Fue Cecilia Jaurena, su hermana, quien nos introdujo en la obra de Emilia, «una historia de amor en un mundo apocalíptico. Una historia de ciencia ficción que se parece mucho a la realidad: personajes que se enfrentan al dolor, al rechazo y a la muerte pero sin embargo siempre hay algo que los mantiene en pie: una mirada, una palabra lejana, un recuerdo.»
Es, para Cecilia «un antihéroe resiliente que atraviesa la muerte y muta, se transforma, se hace a sí mismo, se elige y se nombra.»
Ana Méndez, en un prólogo presente, relató entre palabras que en un mundo a punto de explotar y ante la decisión de salvar a un grupo de elegidos «algunos optan por un falso paraíso. Otros, como el protagonista, deciden intentar sobrevivir y por saber la verdad. Si hay que morir, quiere morir sabiendo la verdad.»
«Emily (la protagonista) ya decidió que no quiere el falso paraíso» porque «su mayor anhelo es que la humanidad regrese y pueda encontrarse con un sujeto, con quien se pueda entrar en diálogo», cerró Ana.
La propia Emilia, entre una delgada línea de spoilear su libro y la ansiedad por contar cuánto hay de su propia transformación, se juega todo. «Lo mío es la fantasía», y lo dice con contundencia. Porque ella misma creó cada personaje, lo dibujó, lo hizo interactuar y lo deconstruyó para que en poco más de cien páginas, hubiera una historia con un desenlace, que sin ninguna duda, es un interrogante para los lectores.