Cuando una publicación que realizamos en internet recibe muchos “me gusta” hay una descarga de dopamina y una sensación de recompensa. Esto puede ser un problema.
El botón “me gusta” o “like” tuvo su origen en Facebook, en 2009, un artículo en S Moda (diario El País, España), explica que el lado oscuro de esta funcionalidad es que los likes se confunden con afectos y suelen detonar problemas de autoestima, celos y temores, así como una necesidad excesiva de validación.
«Hay dos industrias que llaman a sus clientes usuarios: la de las drogas ilegales y la del software”. Esta impactante frase aparece en el documental de Netflix «El dilema de las redes sociales», en el que los entrevistados explican las formas de hacer de la dopamina el mejor arma para manipular las emociones mediante sistemas de recompensa inmediata como el que hoy nos ocupa: el botón de “me gusta”.
De hecho, cuando un usuario recibe muchos ‘me gusta’, la dopamina se dispara y al sentirse recompensado, reconocido y aplaudido, cada vez se engancha más.
El creador del botón de la validación por antonomasia fue el cofundador de la aplicación para mejorar la productividad Asana, Justin Rosenstein. En una charla explica el origen del ‘like’. “Pensé cómo podríamos hacer más sencillo para que la gente pudiera expresar que le gusta algo, de forma que el esfuerzo fuera nimio. Después descubrí que era tan fácil como hacer click. Quería que se pudiera compartir positivismo fácilmente, y eso es lo que dio forma al botón de “me gusta”. Hasta ahora, lo que más se usa en Facebook es el boton de “no me gusta”, y eso es curioso, porque ha borrado el objetivo de su origen, que era promover y diseñar una infraestructura que fomentara un mundo en el que todos nos apoyáramos”, dice Rosenstein.
La evolución del ‘like’: del aplauso al dinero
Fue en 2009 cuando Facebook introdujo el botón de “me gusta”, que entonces consistía en pulgar. La empresa permitió que otros sitios web adoptaran el botón para que los usuarios pudieran compartir sus intereses en sus perfiles de Facebook, lo que permitió acceder a información sobre actividades y sentimientos de las personas fuera de su propio sitio.
¿La finalidad? Tener la capacidad de dirigirse a ellos de forma más eficiente mediante la publicidad. En 2015, el botón pasó a ser un corazón en Twitter, mientras que Instagram y TikTok siempre han apostado por el rey de los latidos. Instagram, en 2011, permitió a los usuarios hacer ‘like’ con simplemente dar dos veces a la pantalla, algo que incrementó la gamificación de las redes y las interacciones sociales del día a día. “Ves algo. Te gusta. Continúas el scroll”.
“Al principio, un ‘like’ podía indicar un simple “lo he visto”, pero con el tiempo, se ha convertido en una carrera desenfrenada por conseguir esos “me gusta”, no ya de tus amigos o familiares, sino de personas anónimas que no sólo pulsan ‘like’, sino que además te siguen.
Cuando eres capaz de juntar grandes comunidades puedes llegar a creer que miles, e incluso millones de personas te siguen porque te admiran, pero la realidad no siempre es así. Somos tan absurdos que si vemos una cuenta con pocos seguidores la despreciamos, en cambio, una cuenta con muchos seguidores y ‘likes’, parece que te empuja a seguirla.
El peligro del ‘like’
De esta forma vemos que tanto el dinero como la validación pasaron a coquetear con un botón que comenzó con fines amorosos y que en la actualidad, tiene una innegable capacidad manipuladora.
El manejo de los “likes” es siempre un tema delicado, pues aunque los usuarios ocasionales difícilmente caerán en la obsesión, el problema surge cuando hablamos de usuarios muy activos.
Un punto no menos importante es que los usuarios saben que con las redes sociales se puede llegar a ganar más dinero. Cuantos más seguidores y más interacción tengas, más atractivo será tu perfil.
Los ‘me gusta’ tienen un impacto emocional y se han convertido en una herramienta de validación personal que puede llegar a convertirse en adictivo. Muchos adultos, jóvenes y adolescentes (incluso niños) se someten al cuestionamiento y opinión generalizada por parte del resto de usuarios porque necesitan una dosis diaria de reconocimiento por parte de la comunidad. Es tal la necesidad, que algunos son capaces de hacer o decir cualquier cosa con tal de conseguir un mayor número de ‘likes’.
Sergio Magán, Consultor Social Media Experto en Instagram (formador de redes sociales para instituciones públicas y empresas), señala que toda acción que realizamos en nuestras redes sociales busca generar una reacción.
El efecto del ‘like’ más allá de la pantalla
El botón de “me gusta” no sólo puede generar problemas de autoestima, sino que en la vida ajena a la digital, puede originar problemas entre parejas y amigos.
Esta necesidad de validación en clave 3.0, ¿cómo se refleja en el universo ajeno a las redes, en las relaciones físicas y en el día a día? Responde Sergio Magán. “Recibimos cientos de impactos en redes sociales a lo largo del día, micro videos de no más de 15 segundos, tweets que leemos en 10 segundos y fotos en Instagram a las que damos likes simplemente parándonos a mirarla tres segundos. Distanciarnos de este universo, salir con los amigos socializar, ir al cine o leer son acciones que cada vez nos cuesta más realizar. Así que mi recomendación sería que si dejas de hacer cualquiera de estas acciones o las haces simultáneamente mientras visitas sus redes sociales, deberías tomarte un descanso, ponerte algunos límites de uso y desconectar”.
Lo que les preocupa a los expertos consultados es el hecho de que en las redes podemos mostrar que vivimos una vida que no es nuestra vida real. “Muchas personas infelices se muestran como las más felices del mundo cuando en realidad, exhiben una vida aparentando lo que no son y creando una falsa imagen de sí mismos que otros admiran o envidian.
Si en algo se parece el mundo analógico y el digital es que en ambos mundos hay personas de verdad que trabajan duro para conseguir sus metas y otras muchas que se mantienen gracias a las falsas apariencias”, dice Fátima Martinez López, autora de ‘El libro de TikTok’.
Es posible que a partir de ahora, el siguiente “me gusta” lo demos de una forma más consciente, pero que no cunda el pánico: el imán del scroll es tal que es probable que en cuestión de minutos, hayamos caído en la espiral y estemos pulsando a la pantalla para dar ‘like’ de nuevo sin mayor reflexión.