, las vacas que están en el galpón produjeron leche con 162.000 células/ml, mientras que las otras arrojaron 248.000. Actualmente ordeñan 120 vacas con 2 robots que se encuentran en el galpón de compost, y 850 vacas en el “tambo viejo”.

Un dato curioso que obtiene Carlos al mirar el software en su oficina, desde la cual ve el tambo, es que los horarios en los que menos vacas se ordeñan son a las 4 de la mañana y las 16 de la tarde, momentos en que la mayoría de los tambos lo hacen.

San Silvestre tiene algo menos de 600 hectáreas destinadas al tambo en Trenque Lauquen, donde se produce silaje de maíz y cebada, alfalfa que será convertida en heno y maíz para tener grano propio. Además, a la dieta se le suman concentrados como el pellet de soja y girasol.

«Nuestro objetivo es que el 65% de la dieta sea forraje, para mantener la salud de las vacas. Pero además necesitamos lograr consistencia, es decir, que todos los días las vacas reciban el mismo alimento. Una de las ventajas de este sistema es que automáticamente te enterás cómo están las vacas, las variaciones de la dieta, por ejemplo, quedan evidenciadas rápidamente en el aumento de la cantidad de reportes de salud que genera el sistema», contó Carlos.

Hacia adelante

El proyecto completo incluye la construcción de 2 nuevos galpones y la instalación de 4 robots más, para ordeñar un total de 600 vacas, y dejar de usar las instalaciones tradicionales. Esto permitirá hacer un mejor manejo de la alimentación, agrupando a las vacas en cada galpón según momento de la lactancia, para mejorar la eficiencia. Sin embargo, todo estará sujeto a la política crediticia y al contexto macroeconómico de los próximos años.

También tienen en mente recolectar el agua de lluvia de los techos y utilizarla para la bebida de las vacas. También el manejo de los efluentes es una asignatura pendiente, aunque en este sistema es mucho más simple que en el anterior. Hasta ahora, a 7 meses de su puesta en marcha, no han retirado material de la cama, pero cuando sea necesario, el mismo será esparcido en los potreros como fertilizante.

El nuevo paradigma

«El sistema no saca gente, sino que esa gente trabaja mejor», enfatizó Carlos, que muchas veces fue señalado como alguien que con la llegada de los robots reemplazaría a algunos trabajadores. En San Silvestre trabajan 16 personas, y no se despidió a nadie, sino que se alivianó su trabajo, y se distribuyeron tareas diferentes a las que hacían antes, con horarios mucho más amigables, similares a los de un comercio.

Además, «es un mito creer que se necesita otro tipo de empleado, con mayor capacitación», aseguró Carlos. «El sistema es muy intuitivo y todas las alertas y avisos llegan al celular de todos los que trabajamos. Por ejemplo, el tambero recibe un aviso de que hay identificada 1 vaca que no ingresó a ordeñarse, y que entonces debe ir a buscarla», señañó el productor. Además, los trabajadores pueden anotar los partos, servicios y tratamientos directamente en el teléfono, lo cual facilita mucho más el manejo de la información.

«Es bueno conocer distintos sistemas, pero el tambo tradicional te mantiene la cabeza más ocupada, y el mayor cambio de este sistema, además de ver a las vacas bien, tranquilas y saludables, son los horarios de trabajo», aseguró Oscar, el tambero, que ya no tendrá que ordeñar a las 4 y a las 16 hs.

Desafíos

Muchas dudas se le planteaban a Carlos respecto del impacto de este nuevo sistema. Uno de los principales temores era que las vacas no se preñaran, debido a la elevada productividad que estaban teniendo. Pero eso no fue un problema, ya que los collares que poseen las vacas detectan celo, e incluso señalan cuál es el horario ideal para inseminar a cada una. También miden la actividad de rumia, como un indicador del estado de salud de la vaca. Cuando el sistema detecta que una vaca disminuyó los minutos de rumia emite alertas de salud para que luego los operarios puedan realizar un seguimiento y diagnóstico.

El brazo del robot posee una unidad de control de calidad de la leche. Durante el ordeño, la leche de cada cuarto es controlada en todo momento. Así se dispone de información sobre mastitis, nivel de grasa, proteína. Además, al detectar un elevado recuento de células somáticas, automáticamente se genera un aviso. El software del sistema recopila y registra todos los datos suministrados por los robots a través de un gran número de sensores. Analiza y presenta información sencilla y útil para la toma de decisiones estratégicas y operativas.

De esta forma, los trabajadores pueden saber constantemente cómo es el estado de salud de sus vacas, cuántas veces ingresaron al robot, cuánto producen y con qué calidad y cuando están en celo. Es un monitoreo constante, que provee muchísima información en tiempo real, desde cualquier lugar del mundo donde se tenga conectividad a internet.

Es sabido que el tambo es una de las actividades agropecuarias más sacrificadas y demandantes, los horarios en los que se suele ordeñar implican que el tambero se levante a la madrugada, llueva, truene o esté helando, y que a las 12 horas vuelva a realizar la secuencia. Pero el tambo es mucho más que el ordeñe, hay muchas tareas por realizar, dependiendo del sistema, como alimentar a las terneras, armar las franjas de pastoreo y distribuir la comida, entre otras.

El sistema elegido por Carlos Turchi y Ana Boyer propone un cambio paradigma en la forma de trabajar en el tambo. Sin dudas la posibilidad de manejar horarios de trabajo como en cualquier otra actividad es una gran ventaja. Cada vez es más frecuente escuchar que «no se consigue gente para el tambo», y tiene que ver, entre otras cosas, con las condiciones de trabajo que se ofrecen.

Los resultados productivos que se están dando en San Silvestre se explican en gran medida por las condiciones de confort que tienen las vacas. Internacionalmente, cuando se habla de bienestar animal, podemos enumerar las “cinco libertades”, enunciadas en 1965, para describir los derechos que son responsabilidad del hombre. Es decir, que el animal viva: libre de hambre, de sed y de desnutrición; libre de temor y de angustia; libre de molestias físicas y térmicas; libre de dolor, de lesión y de enfermedad; y libre de manifestar un comportamiento natural.

En un mundo donde los consumidores quieren saber cada vez más cómo se producen sus alimentos y reclaman por el bienestar animal, sistemas como el adoptado en San Silvestre son una alternativa posible, rentable, amigable con las vacas, las personas y el medio ambiente. Si bien no existe un sistema ideal para ser replicado, sin dudas cada empresa deberá replantearse cómo va a mejorar su establecimiento para lograr la sustentabilidad económica, social y ambiental.

El compost que se utiliza en el tambo es una capa de unos 50 cm de profundidad que en un primer momento se formó con rollos de cola de cebada, y luego le fueron agregando rollos de rastrojo de maíz. Tres veces por día se pasa un cincel y un rotavator para remover el material y generar la aireación necesaria para que se produzca el proceso de compostaje.

Llegaron para quedarse

Actualmente en nuestro país hay 32 unidades de robots de ordeño, en 10 tambos comerciales. Y se estima que en los próximos meses se instalarán 50 unidades más, con diversos sistemas, que van desde los pastoriles intensivos, dry-lots, dry-lots techados y compost hasta los free stall con cama de goma.

Una característica distintiva de la adopción de esta tecnología en Argentina es que la media de robots por tambo es algo superior a dos; mientras que, en Europa, donde se comenzó a utilizar, es de un robot por tambo.

 

Fuente: Diario Líder

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