Lucila Picco es la hija de dos personas importantes para nuestra comunidad. De Carlos, con quien me une un lazo familiar mucho más fuerte que la sangre; y de la inolvidable Lilian, la persona a la que le debo el disfrute de la lectura.
De Lilian Chiauzzi aprendí que no alcanza con aprender a leer, para saber lo que dice. Hay que comprender a las palabras como unidades de significados que pueden expresar sabores, aromas, texturas, colores, emociones, sensaciones y, sobre todo, intenciones. Lilian además, cocinaba budines que enviaba de regalo. Pero no eran solo budines, eran como una presencia amorosa con baño de limón y cascaritas de naranjas.
Lucila es inevitablemente para mí, una extensión de esas dos personas que amo. Un día, en medio del duelo por la muerte de su mamá y de la pandemia de Covid, sintió que era momento de hacer un cambio. De darle otro significado a las horas de cada día. De atravesar la vida desde otro lugar. Ni mejor ni peor, diferente. Libre.
Hay procesos que se van armando, como en un tetris o un rompecabezas, a medida que van apareciendo las piezas correctas. Por eso no se trata de patear el tablero, sino de reacomodar las piezas y abrir el juego con un gambito de dama.

Según cuenta en la página web de su nuevo emprendimiento creativo www.lupicco.com «me recibí de Licenciada en Publicidad en tiempos analógicos, donde las redes sólo servían para atrapar peces y algunos saltos. Trabajé más de 20 años en el equipo de Marketing y Servicios Creativos de Discovery Channel, una empresa que, además de experiencia, me llenó de amigos. Pero un día decidí abandonar mi zona de confort para lanzarme, irónicamente, sobre una pila de sillones.»
Esa pila de sillones, que comenzó como un hobbie terapéutico con la restauración de un sillón, se convirtió en un negocio. Añadió una marca en primera persona, buscó un rincón del barrio de Palermo para armar su showroom y de pronto, mientras tomaba un café con un amigo en un bar porteño, se dio cuenta que acababa de hacerse dueña de su propio tiempo.
«Lu Picco nace de esa mirada hacia lo nuevo. Es una marca de sillones originales y también es mi nombre: Soy YO, cambiando completamente de vida. Son ELLOS, totalmente renovados», cuenta en su tienda on line.
Carlitos, además de su papá, es su agente de prensa. El mejor de todos. Entre risas que le achinan los ojos, un poco escondidos por el barbijo, dice que lo que hace Lu «es bárbaro!», aunque asegura que contarlo, le da un poco de vergüenza. Pero yo sé que lo emociona saber feliz a su hija. Casi nada.
Entre los dos, su papá/agente de prensa y yo, nos pusimos de acuerdo para entrevistar a Lucila en mi programa de radio de los sábados, por FM Villegas, Cuidarte Más. Lo que sigue es parte de nuestra charla al aire (de ninguna manera voy a reclamar aquí que se llevara el sillón que me gustaba a su showroom, sin mi permiso!). Nos saludamos escuchando el final de la canción de Joan Manuel Serrat Hoy puede ser un gran día, marco ideal para lo que venía.
Dicen que hay varias vidas en una. ¿Quién no se reinventa cada tanto?

– Un día dijiste hasta acá llegué, necesito hacer un cambio. Abandonar una zona de confort en la que te habías acomodado hacía más de 22 años.
Escuchando ese tema tan espectacular (Serrat, Hoy puede ser un gran día), cuando dice «si la rutina te aplasta, dile basta», me hacía acordar un poco a eso. Desarrollé toda mi carrera en estos medios, donde aprendí y crecí un montón porque hice muchas cosas distintas y son como varios trabajos en uno.
Llega un momento en que uno crece en el puesto y las responsabilidades te alejan un poco de lo más creativo. Sentía la necesidad de reinventarme. Algo me decía que tenía que hacer otra cosa. Cuando pasó lo de mamá, más allá de lo duro de la pérdida y lo que eso significaba para mí, me hizo pensar en que esto es un ratito y hay que pasarlo lo mejor que se pueda.
Durante la cuarentena, Lucila tuvo que trabajar desde su casa, como muchos que hicieron del home office, la obligación laboral de cada día. Estar sentada frente a la computadora y la sensación de encierro hicieron lo suyo y entonces…
– Sentiste que había que abrir la mamushka…
Exacto! y ver lo que venía. Si bien estaba en un proceso de desencantamiento con el trabajo que tenía, existía un proceso paralelo. Siempre me gustó lo artístico, pinté cuadros, hice arte digital, pero siempre como un hobbie, como para descargar y conectarme con ese mundo, que también era parte de mí.
En ese contexto y para matizar el encierro con algo que la distrajera de la realidad en pandemia, Lucila comenzó a restaurar un par de sillones que tenía. Se conectó con un tapicero, eligió telas, dibujó bocetos y entendió que se volvía a encender la llama. Eso nuevo la divertía. Después lo pensó como algo alternativo. Reciclar un par, publicarlos en Instagram. La idea había empezado a prender, como en una concepción.
– Es notable cómo tu proceso de transformación también tuvo que ver con tu planteo íntimo: transformar un objeto en otro.
Exacto, ese fue mi proceso. La esencia es la misma, porque los sillones restaurados mantienen su estructura, pero cambian los colores, ganan cuerpo con un nuevo relleno y así es que también fui a buscar ese nuevo relleno para mí.
Cuando finalmente, unos meses después, salí a la libertad corporativa y dejé Discovery, comencé a verlo como un verdadero proyecto. Le puse marca, que es mi nombre, su logo, armé la tienda. En este año que pasó desde el primer sillón evolucioné un montón.
Nos reímos juntas cuando comentó que había atravesado el momento del «síndrome del impostor», en el que se preguntaba «qué estoy haciendo acá, si no tengo idea de todo esto!» Sin embargo, el entusiasmo y la felicidad del camino del aprendizaje de esta nueva mamushka, ya estaba en marcha.
Llegó el momento de elegir colores, buscar telas, contratar al carpintero, al tapicero y sumar un par de diseñadores para armar un «equipito muy piola, de gente amorosa y muy buena» que permite que el proyectito (como Lu lo llamaba), empezara a crecer.
En su tienda on line van a encontrar todo lo que está haciendo a partir de su transformación, de esa negación al acostumbramiento con que a veces atravesamos la vida. La costumbre a veces nos hace vivir en una jaula, aún sabiendo que la puerta está abierta y en algunas oportunidades, la jaula está asociada al éxito.
Pero hay un punto de inflexión. Un momento. Un instante en que uno se da cuenta que hay muchas vidas en una vida (como dice en su presentación) y que podemos vivirlas. Un estrés (del latín «stringere»: estrujar) que oprime, ata y necesita soltarse; una actitud resolutiva que inyecta fuego para tomar la iniciativa y cambiarlo todo.
– ¿Cómo reinventarnos y transformarnos sin miedo?
Creo que podemos vivir muchas vidas en una. No conformarse. A pesar de que vivimos un momento muy difícil en el que muchos no tienen posibilidad de elegir, creo que hay opciones para poder sentirnos mejor.
Siempre se atraviesan momentos de dudas y de temores, pero creo que podemos pensar en utilizar las cosas de nuestra anterior forma de vida. Este año presenté el showroom, hice un evento de prensa, hice una campaña, utilicé todo lo que aprendí sobre estrategias de marketing. Hacer un evento de prensa muy chiquito, al que invité a periodistas de deco (los que por suerte, vinieron todos), fue súper fácil, porque ya sabía lo que se necesitaba. Es disfrutar lo que me dejó la otra historia, pero en esta etapa.
– ¿Cómo definirías a tus propios productos de diseño, con líneas a las que les has impreso distintos nombres?
Por ahora, la mayoría son sillones de un cuerpo y una especie de puff, a los que llamé Qbitos y son todas piezas únicas. Por otro lado, otro concepto que aplica, son los acentos de diseño, con mucho color, llamativos, con combinaciones de telas a las que les bordo bocas. En una casa tranqui, se puede colocar uno en un espacio para que aporte color y alegría.
Hay distintas colecciones para descubrir: Urban, Natural, B&W, Denim, QBitos, La Bouche. A Lucila le gusta la moda, especialmente la ropa y, para crear sus diseños, se inspira, por ejemplo, en una campera que le gusta, más que en otro mueble. Ella viste un sillón y lo hace con estilo.
Y si un cliente quiere algo especial pero con esa onda, acepta el desafío y sale a buscar ideas para crear la pieza con la que alguien está soñando.
La marca también tiene una anécdota risueña. La diseñadora tiene un hermano, Luciano, que según ella dice riéndose, «me quiere demandar porque le estoy usurpando el nombre y asegura que cuando yo triunfe, va a venir a sacarme todo». Claro, «Lu Picco» aplica a los dos!
Ella sabe muy bien que no siempre es fácil aceptar el proceso de finitud en que vivimos, pero cuando se es muy consciente de eso, es necesario vivir lo mejor que podamos. Gestionar la libertad, distribuirla sin dolor de estómago y encontrarle el sentido.
Al fin y al cabo, la vida se trata de tomar decisiones. Transformarse, ser resiliente, convertirse, todo depende de tomar decisiones. Si nos equivocamos, cada error es un aprendizaje que nos ayuda a tomar la elección que sigue. Y si algo no sale como fue planeado, entender que no pasa nada. Solo hay que volver a intentarlo.
Como escribió Lucila en la presentación de su página, «Lu Picco es una realidad que me llena de orgullo y entusiasmo. Una marca que ya recorre el país. Una nueva etapa que me encuentra más creativa, más diseñadora, más “disfrutadora”, totalmente reinventada y muy llena de colores. Como mis sillones.»
Y como escribió Serrat, «hoy puede ser un gran día imposible de recuperar, un ejemplar único, no lo dejes escapar. Que todo en cuanto te rodea lo han puesto para ti, no lo mires desde la ventana y siéntate al festín. Pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien, hoy puede ser un gran día y mañana también.»
*Celina Fabregues es periodista. Conduce Cuidarte Más por FM Villegas, los sábados de 9,30 a 12 horas, programa que se repite a las 19 del mismo día.