En Actualidad nos damos todos los lujos. Por los micrófonos de OVACIÓN pasaron Daniel Onega, Roberto Mouzo, «Pancho» Sá» y ahora se suma nada más y nada menos que el «Beto» Márcico. Un jugador de galera y bastón, mano a mano con Román Alustiza.
Alberto José «Beto» Márcico es hincha de Boca. Lo fue desde siempre, desde muy pequeño, cuando viví en el barrio de Barracas, pegado a La Boca. Se fue a probar al Xeneize pero le dijeron que no. Fue así como llegó a Racing, pero como llegó tarde para la inscripción entrenaba y no podía jugar. Se casó de esa situación y, ya con 19 años, decidió probar suerte en Ferro. Ahí comenzó a escribirse la historia de uno de los mejores enganches que dio nuestro fútbol.
En Ferro no hubo inferiores, directamente le hicieron un contrato profesional (que era el mínimo). Allí el «Beto» Márcico escribió páginas gloriosas en un equipo que ganó el Metropolitano del 82, el Nacional del 84 y salió 3 veces subcampeón. Dirigidos por el «Viejo» Timoteo Griguol, los Verdolagas de Caballito hicieron historia. Márcico compartió plantel con jugadores como Garré, Cúper, Arregui, Cañete, entre otros.
«Ferro era un club muy prolijo. Tenía 78.000 socios y era un ejemplo. Fue un equipo que en 5 años salió 2 veces campeón y 3 veces subcampeón. Y Timoteo es un sabio del fútbol, te educa, te inculca el respeto y el trabajo. El ‘Viejo’ era un adelantado en esa época: sacó una jugada del básquet donde le hacíamos una cortina a los mejores cabeceadores en los tiros libres», rememora Márcico.
El 3 a 0 contra River, en el Monumental, fue su mejor partido. Gracias a eso Ferro se consagra campeón. Pero además, ese partido le permitió a Márcico sacar pasaje a Europa, más precisamente al Toulouse.
«Ni lo dudé, mi objetivo siempre fue irme a Europa. No se me cruzó quedarme por la selección argentina (Bilardo le había dicho que si se iba perdía terreno en el combinado nacional). Terminé yendo a un equipo galo de mitad de tabla. Era muy difícil porque no había pasaporte, era extranjero. La había pasado muy mal acá, económicamente. Tampoco hice una diferencia enorme en Francia, pero sí se ganaba tres veces más que acá».
Desde el 1985 hasta 1992 juega en Francia, hasta que aparece Boca. «No me querían dejar ir los franceses. El presidente me puso un contrato de 10 años para ser jugador, técnico, manager, lo que yo quisiera. Pero yo ya tenía decidido jugar con la camiseta de Boca», afirma el «Beto».
El Mundo Boca
«En Boca estás todo el tiempo en competencia al 100%, a diferencia de otros equipos. Por algo todo el mundo quiere terminar jugando en Boca. El que va a Boca sabe que tiene que estar al 100% y que es un club exigente. Es algo impresionante: cuando salís, la gente te espera en el aeropuerto, no dejan pasar el micro. Boca es así, no tiene comparación con ningún otro equipo, la gente es fanática. A veces salimos con Giunta al interior y la gente llora. Pasaron 20 o 25 años y todavía lloran. Nos dicen que no sabemos lo que significamos para el hincha. Boca es un lujo, de verdad», destaca.
Con la llegada de Bilardo al Xeneiza surgieron los problemas. El «Beto» quería jugar con Diego, pero para el DT no podían jugar juntos. Por eso decidió irse a Gimnasio de la Plata, donde lo aguardaba su padre futbolístico: el «Viejo» Griguol.
Allí salieron subcampeones. Márcico tuvo un gran desempeño hasta que las lesiones lo sacaron de la cancha, sobretodo la rotura del tendón de Aquiles.
«Cuando te retiras lo único que te queda es el cariño y el afecto de la gente. Por eso hay que ser muy agradecido», concluye el «Beto», un verdadero crack.