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domingo, junio 29, 2025
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Miguel Halatino, con el potrero en la piel

Campeón con Eclipse en 1978 y 1979, jugó también en Sportivo, Juventud de Banderaló y fugazmente en Bunge, en el Regional del ’85. Miguel Halatino fue un producto genuino de los potreros villeguenses. Un jugador de barrio, con un corazón de oro.

Su hermano Carlos lo llevó a jugar con él a Santa Rita. Era una prueba, o algo así. «Me dijo que allá me daban todo. Pero me dieron solo la camiseta. Mi hermano me prestó un pantalón y tuve que jugar con medias stretch y mocasines. Pateaba y tenía que salir a buscar el zapato», lo cuenta y ríe con ganas.

«Ese día jugamos con Eclipse y justo me tocó marcar al Bocha Polucci. No te imaginás el baile que me dio», recuerda la anécdota con quien luego fuera su compañero.

Lo del Lobo de Piedritas no prosperó. «Un día, en cancha de Eclipse, un hombre petisito que fichaba jugadores me habló. Después Macuco Gutiérrez me llevó a jugar en segunda contra Atlético. De ellos atajaba Ado Irasola. Les ganamos las dos veces, en cancha de ellos y en cancha nuestra. En los dos partidos le hice los goles yo», destaca.

Un año en segunda y pasó al banco de la primera. A los 15 ya jugaba en la máxima categoría. «Contra Atlético salió lesionado Pelé (Horacio Ruiz) y entré yo de 4, pero en realidad el puesto mío era de 8», se define, aunque Pocho Rodríguez lo reubicaría más adelante en la última línea.

Guapo para defender, impasable en el mano a mano, lleno de recursos para quitar sin golpear, pasitos cortos y una habilidad propia de un volante. Miguel Halatino fue de esos defensores que dejaban desairados al delantero que lo atropellara en la salida.

Su humildad le impide compararse con ningún jugador de la actualidad. «Hay muchos buenos», se excusa.

De aquel equipo que quedó en la memoria de los hinchas de Eclipse dice que «era un grupo muy bueno y que jugaba muy bien. «Damiani, Gándola, yo, Baños, Galli, Falcón, Chaicolé (Coronel), Noda, el Sixto (Moussegne), Lacho Rodríguez, el Mini (Becq), Sandoval, Abel García, Bocha Polucci…», va soltando rienda a la nostalgia.

Anécdotas, muchas. Como esa jugando para el equipo del Bar Loco, con Inés Gisbert de delegada. «Yo venía con la pelota y le dije a Fumagallo: ‘Abrite Pájaro’… y me contestó: ‘No me la des a mí que no sé hacer nada'», vuelve a reír con sus ojitos llenos de inocencia.

En 1985 integró el plantel de Fútbol Club Bunge que disputó el Regional. «Entré con Olavarría», acota, y vuelve a enumerar: «López, Bocaccino que después jugó en Atlético, Pérez al arco, Videla, Carrizo, el 5… todos esos venían de General Pico».

Después, un año en Sportivo y otro en Juventud. Y de vuelta a los potreros que lo vieron nacer para jugar uno, dos, tres, miles de campeonatos barriales. Su hábitat natural.

Productor genuino del barrio San Antonio, Miguelito Halatino recrea esa mágica época en que se jugaba hasta que no se veía más. «Había una canchita al lado de la casa del Pando (Osvaldo Pereyra, otro crack). Eramos un montón… Chaicolé (Santiago Coronel, volante zurdo, de lujo), el Yuyo (Mario Muriño, jugadorazo), Emilio Villanueva (muy buen marcador de punta) y tantos más. Se jugaba todos los días pero los sábados era a morir. Si almorzabas tarde te quedabas sin lugar. Se hacía de noche y estábamos jugando», puntualiza.

Buena gente, sin maldad. Un prócer del fútbol local. ¿Qué le iban a decir a Miguel Halatino si el potrero ya le había enseñado todo?

Eclipse campeón 1978. Miguel Halatino, abajo, el primero desde la derecha.

Club Eclipse Villegas – Año 1977: De izquierda a derecha – Arriba: Cichini, Apaolaza, Suarez, Damiani, Rodriguez, Ruiz, Coronel, Nievas, Arribas, Baños y García. Abajo: Paviolo, Rodríguez, Sánchez, Polucci, Pereyra, Muriño y Halatino.