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viernes, mayo 16, 2025
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De cómo el tesón de un vasco francés derivó en una firma próspera y pujante

Pierre Courreges forma parte de una empresa familiar que lleva 40 años afincada y afianzada en General Villegas, Pablo Pedro Courreges S.A. En realidad, se llama Pedro, pero en la familia lo llaman Pierre, en honor a su abuelo paterno.

Eran épocas en que no se permitían asentar nombres extranjeros o muy fuera de lo establecido como más comunes en el país. De todas formas, adoptó los dos nombres como propios.

Lo mismo pasó con su hermano Bernard, cuyo nombre legal es Bernardo. Su padre, el inolvidable Paul Courreges, falló con hermana la menor, Giselle, a quien le tocó anotarla como Griselda, la única a la que no le gusta el nombre que le tocó en suerte.

Pierre, Bernard y Giselle junto a su madre.

Los hermanos Courreges eran Gastón, Paul y Elena. Polistas ellos y ella, una mítica profesora de francés que enseñó el idioma a varias generaciones de villeguenses.

Aunque la firma celebra sus 40 años, la historia empezó hace mucho tiempo más atrás.

Cuenta Pierre que «mi abuelo llega en 1905 desde Francia, con 16 años, sin saber castellano, como tantos inmigrantes, solo con un bolsito».

La familia provenía del sur de Francia, vascos franceses para algunos, «bearneses para otros que investigaron un poco el nombre». La región de Bearnés está situada a los pies de los Pirineos, en el actual departamento de Pirineos Atlánticos, vecinos del País Vasco español, del otro lado.

El abuelo Courreges decide emigrar, porque «es el octavo hijo de una familia que tenía ovejas en las montañas y la costumbre vasca en aquella época era que la herencia se dejaba al mayor», teniendo en cuenta que habla de antes de 1900.

El pequeño Pierre entendió que «no tenía nada y vio que Argentina era una tierra prometida, como tantos vascos y gente de la zona, y se subió a un barco y se vino. Había algunos parientes, pero estaban tierra adentro», relata su nieto.

Al llegar, trabajó como ayudante de dentista en la 9 de Julio y vio inaugurar el Teatro Colón. Después de un par de años le dijo al empleador que se iba a campo adentro, agarró una carreta y se subió su esposa Eulalie, una francesa a quien conoció en Buenos Aires y que daba clases de francés a los hijos de la familias adineradas.

Allí fue cuando encaró para estos lados «y se fue hasta Roberts, donde tenía ahí unos parientes y trabajó como encargado en un almacén de ramos generales, lugar en el que dormían. Tenían un colchón abajo del mostrador, lo sacaba, lo ponía arriba y dormían ahí, para no gastar», relata Pierre.

En ese lugar nació Pablo, o Paul, o Polito, para la mayoría de los villeguenses. Así logró reunir algo de dinero para cultivar algún suelo, pero «se fundió cinco veces antes de poder arrancar. Me contaron que sembró un trigo y se brotó la espiga en un año de humedad terrible. Es una realidad del campo, hoy hay inundaciones y mañana, sequía», relata.

A mediados de 1920, Pierre se viene para Villegas, porque logra un lote en Moores, como fueron después los de la Colonia La Belita y con el dinero que había reunido comenzó a pagar en cuotas la tierra, «hasta que llegó la crisis del ’30 y muchos de los que habían empezado a pagar esas cuotas devolvieron la tierra» porque no podían afrontarla.

Como había entablado relación con gente que estaba en el banco, habló para proponer que si le entregaban las otras tierras que se habían devuelto, él se hacía cargo de pagar las cuotas. «Fue una jugada arriesgada, porque todos estaban más para devolver que para encarar, pero se ve que era valiente y con espíritu progresista, tomó todas esas tierras», señala.

«Y como siempre, después el mundo cambió, la crisis se superó, en Estados Unidos aparecieron los años locos, con grandes gastos y se arma de este campo de 1.400 hectáreas en Moores. Todo fue con esfuerzo. Se hizo la casa de adobe junto a sus hijos Paul, Gastón y Elena», continúa contando.

Para el «petit Pierre» como se diría en francés, su abuelo llegó como tantos otros inmigrantes, a hacer fortuna, dentro de las leyes que así lo permitían y en un país que prometía trabajo.

En esa familia todos trabajaban y Elena, la hija mujer, era la encargada de aceitar y cuidar los molinos. Era un trabajo duro pero que lo hacían con gusto y orgullo. Y ahí empezaron a crecer y a invertir en más tierras.

En 1952 compran Don Ferdinando, «que es el campo que tenemos nosotros, donde está nuestra casa y donde para mi madre cada vez que viene», explica.

Don Ferdinando era de Noel Emerson, cuatro lotes con tres molinos, más de 2 mil hectáreas que dividieron para explotarlo. Señala Pierre que «era una zona de cría, porque en ese tiempo no existía la agricultura», y así fueron creciendo.

Sin embargo, el festejo por los 40 años de la firma Pablo Pedro Courreges, nace en un momento difícil «cuando mi padre se enferma y mi madre tiene que armar una empresa. Da la casualidad que el estatuto dice: en el año de la recuperación de las Malvinas se funda Pablo Pedro Courreges, 1982. Arrancamos en un año difícil para Argentina y difícil para nosotros, pero ahí arrancamos, de abajo, batallando la dificultad», indica.

Siendo muy chicos, su mamá se hizo cargo de una situación complicada. Tuvo un par de administraciones, «hasta que dio en la tecla con la administración de unos amigos de Pergamino que eran ingenieros con tecnología de ese entonces y con ellos salimos adelante. Yo tenía 16 años y cuando llego del colegio me cuenta de la propuesta, me pregunta qué me parece y me dice que vamos a recuperar un poco hacienda que no teníamos, reparar tractores y comprar alguno. Mi respuesta fue que si hacían la mitad de eso, es que eran buenísimos», recuerda.

Tras recibir su título de Ingeniero Agrónomo, se vino a trabajar al campo, pero pidió que dejaran la administración, porque necesitaba aprender. Tenía la teoría, pero faltaba la práctica. «Empecé como encargado al mando de ellos durante cinco años hasta que después llegó mi hermano y decidimos encarar todo nosotros solos», resume.

De ahí en adelante, pasaron varias historias y crisis que «enfrentamos quizás con un poco de visión y nos dieron crecimiento», asegura.

Como tantos otros inmigrantes de distintas partes del mundo, los Courreges encontraron aquí un lugar que los cobijó y donde pudieron crecer. En esta sociedad actual, que pone el acento en la grieta y a veces profundiza el rechazo a aquellos a los que les ha ido mejor, estas historias de esfuerzos, de épocas de restricciones y necesidades, pero de esfuerzo constante, es una muestra para entender que el origen no siempre determina el futuro. Que lo que cuenta no es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con eso que nos pasa.

Los ejemplos a seguir no se buscan en las fortunas, sino en el trabajo constante, en el empeño y también, a veces, en saber aprovechar la oportunidad y no tener miedos.

Durante la cena con la que celebraron los 40 años de la firma, junto a familiares, allegados y la gente que trabaja y trabajó junto a ellos, la mamá de Pierre nombró a una larga lista de personas que han sido importantes e imprescindibles durante estos 40 años.

Escuchar las historias, hacerlas correr de generación en generación, nos permite mantener el fuego del inicio, el espíritu de sacrificio, el anhelo de crecer, de conseguir algo que sea propio, que nos pertenezca.

«El abuelo volvió a Francia una sola vez, pero aunque su nombre era Pierre Ferdinand Courreges, acá se lo cambió a Pedro Ferdinando. Él vio que muchos de sus hermanos y sobrinos murieron en la Primera y la Segunda Guerra Mundial y se encontró con una Argentina de paz, de prosperidad, abierta a la gente. Él decidió ser argentino», destacó.

Pierre añadió que «cuando su abuelo llegó a Francia, todos se sorprendían de lo bien que le fue acá, lo que era Argentina en los años ’40 y ’50. Éramos un gran país. Hoy, lamentablemente, vamos para el otro lado, esperemos que en un momento tengamos un cambio y haya oportunidades para todos.»

La foto final de la celebración es una gran foto con todos los empleados y la familia. «Esperamos que los chicos que tomen la posta y sigan adelante con esta tónica de crecer y dar trabajo. Siempre lo comento con nuestros empleados, la idea es que nosotros crezcamos, pero ellos también. Que todos crezcamos. Para eso estamos, el campo sigue teniendo futuro. El campo es la fuerza de Argentina. Así que hay que ponerle las fichas que a veces no se le ponen», finalizó.