Pedro Laburu está radicado en Capital Federal desde hace muchos años, pero aún recuerda sus años en General Villegas y su paso por la «Maquinita». Tito Paviolo, Daniel Betanzo, Tranquilo Galliano, Gatica, Catola son algunos de los ya legendarios jugadores de aquel equipo de Eclipse con los que Pedro compartió cancha y vestuario.
Como la mayoría de los jugadores de fútbol de aquella época, la historia de Pedro Laburu comienza en la canchita del Cura. Esa fue su escuela futbolística hasta que finalmente Eclipse lo fichó en el año 67.
«Era la época gloriosa de la Maquinita, todos los pibes queríamos jugar en Eclipse y nos hacíamos hinchas de Eclipse. Me llevaron a jugar a la segunda. En primera debuté en un amistoso, en un cuadrangular que se organizó en el 68. Fue en cancha de Eclipse. Participaban los tres equipos de Villegas y un cuarto equipo que no recuerdo. Llegamos a la final con Atlético Villegas y perdimos por penales. Jugué el segundo tiempo de ese partido y reemplacé nada más y nada menos que al gran ‘Tranquilo’ Galliano. Yo tenía 15 años», comenta Laburu.
Con el correr de los partidos fue ganando cada vez más minutos en cancha: en el 69 alternó entre el banco de suplentes y el 11 titular, mientras que en el 70 ganó más regularidad y se afianzó en su puesto de primer marcador central.
Luego, tras finalizar el colegio secundario, se fue a estudiar y ese fue el final de su carrera en Eclipse.
«Yo tuve la suerte de jugar con varios próceres de la Maquinita. Es lo más rico que me llevé de mi corto paso en el fútbol de Villegas y de mi vida en Villegas, donde viví hasta los 17 años. Me quedó la frustración de no haber estado más tiempo, pero no me puedo quejar de lo que me ha dado la vida. Terminé el colegio, me fui a estudiar, empecé a trabajar, vine algunos partidos aislados pero no me daba el cuero para hacer todo: trabajar, estudiar y viajar a Villegas», recuerda Laburu.
Voley
Pero además de jugar al fútbol, Laburu participó del equipo de voley del Colegio Nacional que, desde primer año hasta quinto, llegó a la final siempre contra el mismo rival: Lincoln.
«Nos la rebuscábamos y andábamos bien. Siempre jugamos la final y nos ganaba Lincoln, pero limpiábamos a Junín, Vedia, Pinto, a todos. Las mujeres también llegaban siempre a la final contra Lincoln, pero ellas ganaban», rememora Laburu.