Después de una intensa campaña y diversas actividades para recaudar fondos, APAVI (Asociación Protectora de Animales de Villegas) consiguió un nuevo espacio para su sede, en un predio cedido con opción a compra, que necesitaba varias obras para poder mudar a los animales.
Fueron las mismas voluntarias de la Asociación las que manifestaron su alegría en redes sociales, cuando el fin de semana pasado algunos perros inauguraron la nueva casa, todavía con muchas cosas provisorias, pero con un espacio en el que cada cosa que hagan, será una semilla en ese hogar.
María Rosa Decristóforis y Claudia Ricchini forman parte de APAVI desde hace muchos años y trabajan a destajo, juntos a otras voluntarias, para poder hacer frente a muchas situaciones de abandono y maltrato.
Como cada vez que se encuentran con Actualidad, aparece la necesidad de nueva gente que se sume para trabajar, sobre todo «hombres que nos ayuden en muchas de las decisiones y acciones que debemos tomar», dice María Rosa.
De todas formas, se muestran muy felices por lo que lograron desde que, hace tres meses, supieron que debían dejar la casa que alquilaban y les ofrecieron un terreno donde levantar la sede propia.
Y así se arrancó. Con un «piletazo», como ellas dicen, «porque el dinero no estaba». Hacía falta levantar «un tapial de más de 300 mil pesos, las cuchas de premoldeado, que eran otros 300 mil pesos, el alambrado para hacer las divisiones, suponía 120 mil pesos.»
En medio de esa lista surgían otros gastos, como «el piso de hormigón, postes, la bombita», cuenta María Rosa, que destaca que la gente «ha colaborado muchísimo» y «hemos recibido donaciones por casi 700 mil pesos que utilizamos para hacer pagos, pero aún nos quedan gastos por cubrir (que son alrededor de 200 mil pesos).»
Todavía quedan por techar los candiles, trabajo que cuesta alrededor de 360 mil pesos, pero «no lo vamos a hacer hasta que realmente podamos juntar el dinero, porque para todo esto tuvimos que sacar un crédito de 600 mil pesos que debemos pagar durante dos años», manifiesta María Rosa.
«Ya estamos con los perros en su lugar. El domingo trabajamos todo el día para poder trasladar los animales, aunque todavía nos faltan algunos. Queremos agradecer a Marcos Castro, que nos ofreció los caniles de su veterinaria para los perros en esta transición, sin costo. Nosotros vamos a atender, pero cedió el lugar, que es maravilloso», asegura Claudia Ricchini.
«No es fácil transitar, por eso agradecemos infinitamente a Marcos, porque están todavía todos los caniles terminados», dice Claudia, tras lo cual Decristóforis añade sonriendo que «el techado lo hicimos nosotros con madera, con chapas, lonas. Pero al menos tienen su resguardo en caso de que llueva.»
Uno de los caniles es utilizado como depósito, por falta de algo edificado. En los próximos días se finalizará todo el alambrado y las cuchas. Para el techado se «han pedido donaciones a empresas, algunas han respondido y otras todavía no, vamos a seguir pidiendo a mucha gente que sabemos que puede colaborar. Realmente la gente ha respondido muy bien. Hay gente que está donando todos los meses desde que arrancamos. Todo esto es gracias a la gente», asegura la voluntaria de APAVI.
El agradecimiento llegó especialmente para «los veterinarios, por todo lo que nos aguantan, porque esto nos implicó un gasto más que extra y ellos están esperando para cobrar», dice Claudia.
En medio de todo este trabajo poco valorado por muchos, inmenso para aquellos que entienden el sufrimiento de un animal, hay mucho de entrega personal. Muchas horas de ausencia en la familia, casas convertidas en refugios, autos listos para salir corriendo a auxiliar a un animal cuando avisan de un caso en peligro.
Incluso, como en el caso de María Rosa, los ladridos, el frío intenso de los últimos días, los días cortos para tanto que hacer, dejaron sin espacio de tiempo y de emocionalidad para vivir el duelo por la pérdida de su hermano.
Porque cada persona es una historia intransferible que habla de superación y de fuerza, pero también de dolor y de pérdida. Y hay casos como este, en el que un momento de felicidad se mezcla con esa herida que arde hasta las lágrimas. La emoción que la sorprendió al aire, tiene mucho que ver con la tarea que realiza, porque habla de sensibilidad y de humanidad.
«Algunos creen que hacemos esto en nuestro tiempo libre, y no es así, lo hacemos todo el tiempo», salió a decir Claudia para superar el momento y señalar que «tenemos una vida como cualquiera; tenemos nuestras familias, nuestros problemas, tenemos que ir al súper y problemas que tienen todas la familias. Hay gente que piensa que tenemos unas familias divinas, que nos sobra el dinero, que hacemos todo simplemente porque somos unas viejas locas. Y no. Lo hacemos por amor a los animales y, a veces, cuenta mucho que se entienda. No podemos solucionar todos los problemas, porque somos muy pocas.»
Claudia reclama que el municipio «debería informar todos los días por radio sobre las castraciones gratuitas. Nos llaman a nosotras porque creen que somos el Centro de Castración. Nos cansamos de pasar el número de teléfono, de informar cuándo trabajan.»
Además, la integrante de APAVI reclamó que «el municipio tendría que hacer castraciones masivas. Y hay una ordenanza que prohíbe la venta ilegal de animales (que está lleno porque cualquiera te vende y no son criaderos)» y como «nadie controla nada, hay una superpoblación abismal.»
«Todos los animales de la calle fueron regalados, porque cuando son chiquititos los quieren todos, pero cuando crecen molestan, hacen pozos, los largan a la calle y ya no les dan de comer. El animal no tiene la culpa, pero no hay control de nada. El perro con dueño tiene que estar encerrado y perro en la calle tiene que estar castrado», asegura Ricchini.
«Falta mucha educación sobre este tema -asegura María Rosa- hay que empezar a trabajar desde las escuelas primarias, invitándolos a visitar el lugar una vez que lo tengamos acomodado, para que conozcan de qué manera tienen que tener su animal y de qué se trata la tenencia responsable.»