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martes, febrero 18, 2025
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“Cuando a las palabras…no se las lleva el tiempo” / Por Laura Saisán (*)

El educador democrático no puede negarse el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión. -Paulo Freire-

Diciembre es un mes de balances, de recuerdos, algunos que nos dibujan una sonrisa, otros no tanto, pero la vida se trata de reconstruir nuestras historias para proyectarnos hacia aquello que nos lleva a dar cuenta de nuestra existencia.

Diciembre, también, es un mes plagado de acontecimientos, donde se entrecruzan los actos escolares, las graduaciones, los merituados y los que, aún sin más, han logrado superar un ciclo escolar con el esfuerzo de cada día.

Diciembre es un mes para no dejar pasar, con el apuro de pensar que ya se aproxima el inicio de un año nuevo.

¿Y por qué dejar pasar un diciembre más sin recordar a quienes merecen ser reconocidos por su trayectoria silenciosa?… Algunas instituciones ya lo han hecho con sus empleados, alumnos, ciudadanos o cómo hayan elegido homenajear… Pero, siempre quedan personas y recuerdos que sólo son “besados y abrazados” en el ámbito familiar, sin trascender en el aquí y en el ahora, en el presente…

Por eso en este espacio deseo compartir con muchos lectores, que seguramente recodarán mil anécdotas más, pero rescato las que tengo muy presente y se trata de las protagonizadas por una EDUCADORA (sí, así con mayúsculas).

Porque enseñar, va más allá de ser un trabajo, cumplir una misión, es dejar improntas en algunos, uno o varios alumnos, pero dejarlas al fin para ellos y cual semillas, se multipliquen y diversifiquen.

Y fue también un 12 de diciembre de 1.923, cuando nació Hilda Victoria Rodríguez… ¡¿La recuerdan?!… Aquella “señorita” bajita, activa, de caminar ligero, de pasos cortos, de impecable delantal blanco, de medias de nylon, ¡¡jamás pantalones!!, de cabellos ondeados, prolijamente peinados, egresada con orgullo como “Maestra Normal” en el “Colegio María Inmaculada”, cuando, por aquellos años, debían asistir a rendir al “Colegio Nôtre Dame” de la ciudad de Lincoln. Profundamente católica y profundamente docente.

Asistiendo, casi sin licencias, con su característico cabello oscuro (que fue paulatinamente pintándose con pinceladas grises) sus anteojos pequeños, manos suaves, recorrió años tras años los pasillos de la Escuela Primaria Nº1, transitó por varias aulas, destinada a dictar clase algunos años en el “aula prefabricada “del patio de tierra, entre paraísos…¡¡SÍ!!, era un aula muy calurosa… Ella “la señorita Hilda” supo estoicamente cumplir allí su tarea.

Siempre atenta a qué método de lectoescritura convenía a sus alumnos: alfabético, global, generadora, fonético y tuvo que, también, enseñar a leer con la “La razón de mi vida”…

Respetuosa de normas éticas de la profesión docente, colega de Ana María Ladaga de Lamas, de Zulema Fernández, de Isolina Massa (que muchas veces las confundieron como hermanas) y de tantas otras maestras que ahora no me vienen a la memoria.

Madre de cinco hijos: Rafael, Fernando, Mario, María Victoria y María del Rosario… Sus alumnos nunca supimos ¡qué eran tantos los hijos que ella atendía en su casa junto a su amantísimo esposo Rafael Bitti.! La profesión y el cumplimiento de la tarea docente estuvo siempre ahí: ¡Presente!, las tareas, las correcciones (en una letra muy parejita y prolija), el “Ponte de pié al saludar”, el “Toma correctamente el libro para leer”… Fueron enseñanzas en valores que supo sembrar. Como aquella vez que, sin aspavientos, le preguntó a una compañera de mi grado, el motivo de su inasistencia ya que vivía muy cerquita de la escuela, la niña respondió que había sido a causa del tiempo, y la “señorita Hilda” le explicó que ella vivía a varias cuadras de distancia, que tomó un paraguas y llegó a la escuela, porque pensaba que ni la lluvia nos puede impedir el deseo de aprender… No recuerdo haber visto que esa compañera mía faltase otras veces “por mal tiempo”…

Sin saberlo Hilda fue “la señorita” de dos niñas, que luego de muchos años, pasaron a integrar su familia. ¡Verónica y Elena, dos de sus nueras…!!…Pero también fue “Mí Señorita”…

Iniciaba yo tercer grado (el de aquel entonces), donde se comenzaba a ¡¡escribir con tinta!!, y a “estudiar con manual “en un área llamada “Desenvolvimiento”, que integraba Geografía, Historia y Formación Ciudadana…, además ¡Por supuesto! El infaltable libro de lectura “Agüita Clara”…

Transitaba el año 1965 y una gran huelga, que formó parte de varias acciones políticas que provocaron la caída del gobierno constitucional del Dr. Arturo Umberto Illia, hizo que varios docentes se adhieran a la misma, sólo algunas asistían a dictar clase, entre ellas “la señorita Hilda”. Así fue que los alumnos presentes (no eran todos) se agruparan.

En una clase informal, de esas que los docentes de vocación saben organizar, comenzó Hilda a conversar con sus alumnos. Muy pausadamente pregunta ¿Qué recuerdan de la historia de nuestro país?…

Como a mí me había atrapado la historia, porque la sentía como” un cuento”, levanto tímidamente la mano.,” la señorita Hilda” me pide que comente lo que yo recordaba… Bien, comencé a narrar, según lo “aprendido” de los actos y efemérides escolares del año anterior, desde la Revolución de Mayo siguiendo con los acontecimientos sucesivos (con mil baches y errores de nombres seguramente y datos inconclusos), terminando mi alocución con…” después de todo eso vino Colón y.… ¡nos descubrió!…

En ningún momento sentí la mirada o la palabra de reproche, sí, en cambio, recuerdo que con una sonrisa (que supongo que disimulaba la risa que le causó mi gran y atroz confusión cronológica de los hechos), la “señorita Hilda” dijo ¡Muy Bien, recuerdas muchas cosas !, ahora lo que vamos a hacer es ponerle un poco de orden a todos los hechos que contaste”…

¡¡Claro!! Yo creía saber Historia, pero fue “la señorita Hilda” la que me puso en el lugar y en el orden correcto el mundo nuevo y el viejo y sus historias entrelazadas… Quedé fascinada … ¡De ahí amé cada día más la Historia!

Recuerdos que se entremezclan…, picnic del día de la primavera en la cancha del Club Atlético, la “señorita Hilda”, recorría los grupos, y la supimos ver cómo solícita y disimuladamente, abría latas de picadillo de carne y con panes o galletitas improvisaba una especie de sándwich y convidaba a niños que tenían una modesta merienda.

En este 12 de diciembre del 2021, cuando “la señorita Hilda” cumplió sus hermosos 98 años, la maestra de tantos alumnos, que nos enseñó que la historia debe dar luz para crecer conociendo el pasado, que a Mariano Moreno “no hubo tanta agua para apagar tanto fuego” sino que Moreno fue víctima de intereses mezquinos, que Sarmiento, a pesar de su expresión de “barbarie”, fue quien impulsó la formación de los primeros maestros con la Escuela Normal de Paraná… Y fueron más y más las enseñanzas, esas que al decir de Paulo Freire, “El educador democrático no puede negarse el deber de reforzar, en su práctica docente, la capacidad crítica del educando, su curiosidad, su insumisión”, quise contar estas ejemplificadoras anécdotas ,porque está lúcida, rodeada de hijos, nietos y bisnietos y porque, sobre todo, puede ser partícipe y disfrutar de este sencillo reconocimiento a su trayectoria de formadora de mentes críticas, por tanto que dio a la educación y a la vida muchas generaciones.

Convencida que las anécdotas y episodios narrados no son suficientes para describir la trayectoria de Hilda Victoria Rodríguez de Bitti, recurro y apelo, a quienes fueron sus alumnos, que se acerquen, la saluden y la reconozca, porque… ¿Qué futuro tendremos como sociedad si no sabemos homenajear y recordar a quienes formaron y fueron la base de múltiples oficios y profesiones de nuestra patria chica?…

(*) Laura Mónica Saisán es villeguense, profesora de Enseñanza Primaria y Especialista en Investigaciones Educativas. Apasionada lectora de historia, tanto de nuestra región como de la construcción de la Argentina como nación libre e independiente, ha realizado capacitaciones y cursos para acrecentar sus conocimientos en el área.