Miguel Angel Pepé Santoro, gloria viviente de Independiente y uno de sus grandes ídolos. Hincha, jugador, campeón, entrenador. Durante años dueño del arco del Rojo, es uno de sus indiscutidos, a la altura de Ricardo Bochini.
«Todos nacimos con un sueño. De chico mi papá me llevaba a la cancha y veía esa gran delantera de Independiente, y te ibas lleno de fútbol. Uno le va tomando cariño a la institución y se hace hincha. A los 12 años tuve la gran oportunidad de probarme en el club. Después de tantos años vistiendo su camiseta le tomás tanto amor que pasa a ser parte de tu vida «, pone en palabras su devoción por los Rojos de Avellaneda.
Nacido en Sarandí, en el mismo Avellaneda, Santoro respira fútbol. Calles y potreros donde se formó con crack de la talla de Angel Clemente Rojas, el petiso Mura y Raúl Bernao, entre otros. Y hasta enfrentó a Julio Grondona. Sí, a Don Julio, el de la AFA.
«Era un lugar de unos 500 metros de largo por 200 de ancho. Ahí había 4 o 5 canchas. Antes, para los pibes, no había nada mejor que la pelota. Me pasaba a buscar el Pelado Rojas -el mismísimo Rojitas- y jugábamos hasta que se hacía de noche con Raúl Bernao y sus hermanos, Pipo Ferreyro, Roberto Perfumo y muchos más «, se emociona en el recuerdo.
Con Brandao de DT Santoro saltó de cuarta a primera división en 1961. Para el ’64 ya estaba consolidado en la máxima categoría. Y no paró más hasta convertirse en uno de los jugadores más emblemáticos del Rey de Copas.
Época de giras, Independiente salía a pasear su fútbol por el mundo al menos dos veces al año. «Viajábamos a Europa, en enero y a mitad de año. Éramos muy conocidos. Ahí nació la mística de Independiente, que nos transmitieron Navarro, Maldonado, Rolan, Mario Rodríguez a los más jóvenes. La experiencia nos fue haciendo. Fuimos creciendo en esa mística y la íbamos trasmitiendo a los que se iban incorporando», recordó esas décadas de tantos títulos.
Ese Independiente que se paraba en línea con el capitán delante y saludaba con los dos brazos en alto. Ritual que recuperó años después con la dirección técnica de Holan: «Ese saludo nació en el ’63 con González García y Don Manuel Giúdice, dos maestros que nos dejaron muchas enseñanzas».
Tocó el cielo con sus manazas de arquero en 1973, cuando vencieron a un solo partido en la Intercontinental al poderoso Juventus de Italia. «El campeón de Europa era el Ajax, que se bajó de la final. La Juventus era el subcampeón y tenía siete jugadores en la selección. Pusieron como condición que fuera un solo partido y en el estadio Olímpico de Roma. Nos faltaba esa copa y la queríamos tener. Por eso aceptamos y fuimos en busca de la copa. Ahí coronamos nuestra carrera deportiva», sentenció Santoro, para quien la gloria no tiene precio.
Años de grandes arqueros. Roma en Boca. Carrizo en River. Cejas en Racing. Buttice en San Lorenzo. Santoro en Independiente. Pedían cancha Gatti, Fillol, Errea, Andrada y Poletti. «Como en este momento, donde hay cuatro o cinco arqueros de muy buen nivel. Cualquiera puede atajar en la selección. Martínez, por ejemplo, con sus condiciones y temple para el puesto, se está afianzando y creo va a ser titular», ponderó al Dibu, surgido de la inferiores de Independiente, bajo su tutela.
«Trabajar, ser docente con el chico, saberlo llevar. Que el chico te tenga confianza», las recetas de Pepé y la escuela de Independiente para sacar este y tantos otros arqueros para el fútbol nacional.
Con 79 años cumplidos, Santoro sigue trabajando para su Independiente de Avellaneda. Hincha, arquero, campeón, ídolo, DT, entrenador de arqueros. En el Libertadores de América, en el corazón de Avellaneda, la tribuna norte lleva su nombre. Se hizo justicia.