La memoria colectiva funciona como una resistencia al olvido y como estrategia para mantener el pasado abierto, es decir, sujeto a constante re interpretación, por más que los acontecimientos ocurridos sean siempre los mismos.
La memoria es un terreno de tensiones con el presente, a diferencia del recuerdo que opera como una postal del tiempo pretérito. Entonces, es interesante y necesario que se discutan las acciones a utilizar, para mantener activo el pasado como sociedad.
Respecto a la iniciativa de poner un cañón militar de la guerra de Malvinas en una plaza de Villegas, que no fue aprobada en el Concejo Deliberante, es una situación que puede habilitar otras formas de mantener “viva” la gesta de Malvinas, dependiendo si los ediles que votaron por la negativa, generan una iniciativa distinta para la conmemoración.
Más allá de que esto último ocurra o no, hace al ejercicio de memoria ese vínculo atento con el presente, por lo cual no se debiera estar ajenos a la convulsionada realidad mundial. La pedagogía que implica el material bélico en un espacio público, no ayuda a la cultura democrática, porque referencia a la eliminación del otro. Desde ya que Argentina y el mundo, está plagado de iconografía armamentística como semblanza de una historia común. Tampoco es cuestión de juzgar lo ya hecho, sino de proyectar el sentido de la memoria al presente. Si siempre se hizo así, también se puede hacer mejor, enalteciendo otro tipo de significantes de algo tan fatídico como es una guerra. Apelar a lo habitual y de manera acompasada, a la única que perjudica es a la propia memoria.
No se es más o menos patriota si se pone un cañón de Malvinas en una plaza, pero sí educa en la convivencia entre los pueblos o naciones, si los símbolos que históricamente son portadores de destrucción no ocupan un primer plano.
* Diego Samiguel es charlonense, docente y consejero escolar.