Siempre tenemos asignaturas pendientes, en todos los órdenes de la vida. Una de estas era encontrarme con este crack del futbol, “El Trinche”, así lo conocen absolutamente todos.
Lo entrevisté en Rosario, una mañana de domingo con desayuno incluido. Me sorprendió su humildad y sencillez. Un hombre que siempre estuvo muy lejos de la fama y cerca de la gente. Le pregunté por su apodo, nos dijo: «Es el día de hoy y la verdad que no lo sé, me lo puso un amigo en el barrio, cuando jugábamos a la pelota hasta que se hacía de noche».
Cuando la consulta llegó sobre si había tomado conciencia lo que hizo dentro de la cancha de fútbol simplemente contestó: «No, para nada, un jugador no hace un equipo, yo tuve la suerte de tener grandes compañeros y de esa manera todo era mucho más fácil», respondió con ese perfil bajo que lo caracteriza (la realidad indicaba que era Carlovich y diez más).
Por estos días le están pasando cosas increíbles, Pekerman habla de él, el flaco Menotti hace lo mismo, Bielsa cuando estaba en Francia lo llamó y le envió un texto donde comentaban el fenómeno Carlovich. Nunca imaginó que estos técnicos que tanto admira lo halaguen de esa manera.
Entre sus D.T. preferidos también mencionó a Timoteo Griguol, al vasco Urriolabeitia y a “Momo” Orsi que lo dirigió en Independiente Rivadavia de Mendoza. «De todos se aprende algo», dijo.
Me advierte que Maradona y Pelé fueron los más grandes. Jugadores de otro planeta, talentosos, fuertes, que no se achicaban, que se ponían los equipos al hombro.
No le gusta el teatro que hacen muchos hoy, tirándose al suelo, pareciera que los hubieran matado, se levantan y salen caminando normalmente.
Amante del buen trato de pelota, aunque hoy prevalece el físico sobre lo técnico apuntó. Antes por equipo había cinco o seis jugadores que se destacaban, hoy te cuesta encontrar uno.
Los tiempos cambiaron, las frenadas, los giros imprevistos, los caños y lujos del Trinche ya no se ven. Cuatro décadas atrás, a pesar de las canchas en mal estado y terrenos ralos, la magia era posible. Los espectadores apiñados detrás de alambrados oxidados y en tablones de dudosa firmeza se deleitaban con su juego.
Tiene muchos amigos, se reúnen permanentemente, mil anécdotas, el Trinche es un tipo amigable, la pasa bien rodeado de afectos. Dice que no puede explicar el trato de la gente, por momentos se siente desbordado por tanto entusiasmo, por tantos mimos.
Hoy anda en bicicleta por las calles rosarinas, reconocido por todos, bocinazos de los autos, manos extendidas de las ventanillas, gritos al pasar. El dice que lo están despidiendo antes de tiempo, ja. Un auténtico ídolo y la verdad lo viví en carne propia, porque mientras estuvimos juntos en un café de una estación de servicio toda la gente se acercaba a saludarlo.
Recordó a su padre Mario, de origen Croata, quien le decía: «Deja que hablen de vos…mal o bien, pero que hablen quiere decir que te recuerdan». También tuvo tiempo para mencionar a sus hermanos, él era el menor de siete (tres mujeres y cuatro varones). Según nos comentaba su hermano mayor, si hubiera jugado hoy no habría dinero para pagar lo que jugaba.
Se inició en Rosario Central, jugó en Colón de Santa Fe, fueron solo un par de partidos en ambos equipos de la primera división del fútbol argentino. Tenía una manera muy particular de vivir, bohemio, libre. Mucho más cerca del amateurismo que del profesionalismo. Por ahí habrá que buscar las explicaciones de porque el Trinche no brilló en un equipo grande. Oportunidades no le faltaron, estuvo cerca de irse a Francia, de pasar al Cosmos de Nueva York cuando el rey Pelé vestía esa camiseta.
Reconoció de manera picaresca: «Es cierto me he mandado macanas, pero también fue mucho lo que se inventó». Reconoció algunas cosas y otras no. Por ejemplo, perder el micro cuando viajaban a jugar a Bs.As. y aparecer un día después en el colectivo con los hinchas. Pedir permiso en alguna concentración a comprar un Patoruzú y no volver más.
Llevarle los botines a un carpintero para cortarle los tapones porque los prefería bien bajitos.
Luis Sullivan compañero de C.Córdoba comentó una vez que al Trinche estuvieron años sin que le pudieran sacar la pelota. Cuando se lo consultó al respecto consideró que Luis era un amigo y exageraba un poco.
La estadística dice que logró dos ascensos con Central Córdoba de Rosario y un campeonato en Independiente Rivadavia de Mendoza, fue muy exitoso su paso por la provincia cuyana.
Pero su casa, su lugar en el mundo fue y es «el Charrúa», club del que es hincha. En el estadio Gabino Sosa su rostro esta estampado en las paredes, una marca indeleble. A pesar que Vicente de la Mata también se inició en el equipo del barrio La Tablada, todos en Central Córdoba hablan y comentan orgullosos que como el Trinche no hubo ninguno igual.
Los pibes de hoy no lo vieron jugar pero se interesan de las andanzas del crack. Yo tuve el gusto de verlo y tenía una ambigüedad tremenda. Me encantaba su juego, pero lo sufría porque mi equipo Deportivo Morón no la pasaba bien con los amagues, gambetas y ese doble caño, una jugada que lo caracterizaba. Parecía que sobraba a sus rivales pero no era así, era tan inmenso su talento que le salía naturalmente.
Una vez el «Bocha» Forgués quien compartió el mismo equipo en Rosario, fue transferido de C.Cordoba a Platense. Al otro año lo enfrentó y alertó a su compañero Bernabitti, mira que el Trinche te va a pintar la cara, ojo con el doble caño, todas las indicaciones habidas y por haber.
¿Que pasó? Bernabitti se comió un baile bárbaro, con doble caño incluido.
El reconocido y recordado escritor uruguayo Eduardo Galeano hablaba del Trinche, con la pasión de un hincha del fútbol. Sus virtudes resaltaban en la pluma de un grande de la literatura.
Tuvo su gran noche de gloria cuando la selección Argentina dirigida por Vladislao Cap se despedía del país antes de viajar al mundial de Alemania y enfrentó a un combinado Rosarino. Corría el año 1974., el estadio de N.O.Boys era una caldera. La selección local la integraron cinco jugadores de R.Central, cinco de Newell’s y el volante central era Carlovich de C.Córdoba, los técnicos eran Griguol y Montes.
El Trinche la rompió, su estampa en la mitad de la cancha, su talento, su zurda mágica hicieron delirar al pueblo Rosarino. Al término del primer tiempo ganaban los locales 3 a 0, era un papelón para los dirigidos por Cap.
Cuenta la leyenda que el polaco, preocupado, cuando terminó el primer tiempo se cruzó al otro vestuario y pidió lo sacaran a Carlovich. Lo reemplazó J.Berta, el partido fue otro, se emparejó pero finalmente ganaron los Rosarinos 3 a 1. Carlovich se dio una ducha y se fue a su casa. Le pregunté «¿Cómo no te quedaste?, y me respondió «Me pongo muy nervioso cuando estoy afuera». Recién al otro día se enteró del resultado final.
Cuando en el año 1993 llegó Maradona a N.O.Boys sus primeras declaraciones fueron: «Acá en Rosario había un tipo que jugaba más que yo, el Trinche», dijo.
Cuando se enteró comentó, «Diego estaría soñando…cómo va a decir eso de mí».
El héroe Rosarino ya tiene dos libros, una obra de teatro se estrenó en el 2019 en Rosario, en You Tube se puede ver el informe Robinson de edición Española, una maravilla. Hace muy pocos días en la TV pública Argentina estuvieron una hora hablando de Carlovich.
Pasa el tiempo, la leyenda se agiganta y el Trinche cada día juega mejor. Quedamos en vernos nuevamente, esta magnífica historia continuará. Valdrá la pena.
Román Gregorio Alustiza