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viernes, diciembre 13, 2024
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La historia de la Vauquita, un símbolo de Trenque Lauquen hecho de “puro dulce de leche”

La golosina es un clásico de los kioscos argentinos. Su historia se cruza con la de los escritores Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, fanáticos confesos del dulce de leche. Todavía hoy se discute su lugar de nacimiento: un relato dice que se creó en La Martona, en Cañuelas, y otro en Cauca, en Trenque Lauquen.

 

Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB

Adolfo Bioy Casares cuenta en su monumental libro sobre Borges que el autor de “El Aleph” le dijo alguna vez: “Uno no puede casarse con alguien que no sabe lo que es un poncho o lo que es el dulce de leche”. No es para menos, ya que el escritor era un absoluto fan de la golosina tan argentina como la birome, el colectivo o él mismo. Y de ese dulce de leche está compuesta la tableta Vauquita, orgullo nacional, que como Carlos Gardel tiene varios lugares de nacimiento: una rama de la historia afirma que lo hizo en la empresa familiar de los Bioy, en Cañuelas, y otra que se inventó donde ahora se sigue fabricando, la ciudad de Trenque Lauquen, en el oeste bonaerense. De hecho, “Vauquita y Trenque Lauquen son como Manuelita y Pehuajó”, afirman.

Parafraseando a Borges, podríamos decir que “se hace cuento que empezó Vauquita, parece tan eterna como el agua o el aire”. Un relato indica, entonces, que todo empezó en Cañuelas, localidad considerada tradicionalmente como la capital nacional del dulce de leche. Allá por 1829 se reunieron en esa localidad Juan Manuel de Rosas y el general Juan Galo de Lavalle. Una sirvienta de Lavalle había puesto a hervir leche con azúcar cuando llegó Rosas y se puso a preparar mate. Se olvidó la leche en el fuego y en el momento en que la fue a ver descubrió una crema color marrón claro, dulce y espesa: el dulce de leche.

Décadas después de esta tradición que cabalga entre la verdad histórica y la leyenda, el abuelo de Bioy, Vicente Casares, fundó su empresa láctea llamada La Martona. En 1902 la firma comenzó a producir dulce de leche en forma industrial siguiendo recetas tradicionales de la época colonial. Y durante mucho tiempo vendieron una tableta de dulce de leche sólido en un envase de cartón con la imagen de una vaca. La golosina no tenía nombre, pero todos la conocían como “la vaquita”.

La fábrica cerró en 1978 y hoy la marca pertenece a La Serenísima. Estas cajitas de “la vaquita” se terminaron convirtiendo en artículos muy preciados para los coleccionistas de antigüedades.

El Vasquito

¿Todo empezó en Cañuelas? En realidad parece que la historia de Vauquita se inició en Trenque Lauquen, a unos 400 kilómetros de la localidad donde Vicente Casares tenía su empresa. Allí se encuentra la famosa fábrica de chocolates Cauca, fundada en 1928, que hoy en día tiene puntos de venta en todo el país y elabora chocolates, alfajores, bombones y, claro, dulce de leche.

Según Raúl Vidal, nieto del fundador de Cauca y actual dueño de la compañía, “mi abuelo le vendía dulce de leche a La Martona y se le ocurrió aprovechar lo que sobraba en el fondo de los tarros”. Así, creó una golosina en forma de tableta que se llamó El Vasquito. A diferencia de la tableta de La Martona, se vendía envuelta en papel metalizado.

Vidal le confesó a la periodista Graciela Baduel que “se ve que alguien de La Martona tomó la misma idea”, en referencia a “la vaquita”.

El Vasquito, que llegó a ser muy popular en el interior de la provincia de Buenos Aires, dejó de fabricarse con el tiempo. A fines de los ’70, Vidal decidió reflotarlo y usó el nombre “Vauquita”, es decir, “vaquita” con una “u”.

Más tarde la firma le vendió a la marca a Heladerías Massera, que quebró en 2001.

La Vauquita fue rescatada por Rubén López, actual dueño de la firma La Dolce. “A Vauquita la compré hace más de quince años en un remate, había estado desaparecida por un tiempo largo. Vauquita era una marca monoproducto y nosotros fuimos haciendo una familia con alfajores y chocolates, pero cuidando siempre la receta original y los mismos ingredientes”, contó en una nota.

“Como Pehuajó y Manuelita”

Según contaron a DIB desde la empresa, la Vauquita es “puro dulce de leche”. “Se hace exactamente como el dulce de leche. No tiene químicos, no tiene ningún conservante. El dulce de leche se pone en pailas (sartenes grandes) y se empieza a solidificar. Tiene un punto que lo saben los chicos que lo hacen en Trenque Lauquen. Se tira sobre unas planchuelas, se deja que se seque y se agrega azúcar impalpable. Luego se corta, va por una envasadora y se mete en las cajitas. El dulce de leche se hace de la misma manera, pero con otro punto de solidificación. Por eso es que nuestro dulce de leche no tiene tanta durabilidad como uno industrializado, porque no tiene conservantes”, afirmó Vanesa Moya, una de las encargadas comerciales.

Hoy en día Vauquita no es solo una golosina, sino un símbolo de la ciudad: “En la zona, la gente asocia Trenque Lauquen y Vauquita, como Pehuajó y Manuelita”.

Muchos nombres

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares incluyeron al dulce de leche en una lista de “excelencias argentinas”, junto al “choclo, algunos tangos y milongas, el poncho de vicuña, el pejerrey y el truco”. Borges disfrutaba de platazos de dulce de leche, aunque no quedó registro de si probó la Vaquita de la empresa de su amigo.

Vaquita, Vasquito, Vauquita, incluso Cauquita (la versión que fabrica actualmente Cauca): muchos nombres para una misma golosina, una barrita de dulce de leche solidificado. Hoy en día, con la marca se venden también alfajores y bocaditos, pero la tableta original dejó su marca en el paladar de los argentinos. (DIB)