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viernes, junio 27, 2025
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¿Son los adolescentes los grandes olvidados en la Pandemia?

¿Qué implicancias ha tenido la pandemia en la vida escolar de los adolescentes? ¿Se los tuvo en cuenta? ¿Han podido cumplir sus actividades escolares? ¿Qué sienten? ¿Podríamos haber hecho algo distinto los adultos?

Para conocer de primera mano cómo lo ven ellos, entrevistamos a adolescentes de entre 13 y 21 años. Todos los nombres del reportaje son ficticios. Y estos los testimonios:

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María, con padre albañil, cuenta que para ella ha sido todo muy difícil. El 2020 pudieron sostenerlo por el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Su padre sin trabajo, con una madre de riesgo, y sin posibilidad de acceder a las herramientas tecnológicas necesarias para cumplir con las tareas escolares. María siente que fracasó en el 2020. Le faltó rendir un poco más del total de las materias.

La ansiedad y la angustia, la preocupación constante. Y sentir que haber sido una alumna ejemplar no le importó a nadie: “En educación fue una gran desorganización, siento que no he aprendido nada. Yo entiendo que no contaba con las herramientas para poder desarrollar la tarea, pero nadie se acercó. Hacía lo que podía. Desesperada, ansiosa, y yo siempre fui muy responsable. Me terminé llevando materias porque necesitaba Internet. Fue un año muy triste, pero tuve mucho apoyo de mi familia. Tengo mucha confianza con mi mamá y pude ir hablando de todo lo que iba sintiendo, pero me encuentro menos tolerante. Tengo una amiga con depresión. Yo agradezco tener una familia en la que se habla, pero hay compañeros que no tienen esa suerte. Ahora siento de nuevo que el futuro es incierto, pero trato de no pensar en eso porque angustia. Ahora el virus es peor, y nos tomó a todos por sorpresa. No se cumplían los protocolos. Se confiaron, pensaron que no era tan grave y nos sorprendió a todos. No hubo una verdadera campaña de concientización, nos decían que había que cuidarse y no hace mucho hicieron un evento en la plaza. No hubo controles. Los adultos debían cuidarnos, ser los responsables, pero sólo se quejan”. María este año ya tiene Internet en su casa, y podrá hacer las tareas escolares.

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Martina empezó con trastornos en la alimentación. Se enteró dos meses después que la escuela estaba dando tareas en forma virtual. Nadie desde la institución se preguntó qué pasaba con esta chica: “En mi caso, me atrasé con trabajos para la escuela, fue angustiante sentir que no llegaría a cumplir con todo. Empezar tarde me generó muchas dudas, la incertidumbre constante me impedía dormir, empecé a comer mal, lloraba todo el tiempo, por momentos me encontraba mirando algo en la televisión y al segundo pensaba en la escuela y empezaba a llorar. Yo siento que no aprendí nada. No se aprende leyendo fotocopias. No hubo muchas reuniones virtuales. Nos hacen muchas críticas, nos dicen que estamos todo el día con el celular, encerrados, pero nadie nos pregunta por qué. Nos dicen que somos vagos. No es así, los adolescentes somos afectuosos con los compañeros y no poder tener un espacio propio fue muy duro.»

Estar todo el día en familia para Martina no estuvo mal, “pero no es lo que necesitamos los adolescentes. La falta de tolerancia crece cuando todo es mucho más estricto. Que mi papá no pudiese trabajar, verlo todo el día en casa preocupado, evaluando qué costos abaratar. Económicamente fue difícil y los chicos también lo vemos y lo sufrimos. Ahora nos critican más, nos señalan. Pero no hubo una campaña de concientización, no fue claro el intendente, nos decían no se junten, pero si se juntan hagan tal cosa, qué es eso. Fallaron los controles o no hubo controles. Detrás de cada fiesta clandestina hay un adulto responsable que habilita, hay un adulto que les da dinero a sus hijos para que salgan. Y yo no veo que los adultos estén haciendo una autocrítica. No se lo tomaron seriamente al tema. Se quejan de los 9 meses de aislamiento, pero en todo ese tiempo nadie pensó un plan B y ahora estamos así. Hay que estar haciendo donaciones cuando si hubiese habido una campaña de prevención sin contradicciones habría sido más sencillo. No se ocuparon”.

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Yanina no quiere volver a la virtualidad. Para ella ha sido muy difícil el encierro. Sintió miedo. “Todas las emociones se sienten más intensas, la preocupación es otra, los profesores no siempre te responden. Siento que en algunas cosas maduré, entendí muchas otras, pero para eso tuve que pasar por cambios de humor, estar más irritable, tener menos paciencia. El año pasado lloraba por todo, estaba acelerada. Además, no siento que los adultos nos hayan preguntado cómo nos sentíamos”.

Usó la palabra abandono. “Campaña de concientización hubo, pero fue mala. Después la gente se confió, se olvidó del virus, todo se descontroló. Los adultos también tuvieron sus propias fiestas, y no tienen autocrítica. Ahora ya es tarde”.

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Soledad dice que a las medidas de prevención las conocemos todos, que no podemos decir lo contrario. “Las medidas no se respetaron, pero señalarnos a nosotros como propagadores del virus es decir que lo adultos no tienen responsabilidad en eso. Los jóvenes nos juntamos, pero detrás de cada uno de nosotros hay un adulto que dice ‘sí’. Según los cuidados que se muestren en cada casa es la respuesta de nosotros. Nosotros no sé si estamos desinteresados, si esa es la palabra. En mi casa se habla un montón y respetamos el aislamiento. Pero hay adultos que siguieron haciendo la vida de siempre. Eso es una transgresión y un mal ejemplo. El adolescente quiere salir, estar con amigos, encontrar su lugar. Lo que vi y lo que veo es que no hubo una campaña de concientización, nadie se acercó a los jóvenes, creo que no nos vieron. Nosotros conocemos lo que no hay que hacer, pero los adultos nos dejaron hacer lo contrario, y somos adolescentes. No se acercaron a nosotros. Después ya no hubo controles.»

«A nivel escolar el año pasado para mí fue un año perdido -continuó-. Fue repasar lo del año anterior. Los que pudimos trabajar en el curso fuimos el 10 por ciento y sólo era entregar trabajos. A mí el aislamiento me afectó mucho. Empecé con falta de apetito, tristeza, de mis compañeros me fui aislando, me fui acostumbrando a la soledad, me puse menos tolerante. Cuando mis padres me dicen de dar una vuelta en el auto yo elijo quedarme en casa, porque necesito estar sola, tener un poco de intimidad. Llega un momento en el que no querés hablar, se cortó el vínculo. Y después también está lo económico. Mi papá es autónomo, no tener un trabajo fijo hace que se replanteen muchos gastos. Nos fuimos arreglando sobre todo con el sueldo de mi mamá”.

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Los varones entrevistados han sido más reservados. Así es el caso de Martín, que siente que “no nos tomaron en cuenta. Yo sólo sufrí el cambio de sueño. Con algunos compañeros nos seguimos viendo, pero muy de vez en cuando. Tener acceso a Internet y dispositivos para conectarte te ayuda. Con la escuela fue distinto, creo que aprendí algo, pero tuve compañeros a los que se les hacía difícil. Algunos no tenían, por ejemplo, una cámara para poder hacer las clases virtuales y la respuesta del responsable de la materia era que se comprara una, que no son tan caras. Varias veces pasó eso, y cuando la situación económica es difícil, esos comentarios no mejoraban la situación. Era humillante. Las cosas fueron como siguen siendo ahora: no nos toman en cuenta. Y llegó el virus acá y nos pasó por encima. Las autoridades se contradecían, no se respetaron los protocolos, no hubo campañas de prevención”.

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César es uno de los jóvenes que cree que la responsabilidad es casi toda individual: “Que los jóvenes hayan sido los propagadores del virus es algo subjetivo, es personal de cada uno. Yo me dediqué a estudiar, me concentré en eso. Pero entiendo a los adolescentes porque a esa edad se tiene la necesidad de estar con amigos, de juntarse. Hubo una campaña de concientización, con muchas contradicciones, pero las medidas de prevención las conocemos todos. Es algo complicado, algo nuevo que se presenta y nadie sabía muy bien qué hacer. Las contradicciones existieron, los políticos son personas también, las personas necesitan salir a laburar. En nuestro caso no lo sufrimos porque el negocio de mis padres es esencial, pero si pensamos en los que tuvieron tanto tiempo cerrado sus negocios o sin poder ir a hacer su trabajo y cobran por día la cosa cambia. En relación a la escolaridad creo que se vio lo que se viene pidiendo desde hace tiempo: que se incluya el uso de la tecnología en los niveles de enseñanza, porque lo que se hace es muy pobre. Eso se notó mucho. Cambios de conducta en mi casa, en general, no hubo. Si me planteo qué fallo, si se podría haber hecho algo diferente, vuelvo a lo mismo: el problema es más personal. Pasó tanto tiempo sin que no pasara nada, que se fueron dejando los cuidados de lado. Se empezó a ver gente sin barbijo, y eso es una responsabilidad de cada uno, se sabía que tenía que haber distancia. Abrieron los bares, y estaban todos apretados. Esas medidas podrían haberse implementado mejor, los controles fallaron.»

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De todos los adolescentes entrevistados Juan ha sido el más optimista. Sus padres son profesionales y el no siente que haya pasado por cambios en lo que va de la pandemia. Considera que hubo una buena campaña de prevención. Sobre la escolaridad contó que en su caso el año pasado logró aprender «muchísimas cosas. Obvio, también todo depende la responsabilidad tanto de los profesores como del alumno. Si los chicos no envían las actividades los profesores no envían más actividades. Y para este año tengo expectativas un poco más altas con la aparición de la vacuna y los recaudos que se están tomando”.

Sobre el acercamiento con los jóvenes Juan es claro y cree que no acercarse a la juventud es uno de los mayores errores que se han cometido. “Para mí es uno de los principales fallos: el no preguntar, el no saber qué es lo que piensan los jóvenes. De todas formas, creo que fueron uno de los mayores propagadores de Covid en la antigua cepa. Eran asintomáticos y ahora son ellos los que también sufren. Yo creo que las autoridades muchas veces se contradijeron, pero a la vez han hecho cosas que ayudaron un poco la situación. Igual siempre depende de las personas que acepten la propuesta de las autoridades, porque siempre están en desacuerdo con las medidas”.