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domingo, junio 29, 2025
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De Argentina, Messi, Scaloni y de nosotros también

Una noche se hizo justicia y la celeste y blanca le dio a Messi la alegría que le faltaba, ese pedacito de gloria que le era esquivo con la camiseta nacional. ¿Cómo si hiciera falta, no? Como si no tuviera un reinado interminable como el mejor futbolista del mundo, con números de oro, centenares de goles, títulos de todo tipo con su club, distinciones en todos los niveles…

Pero usted sabe como somos los argentinos. Implacables con los propios, salvo con los que nos mienten. A ellos siempre le damos segundas oportunidades, además de justificarlos. A Messi no. Jamás.

Por eso, y porque los jugadores todo lo saben de este juego y los códigos de vestuario, cuando el silbato sonó por última vez todos corrieron a abrazar a ese raro fenómeno del sur rosarino, del que todos saben qué va a hacer pero no cómo sacarle la pelota.

Lo hicieron porque lo quieren, porque es su capitán. Y porque ninguno de ellos quería ser parte de esto que hemos logrado durante años: que Messi no pudiera coronar en la selección. Sí, tal cual, esta camada de jugadores también se sacó un peso enorme de encima. Lograron lo que el mundo no podía creer que no lograra un equipo que contaba con Messi entre los 11.

Y en esto aparece Scaloni. Maltratado como ninguno, el de Pujato asimiló el título con humildad. Sin la grandilocuencia que se nos hubiera escapado a más de uno. Entró por la ventana a la selección, es cierto, pero menos mal que lo hizo. Ningún gran DT nacional dijo ‘quiero’ al fierro caliente que dejó Rusia 2018. Scaloni sí.

Lo curioso es que cuando más o menos acomodó el rancho le quisieron mover el piso. Suele pasar. Que hacía muchos cambios, que no mantenía el equipo base. ¿Sabe que le hubieran objetado si no lo hacía? Le hubieran dicho que no tenía un Plan B.

Que no tenía proyecto, se escuchó por ahí. Como si al fútbol lo jugaran los arquitectos y los ingenieros civiles. Basta de misterios. En el fútbol hay que darle la pelota al compañero. Nada más. No lo conviertan en una ciencia exacta. Dejen espacio para lo espontáneo, la creación, las emociones. Es un juego.

Ese utilizar muchos jugadores por parte de su entrenador y no encerrarse en 11 titulares lo llevó a refrescar el equipo para la final, después de la semi con Colombia donde Argentina la pasó mal. Montiel, Acuña, Romero, Paredes y Di María a la cancha. Poroto para Scaloni,  que ya se había anotado otros: que a Messi se lo vea feliz, comprometido, combativo; y la aparición del Dibu Martínez en el arco, Cuti Romero en la zaga y Nicolás González por la izquierda, de área a área. Digamos la verdad: en el país de los 44 millones de directores técnicos la mayoría de nosotros no sabíamos que estos tres pibes habían nacido.

Argentina es campeón de América después de casi 30 años y por un momento cerró la grieta. Las calles se llenaron de gente y peligrosamente se borraron los protocolos. Mala nuestra. Pero fue tanta la alegría que en el balance quien sabe si no salimos ganando, más allá de habernos expuesto. La necesitábamos.