Abrió la vieja puerta. La abrió como si junto con ella se agrietara el muro impenetrable de su memoria. Como si la herrumbre y el polvo enmohecido hubieran impedido durante años la presencia de los recuerdos.
Un chillido agudo acompañó el movimiento de la madera que se quejó. Varias capas de pintura, unas sobre otras, delataban el insolente arrebato del tiempo. Apenas una línea de luz que se filtró hacia el interior plantó la imagen del olvido frente a sus ojos.
¿Cómo pudo olvidarlo todo, cómo el entretejido complejo de sus antiguas ausencias le pudo negar el comienzo de su historia?
Todo estaba allí, aunque no quedaba casi nada. Por las paredes trepaban manchas de humedades que jamás se tomaban descanso y avanzaban hora tras hora por las fisuras que desnudaban los ladrillos escondidos.
Se detuvo y permaneció en silencio. Esperaba que los muros le hablaran, que le dieran la bienvenida, que lo reconocieran, pero apenas su sombra le respondió del otro lado.
Parpadeó una y otra vez para sorprender al tiempo que parecía adormecido e intentó en vano despertar con murmullos a las palabras perdidas.
El lugar no era tan grande como lo veía en sus sueños. En unos cuarenta pasos más adelante estaría en la próxima habitación. Caminó despacio, con las suelas de los zapatos pegadas a un piso que intentó retenerlo más de una vez. Eran pasos cortos, inquietos por lo que podría aparecer unos metros más adelante.
El murmullo crecía y lo envolvía todo. Los fantasmas corrían encantados por el sonido que sonaba con cada pisada. Una vieja cortina amarillenta bailaba la danza del viento arrastrada por el vacío de la ventana. Le siguieron dos arañas en equilibrio perfecto sobre su tela de hilos de salivas y rocíos de mañanas. Y después un viejo perfume, un aroma a café con canela y mermelada de naranjas.
No era así. Otra vez la memoria le jugaba una mala pasada. Le sobraba espacio arriba, hacia los lados y abajo. Decidió probarla, recostarse sobre ella y adivinarse de pijamas con ositos amarillos y pecas en la cara. La imagen de sus zapatos negros que escapaban del borde de la cama le produjo una profunda punzada en el pecho.
Adivinó el espacio de los retratos en sepia que faltaban, la mesa tendida y las risas que alguna vez inundaron la casa. Retazos del verde de un sillón permanecía escondido bajo el polvo espeso del rincón de la terraza.
Sin pensarlo, se sorprendió escuchando su propia voz susurrando fly me to the moon, let me play among the stars… y pensó en la emoción de Howard mientras escribía cada estrofa. In other world… please be true, in other words, I love you…
¿Cómo había podido Howard volar hacia esa luna que él mismo había inventado tantas veces? ¿Cómo alguien había logrado dibujar sus deseos sin equivocar siquiera el color? ¿Cómo pudo alguien escribir sus emociones adelantándose a su propia vida?
Mientras una olvidada Felicia Sanders la cantaba por primera vez en un cabaret perdido, él llegaba al mundo. Nunca supo por qué esa canción y él nacieron ambos con el mismo designio: permanecer en mutación constante, casi hasta olvidar el momento en que llegaron al mundo.
Se dejó caer pesadamente al suelo y lloró de rodillas. Juntó sus manos y lloró por todo ese tiempo en que no se lo permitió. Lloró por tantos años de no querer volver. Se mantuvo sentado en el suelo, apoyado sobre la pared durante horas.
Apenas levantó su cabeza cuando la luz que se colaba entre la espesura de los árboles del parque, se apagó por completo.
Y entonces, en la oscuridad, se produjo la aparición. Las paredes habían puesto en movimiento sus manchas, que ahora viajaban perseguidas por la música que silbaba el aire. In other world… please be true, in other words…
Su vida le cayó en las manos en un instante y entonces lo supo. Tenía miedo. Le temblaban las manos y gruesas lágrimas corrían por su rostro entristecido. Se quedó solo. A oscuras. Y recordó por qué había olvidado amar.
*Celina Fabregues es periodista. Conduce Cuidarte Más por FM Villegas, los sábados de 9,30 a 12 horas, programa que se repite a las 19 del mismo día.
«La Puerta» es uno de los dos textos que leyó en la primera fecha de MuMu en el Museo Carlos Alonso, el viernes 27 de enero pasado.