Las efemérides son las rememoraciones de acontecimientos notables del pasado y tienen su expresión escolar en los actos escolares y sirven se constituyen en rituales cívicos en los que se conmemoran determinados aniversarios caros a la identidad nacional bregada con ahínco desde hace más de un siglo.
Como todo ritual que se precie de tal, en los actos escolares suele rendirse tributo a los héroes magnánimos, las grandes epopeyas y los símbolos emblemáticos de la argentinidad.
Las grandes efemérides suelen poner a los docentes en guardia: hay trabajo extra… Pero esta fue una realidad escolar hasta el 2.019, hoy la pandemia no nos permite reunir una comunidad en esas celebraciones inolvidables.
Pero los docentes NO OLVIDAMOS esos momentos, y de alguna manera estamos presentes recordándolas, porque se trata de valores que hacen a nuestra sociedad.
La Declaración de la Independencia tuvo una importancia de primera magnitud en la historia de por entonces, nuestro naciente país, puesto que vino a completar el ciclo revolucionario iniciado en 1810, estableciendo a partir de esta gesta la liberación definitiva de la corona española, renunciando además a toda dominación extranjera.
Pero, como siempre la historia “refresca” la memoria y trae noticias olvidadas, hoy compartimos ésta, que quizá nos pueden quitar una sonrisa (por lo anecdótico) o también una “rebelión interior” por lo ocurrido hace más de doscientos años…
El chasqui de la Patria (Daniel Balmaceda, historiador)
Poco después de manifestado la Independencia, el Congreso de Tucumán comisionó al oficial del Regimiento 8, Cayetano Grimau y Gálvez, de 21 años, para que transportara a Buenos Aires pliegos de papeles para entregar al director supremo Pueyrredón, al Cabildo, al brigadier Balcarce ya la Junta de Observación. Entre ellos viajaba el acta de Independencia con la firma de los 29 diputados, según lo informa la foja de servicios del soldado chasqui que partió casi desarmado: el sable que portaba estaba quebrado, le faltaba parte de la hoja.
Durante la escala en la ciudad de Córdoba tomó contacto con el gobernador de la provincia, José Javier Díaz, quien le cedió un soldado para que lo acompañara en calidad de custodio. Grimau aceptó de inmediato, ya que el camino, sobre todo en Santa Fe, se tornaba peligroso y con su medio sable daba ventaja. Sin embargo, la custodia dejaba mucho que desear. El acompañante ni siquiera tenía un cuchillo.
Ya por el sur de Córdoba, Grimau y su compañero se toparon con el inglés Joice (le decían el inglés García), soldado de Artigas a quien acompañaban dos hombres, en una misión encomendada por el caudillo. A Grimau estos viajeros le resultaron sospechosos: «Desde ese momento traté de adelantar mis marchas, por la desconfianza que naturalmente me causó el traje y los modales de dichos individuos, pero la falta de cabalgaduras demoró mi salida», contaría luego.
No tuvo más remedio que marchar con esos tres sujetos que le seguían el rastro. «Inmediatos ya a la posta de la Cabeza de Tigre, divisamos un carruaje en que iba el señor diputado Del Corro [Miguel Calixto], y un doctor Molina [Manuel], con cuyo motivo creí oportunidad de desprenderme de tal compañía y pretexté alcanzar a dichos señores «. Pero el plan de Cayetano Grimau y Gálvez no funcionó. «Se frustró mi idea porque el inglés dijo serle también preciso ver a uno de ellos para darle una carta al gobernador de Córdoba.»
En medio de aquel encuentro con el diputado -quien viajaba con seis peones que lo escoltaban- ocurrió un gran percance. El chasqui de la Patria se alejó del grupo a distancia prudente, bajó del caballo y se dirigió a unos yuyales para resolver cuestiones fisiológicas. En ese complicado instante le pusieron un trabuco en la espalda, además de amenazarlo con un facón, y lo obligaron a entregar los papeles que transportaba. El inglés y sus secuaces huyeron con las actas sustraídas.
Al enterarse de que los pliegos se han perdido, el inútil compañero de ruta anunció que regresaría a Córdoba. Según dijo estaba un poco enfermo y ya no tenía nada que custodiar.
El chasqui los persiguió hasta que los perdió de vista. Llegó a Buenos Aires y corrió a denunciar el robo. Se llevó adelante una investigación, pero nada pudo probarse.
Grimau siguió siendo útil a la Patria hasta que murió víctima de la fiebre amarilla de 1871. Las actas de la Independencia nunca más aparecieron. Las que hoy vemos son copias impresas de aquel primer manuscrito perdido en los yuyales del sur de Córdoba.
(*) Laura Mónica Saisan es villeguense, profesora de Enseñanza Primaria y Especialista en Investigaciones Educativas. De sus 33 años de servicio a la educación, como docente o directiva, saben escuelas de General Pico y ya de regreso a General Villegas el Colegio Nacional, el Instituto María Inmaculada, y las escuelas primarias 17, 45, 3, además de las rurales de Moores y Los Laureles.
Apasionada lectora de historia, tanto de nuestra región como de la construcción de la Argentina como nación libre e independiente, ha realizado capacitaciones y cursos para acrecentar sus conocimientos en el área.
«Me jubilé no porque mi profesión me ha cansado, sino porque existe un tiempo para disfrutar, un tiempo para partir y un tiempo para recordar y volver a disfrutar el camino recorrido para comenzar a transitar otros caminos», nos dijo.
Uno de esos caminos es formar parte de la apasionante tarea de Diario Actualidad de seguir escribiendo la historia de los villeguenses.