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lunes, diciembre 9, 2024
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Algunos apuntes sobre la «clase política» / Por Omar Emín (*)

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«La segunda profesión mas antigua del mundo es la política. y lo que mas me sorprende, es cuanto se parece a la primera». Ronald Reagan.

«Los políticos y los pañales han de ser cambiados a menudo … y por los mismos motivos» (George Bernard Shaw)

«No debemos confundir la verdad, con la opinión de la mayoría» (Jean Cocteau)

«Si votar marcara alguna diferencia, entonces no nos dejarían hacerlo». (Mark Twain)

«El problema de lo público es que los ciudadanos creen que es gratis y los políticos creen que es de ellos» (escuchado por ahí)

   Ante el inminente cierre de las listas de cada partido político con motivo de las PASO, sería conveniente repasar algunos conceptos sobre los políticos y la actividad política. Existen, como podrán comprobar, diferentes opiniones sobre los políticos y sobre la política en general; de lo que no se habla mucho, es para que debiera servir la política o cuales debieran ser sus objetivos o propósitos, mas allá de beneficiar a quienes participan en ella directa o indirectamente. Los slogans mas utilizados – fundamentalmente por quienes desean ingresar a la actividad -, son «porque quiero cambiar la vida de la gente» (no dicen de que gente) o «porque quiero cambiar la forma en la que se hacen las cosas»; también estas expresiones – pero en tiempo pasado -, son utilizadas por quienes hace años que están en el rubro, respondiendo a la pregunta, por que se dedicaron a la política ?. La cuestión fundamental es que una vez que se valieron del voto de la gente, la mayoría se desvía significativamente de la plataforma partidaria o de las ideas que caracterizan a una determinada agrupación política y buscan – de todas las maneras posibles -, mantenerse en un sitio o escalar (si los de arriba los dejan), hacia otras posiciones; eso si, procurando dejar a alguien en el puesto que antes ocupaban para que les deba algo o les cuide la quinta por si deben volver a una categoría mas baja, producto de algún ocasional resbalón.

Todos estos entramados, hacen que las personas comunes que pretendan – con nueva energía e ideas renovadoras -, ingresar a la actividad política, les resulte muy difícil, cuando no imposible poder lograrlo.

La prueba evidente de estas afirmaciones, es que en la política, mayoritariamente, siempre están los mismos personajes. Hasta algunas de las últimas elecciones, existían lugares (provincias, ciudades, pueblos), donde se enorgullecían (hecho ensalzado también por el periodismo), de tener personas (legisladores, intendentes, concejales) ejerciendo cargos desde 1983 !!!! (si !!!! leyeron bien).

Existen algunas excepciones – pocas por cierto -, de personas que han ingresado a la actividad política sin obstáculos, pero que ya tenían una muy buena situación económica o una alta exposición mediática (actores, deportistas, periodistas), como garantía de que ningún puntero político (los verdaderos dueños de los votos), se va a interponer en su camino. No obstante y por si acaso, un aval de algún político puede llegar a ser requerido en estos casos, como  forma de asegurarse que el nuevo no piense «distinto» (piensa o deberá pensar como su aval).

Para complicar aún mas el panorama, a partir del momento en que el «Dr. Borocotó» se dio vuelta, iniciando el fenómeno que lleva su nombre, vemos que las consecuencias de los pésimos accionares suelen horizontalizarse [1], generando efectos nefastos, incluso sobre políticos bien intencionados e ingenuos (todavía quedan algunos), contagiando de ideas que no sirvieron en gobiernos anteriores, atrasando todo lo novedoso o las intenciones de cambio que pueda tener un candidato nuevo con ganas de revertir realmente las cosas.

No podemos dejar de considerar seriamente el tiempo que insumen fuera de las labores estrictamente legislativas o administrativas, estas cuestiones conspirativas (como quitar o dar apoyo a un candidato, como hacer correr rumores en agentes conductores [2] para perjudicar o enaltecer a alguien), para los cuales una persona común tampoco está preparada (porque tiene que trabajar, porque tiene que dirigir su empresa, porque tiene que vivir).

A esta altura, podemos identificar dentro de la clase política a personas que quieren entrar con buenas intenciones aunque no sabemos si van a poder sortear todos los obstáculos que se les van a presentar antes de siquiera ser candidatos, mediáticos normalmente apalancados por un político en actividad para atraer votos, sindicalistas (tienen los votos cerca y pueden negociarlos), ricos y personas que han entrado para hacer de esto su medio de vida, puesto que el ingreso que podrían obtener al ejercer una actividad comercial o profesional, serían en muchos casos, menor que el ingreso que les reportaría la actividad política. En realidad la composición de la clase política no preocuparía tanto, si sus integrantes estuvieran dispuestos a obedecer el «mandato popular» (como podrán ver, yo también puedo usar frases de políticos).

Las veces que en discusiones o charlas de café, me ha tocado defender esta posición, afirmando que los políticos no obedecen los mandatos populares y no existen personas o mecanismos que puedan impedirlo, me han contestado que «se puede votar a otro candidato la próxima vez» (considero de dudosa aplicación este argumento, porque como ya expuse, los candidatos «se dan vuelta» y aparecen en otra lista influenciando otra vez con sus ideas inaplicables, retrógradas e inservibles o termino eligiendo «al menos peor»); «que hay que meterse» (considero este argumento de difícil aplicabilidad porque cada político cuida su quinta y no te deja entrar, además de tener todo el tiempo del mundo para conspirar en tu contra e impedirte la entrada si es que cree que podés desequilibrarlo).

Llegado a este punto de no retorno, es cuando opino que la solución pasaría por efectuar – conjuntamente con algún comicio -, una consulta popular (temida por los políticos, aunque admitida con ciertas condiciones por la Constitución Nacional reformada en 1.994 en sus artículos 39 y 40) en la cual se establezcan las bases de ese mandato popular, a saber: que se pretende de la seguridad, la educación, la obra pública (importante fuente de corrupción), la salud, los subsidios y una cantidad de cosas básicas sobre las que deberíamos estar de acuerdo sin importar el signo político – partidario. Un delincuente, de acuerdo con el código penal,  debe ser un delincuente gobierne quien gobierne. Pero atención, esto tampoco puede tomarse como una solución, ya que los legisladores podrán continuar votando como se les antoje, pero al menos podremos identificar quienes quieren cambiar la vida de las personas y quienes van a cobrar tratando de perpetuarse (recordar que algunos ganan mas dinero con la política que con su actividad comercial o profesional).

Como consecuencia del caos descripto, resulta ser que alguien que corta una calle o una ruta, se encuentra en estado de necesidad, de reclamo o algo que termina justificando su conducta, cuando en realidad está cometiendo un delito impidiendo la libre circulación y tránsito por los caminos de la patria; el que roba, es victima de esta sociedad capitalista en que vivimos y ha perpetrado el hecho para alimentar a sus 10 hijos, en el resto del mundo es un delincuente al que le corresponden las penas establecidas en la legislación; quienes ocupan propiedades públicas o privadas, son carenciados que vienen huyendo de la pobreza en las provincias o países limítrofes y establecen su base en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (fin del embudo de la pobreza), «alquilando» propiedades que no les pertenecen, en franca transgresión al principio de propiedad privada establecido en nuestra carta magna.

Existen pocos lugares en el mundo donde todavía se discuten este tipo de cosas, generando significativas pérdidas de energía que podrían ser utilizadas para real y efectivamente «cambiar la vida de la gente», mejorando los servicios sanitarios y de salud, la  conectividad, la generación de energía, los caminos y muchas otras cosas básicas que hacen a la calidad de vida de los habitantes.

Diccionario:

[1] Sería como un sinónimo de contagio y expansión de ideas y procederes hacia otros partidos políticos (o hacia los costados).

[2] Vendrían a ser personas que funcionan como un delivery de chismes.

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.

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