Los economistas clásicos ingleses consideraban al costo como el egreso explícito necesario para producir un bien o prestar un servicio. No existía en ese entonces un concepto para definir el costo de aceptar o elegir una alternativa y rechazar o no elegir otra.
En 1914 el economista austríaco Friederich von Wieser acuñó el concepto de costo de oportunidad o costo alternativo, aplicable a varias cuestiones en el ámbito empresario y de la política económica. Mas tarde el concepto comenzó a ser considerado en el contexto de la vida cotidiana, donde los costos si bien no son perfectamente medibles en forma numérica, si pueden ser identificados como formas de desarrollar una acción o no hacerlo.
En un mundo con cantidad de oportunidades disponibles y escasez de recursos, el concepto de costo de oportunidad adquiere una importancia significativa y se lo conoce como el valor de la – a nuestro juicio -, mejor opción no realizada.
El costo de oportunidad muchas veces es objetivo; es decir, fácil de ser medido. Esto ocurre la mayoría de las veces en el mundo empresarial y de las finanzas donde la no elección de ciertas alternativas tiene un costo perfectamente mensurable o puede ser estimado con una buena aproximación; por lo tanto podemos afirmar que el costo de no hacer o desechar algo como contraposición de una acción, asciende a una cantidad definida de unidades monetarias.
En otra cantidad de ocasiones, fundamentalmente las relacionadas con la vida cotidiana y las decisiones personales el costo de oportunidad ya no es tan susceptible de ser medido al menos en unidades monetarias, aunque si en hechos, acciones o situaciones que nos convendría o no realizar.
A diario tomamos una cantidad decisiones que nos impiden desarrollar otras actividades, en este caso la principal limitación es el tiempo, con 24 horas disponibles debemos proceder a la administración de esa variable limitada, puesto que el tiempo perdido no puede ser recuperado. El costo de oportunidad mas común y habitual – aunque no siempre podamos cuantificarlo en dinero -, es la forma en que organizamos nuestro día. ¿Dormimos hasta las 11 horas? ¿Nos levantamos a las 6,30 horas? Vamos temprano a realizar las compras cotidianas? (tener en cuenta que muchas veces esta decisión en particular esta condicionada por las ofertas, descuentos y promociones en las compras o la falta de los mismos). Un amigo muy cercano realiza los trámites en entes públicos los días de lluvia porque «la gente no sale en esos días»; nunca le pregunté que hacía cuando los vencimientos del pasaporte, la licencia de conducir o similares, no coincidían con la época de lluvias.
Las decisiones descriptas son bastante básicas, pero es importante destacar que cada vez que tenemos la libertad de elegir algo, también descartamos una cantidad de alternativas, por ejemplo ¿qué estarían haciendo si no estuvieran leyendo un artículo con el título de «Costo de Oportunidad»?.
Continuando con el ámbito personal, no todas las decisiones son tan sencillas, si nos referimos a la salud, el cuidado o el descuido que hagamos de ella repercutirá en el largo plazo, por lo tanto el costo de oportunidad de estar permanentemente navegando en redes sociales, viendo televisión o estar con la play en lugar de hacer ejercicios y comer saludable, puede resultar muy caro, aunque eso no pueda ser captado en el momento actual.
En cuanto a la educación muchas personas que tienen la posibilidad de estudiar abandonan sus estudios por diversos motivos, esta situación – similar a la de la salud -, puede convertirse en un costo significativo ya que quienes dejan de estudiar, así como los que deciden no hacerlo desde un principio, podrían no calificar en el futuro en el mercado laboral para puestos acorde con sus aspiraciones. Recordar que las aspiraciones se mantienen en un lugar de tal inaccesibilidad, que no pueden ser fácilmente modificadas por la realidad; en otras palabras, si naciste para pito, es muy difícil que te convenzan que nunca vas a llegas a ser corneta, te va a convencer la realidad, pero muy a la larga. Por el contrario quienes eligen (o son obligados) a estudiar una carrera, practicar un deporte o tocar un instrumento, tendrán que rechazar algunas cosas como fiestas y ofertas de empleo, las cuales constituirán el costo de oportunidad en cada caso.
El matrimonio o cualquier estado similar de los que estamos acostumbrados a ver en la actualidad, son un ejemplo de costo de oportunidad, porque cuando una persona se convierte en nuestra pareja de por vida (o eso pensamos), automáticamente tomamos la decisión de rechazar a una cantidad actual de personas que podrían ser nuestra pareja y a las que podrían presentarse en el futuro. Los jeques tienen un concepto (y un bolsillo) mas amplio, en el sentido que tienen mas esposas, aún cuando la preferencia por una en determinados períodos, excluye en algún modo a las restantes. También existen personas que sin ser jeques no se manejan de acuerdo con estos preceptos y tratan de ir anulando los costos de oportunidad a medida que van apareciendo (si no lo entendiste leelo de nuevo).
El costo de oportunidad puede ser medido en dinero si es que las acciones que decidimos emprender o no emprender, son básicamente monetarias; en ese caso, nuestras acciones van a estar influenciadas por nuestra propia disponibilidad de dinero. En otros términos comprar una Ferrari nunca va a ser un costo de oportunidad para alguien que no tiene el dinero suficiente para adquirirla.
Con cada unidad de dinero que gastemos, se reduce la cantidad disponible para el ahorro o la inversión; por el contrario, cada unidad monetaria destinada al ahorro o la inversión, no podrá ser gastada en el momento actual. Hay que tener especialmente en cuenta que si se destina dinero al ahorro, este debe ser efectuado en unidades de moneda que no pierdan su valor por efecto de la inflación ya que al cabo de un tiempo no compraremos lo mismo que cuando destinamos ese dinero al ahorro. Eso explica por que la gente trata de adquirir dólares o euros y no se desprende de ellos tan fácilmente; este concepto es complicado de entender por los políticos, fundamentalmente si no se trata de sus transacciones y sus ahorros. Pueden contarse infinidad de historias de ancianos que cuando abandonaron este mundo habían dejado una bolsa o caja en algún lugar medio escondido y privado (fondo de placard, cajón de ropa, trajes y similares) con billetes de diferentes denominaciones ya sin uso o valor, «ahorrados» con vaya a saber que esfuerzo. Esto debido a que hasta hace algunos años un gran porcentaje de gente mayor de esa época, no ahorraba en dólares o moneda que no se desvalorizara; si pensamos que durante el período 1970 – 1991 la denominación del signo monetario fue cambiada cuatro veces (de pesos moneda nacional a pesos ley 18188, luego a pesos argentinos, mas tarde a australes hasta los actuales y devaluados pesos) y le sacamos 13 ceros !! a la moneda vigente hasta el 31.12.1969, no hay forma posible de ahorro en moneda nacional.
Recuerdo mi primer encuentro con el concepto siendo un joven asistente a la universidad, el profesor de Economía Política I dijo: «El costo de oportunidad es definido como el costo de desechar una alternativa y aceptar otra»; habitualmente cuando uno tiene 20 años o menos, le cuesta entender que para hacer algunas cosas hay que desechar otras, es algo que se aprende con el transcurso el tiempo. No obstante encontramos personas no tan jóvenes, que les cuesta entender que hay limitaciones fundamentales que son el tiempo y el dinero disponible y que esas limitaciones obligarán a desechar alternativas para poder elegir otras.
Finalmente, es importante equilibrar las cuestiones en cuanto al ahorro de dinero y el consumo de tiempo que nos implica el ahorro buscado. Hay quienes concentran sus compras en un lugar (supermercado) aunque paguen mas caros algunos artículos, ahorrando tiempo; mientras otros buscan precios u ofertas para obtener ventajas en mercaderías de bajo valor, constituyendo, en realidad una pérdida de tiempo.
Tampoco se trata de enloquecer y buscar el costo de oportunidad en cada cosa que decidamos hacer, porque corremos el riesgo de quedar «atrapados en los detalles». Una parte importante de todo esto, es elegir que cosas vamos a hacer y que cosas no (eficacia), elegir las correctas es muy importante y esto depende del costo de oportunidad ya sea monetario o no, que asignamos a cada acción.
(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.