Nuestra madre se fracturó la cadera, estuvo 3 días en el Hospital de General Villegas, fue trasladada a Junín y falleció a las 8 horas de traslado con extremo sufrimiento.
Sufrimiento durante la estancia en el hospital, sufrimiento en la ambulancia y al llegar a Junín rogamos que se paliara esta situación desesperante para ella y para todos lo que le rodeaban.
Este sufrimiento es por supuesto evitable dada la disponibilidad de fármacos para lograr alivio sintomático en este siglo, por fortuna para los que pueden acceder a ellos si tienen equipos sanitarios competentes y de que el hospital tenga recursos materiales.
Sufrimiento para familia y cuidadores también mitigable con empatía, compasión y profesionalidad.
Sabíamos que nuestra madre no sería eterna, cumplió 95 años, culminando una vida ejemplar y disfrutada, con lo que el alivio del sufrimiento era prioritario. En ella y en todos los pacientes por supuesto.
Esto lleva a varias reflexiones que debemos hacer tanto gestores sanitarios como médicos y enfermeras:
Nuestra medicina se ha sesgado peligrosamente hacia el curar, olvidando que un objetivo primordial es ofrecer una muerte en paz y paliar dolor, delirium, disnea y síntomas difíciles.
Pese a la disponibilidad de fármacos (no caros) para aliviar, los hospitales argentinos carecen de elementos muy básicos, tanto en recursos materiales como humanos. Políticas de espalda a las necesidades de los ciudadanos (que es crónica)
Acompañar a bien morir no solo requiere formación técnica sino profesionales que hayan desarrollado competencias emocionales, relacionales y éticas de forma explícita y reglada.
El mundo sanitario puede ser agresivo aún más para personas con una alta fragilidad. En circunstancias tan difíciles es importante encontrar profesionales sanitarios que se ocupen del paciente y de la familia, de sus preocupaciones y vivencias. Es necesario formar profesionales humanos que generen estructuras humanas.
Empatía, compasión, acompañamiento y amabilidad deben ser una prioridad.
Morir es difícil y acompañar a morir, también. Si queremos alcanzar muertes en paz dentro de los objetivos de la medicina, se necesitarán profesionales preparados no solo para curar sino para cuidar y no necesariamente lo estamos garantizando.
Tratamos personas (con sus enfermedades) y vemos que las graves carencias formativas impregnan toda la atención.
Los profesionales deben desarrollar competencias humanas y de cuidado. Mirar a los ojos, entender a las personas, escuchar sus necesidades, sufrimientos, miedos y preocupaciones.
Debemos aprender a ver para comprender y comprender para atender
Después de 30 años de estar lejos de nuestro sistema sanitario como médica que soy (exiliada en España) me encuentro con que todo tiende a empeorar.
Una lástima en un país con tanto potencial. Siempre nos quedamos en el «potencial»
Quizá dentro de 200 años, pasaremos de la «potencialidad» a la «acción».
Gabriela Picco (médica) y familia de Alba Inés Brunetto